(LGBT+) Un joven rey se enamora de un príncipe hada al que invocó para mejorar su suerte. Ese encuentro los llevará a descubrir un secreto oscuro que los pondrá en peligro.
🍀🍀🍀
Dion es un príncipe hada que siempre ha tenido interés en el mundo de...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los músculos del cuello de Casio se agarrotaron al escuchar las condiciones; el efecto se extendió por los hombros y por la espalda hasta que su cuerpo entero quedó oprimido por la inquietud. Aquel grupo era su responsabilidad. Entendía el recelo de la reina, sin embargo, y por eso le hizo un gesto de afirmación a Nora, sin mediar palabra.
Suspirando, Nora deshizo el hechizo de glamour del resto, que de todas formas hubiera sido destruido por la inminente puesta del sol. Drustan protestó por lo bajo cuando llegó la hora de entregar las armas. Antes de que Casio interviniera, Erika respondió con un codazo que hizo callar al guardia; aunque en su rostro, más severo que nunca, quedaba claro que a ella tampoco le alegraba tener que acatar ese término.
Después de una inspección del carro, se les permitió regresar a él para entrar a la ciudad, rodeados por un grupo de guardias y magos que iban liderados por Neleb.
Casio había estado en Doslunas solo una vez, cuando era niño; no había tenido tiempo de volver a visitarlo durante su corto paso como rey. Sus recuerdos del diminuto reino se sentían como los de un sueño lejano: el majestuoso lago en el centro del valle; una reina esplendorosa y fuerte; rincones llenos de magia.
Ahora, aquel lugar volvía a tomar forma ante sus ojos y convertirse en algo concreto. Atravesar las puertas le quitó el aliento. Ante ellos se desplegó una ciudad vibrante, rodeada por las paredes de las montañas, en cuyas laderas había algunas construcciones, aunque la mayoría estaban al nivel del suelo.
Los colores que le daban vida a las calles no solo estaban en la vestimenta de sus habitantes, sino en las edificaciones e incluso las estatuas, adornadas por tonos animados y accesorios. El verde estaba presente en todas partes, con plantas bien cuidadas que colgaban de los balcones. Esta vez, Casio veía algo que no hubiera podido ver antes: algunas hadas pequeñas que se asomaron entre las flores y las copas de los árboles
—¡Ah, es como si todo fuera un jardín! —exclamó Alhelí—. ¡Nora, tendrías que haber dicho que sí cuando te invitaron!
Casio agradecía que Nora no hubiera aceptado la propuesta de ir con ellos, aunque no la hubiera culpado si lo hubiera hecho. La presencia de la magia era más visible allí que en cualquier otro reino. Se notaba en detalles como el par de niñas que jugaban haciendo levitar una pelota de un lado al otro de forma casual, o en la cantidad de gente que cargaba báculos. El olor a flores y hierbas aromáticas era omnipresente. Allí, Nora no habría tenido problemas en encontrar cualquier ingrediente que necesitara para sus pociones.
Finalmente llegaron al borde del gran lago junto con el atardecer, que lo teñía de colores anaranjados. Cuando avanzaron por el camino que lo rodeaba, las conversaciones del grupo cesaron, aplacadas por la majestuosidad del paisaje.
Y algo más era distinto a la imagen que Casio guardaba en su memoria, porque ahora podía ver que ese lago estaba vivo, rebosante de criaturas feéricas. La mayoría eran pequeñas, y sus cuerpos brillaban contra la luz del ocaso; pero también había otras, que apenas asomaban las cabezas hacia afuera de las aguas y parecían ser del tamaño de Dion, a quien contemplaban con curiosidad. Dion se echó un poco hacia adelante al verlas, y Casio lo contuvo poniendo una mano sobre su cintura, para que no se fuera para adelante.