(LGBT+) Un joven rey invoca a un príncipe hada para realizar un ritual mágico que mejore su suerte. ¿Qué tan mal podrían salir las cosas cuando el amor surja entre ellos?
Fantasía/aventura/romance.
Ganadora de un par de premios en los Wattys 2021...
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Los brazos de Casio eran acogedores. Dion se acurrucó en ellos y trató de mantenerse despierto para no dificultarle la cabalgata. Era difícil. El cansancio lo reclamaba, y lo único que le ayudaba a no dejarse ganar por él era la incomodidad de los pinchazos de dolor que cada tanto lo hacían estremecerse, despertándolo. Casio parecía percibirlo, porque cada vez que eso ocurría, él apretaba a Dion con suavidad y susurraba:
—Perdón, perdón.
No era su culpa. Al final del día, la culpa era del mismo Dion, que se había alejado de su zona segura en el bosque por curiosidad, elegido dejarse ver por humanos, y tenido poco cuidado a la hora de esconder su verdadera naturaleza.
En algún momento, Dion se perdió en un denso vaho de vértigo que lo arrastró a un lugar oscuro. Despertó con la voz de Casio, llamándolo. Estaban en marcha todavía, aunque no estaba seguro que estuvieran todavía cabalgando. Dion quiso decirle que estaba bien, pero su cuerpo había decidido que ya no quería obedecerle. Había tenido suficiente. Enterró la cabeza en el hombro de Casio y se dejó ir de nuevo.
La siguiente vez que abrió los ojos, Dion se encontró en una cama. Seguía siendo de noche, y se sentía arder por dentro y por fuera. Escuchó a dos personas intercambiar unas palabras, y poco después, Casio lo levantó con cuidado y lo cargó hasta una bañera con agua tibia. El contacto con el líquido alivió un poco a Dion, al disolver la sensación de agobio. Luego, Casio lo secó con cuidado y volvió a dejarlo sobre el colchón. Las sábanas eran un poco ásperas, pero estaban limpias. Aceptó algo para beber, y escuchó que Casio le decía que descansara, que estaría a salvo.
—No te vayas —susurró Dion, al sentir que Casio hacía un movimiento para alejarse. Lo retuvo tomándolo de la mano. Casio lo prometió.
Al despertar en la mañana, se sentía mejor. Había un foco de calor contra sus piernas, que resultó ser Niebla, la perra de caza de Casio, que dormía junto a él. Estaba en los aposentos del rey, y tenía puesta una túnica que le quedaba enorme. El cuerpo le seguía doliendo, pero el ardor no era tan intenso como horas atrás. Apenas amanecía, y un olor a lluvia flotaba en el aire.
Buscó a Casio con la mirada y no lo encontró, hasta que notó una cabeza llena de rizos oscuros que se asomaba por el costado de la cama. Casio estaba sentado sobre el suelo, durmiendo con la cabeza apoyada sobre el colchón. Ya no tenía puesta la ropa del día anterior, sino un atuendo más sencillo. Dion estiró un brazo para tocarlo, y cuando lo hizo, Casio abrió los ojos de inmediato.
—¡Dion! —dijo, refregándose los ojos—. ¿Estás bien?
—¿Pasaste toda la noche ahí? —preguntó Dion.
—Sí —respondió él, incorporándose y sentándose sobre la cama—. No quería dejarte solo. Mandé buscar a mi hermano, pero todavía no lo han encontrado. No sé cómo pudo hacer esto. No hay nada que pueda decir o hacer que sea suficiente para pedirte perdón. Nora dijo que el efecto del acónito debería ser temporal. ¿Cómo te sientes?