6. Rescatarte

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La fiesta estaba deshilachándose

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La fiesta estaba deshilachándose. Ya no quedaban eventos programados, y los invitados vagaban libres a la deriva, varios de ellos dejando ya de lado toda huella de decoro. El grupo de música, que llevaba encima unas cuantas copas, empezaba a sonar descoordinado. Cada músico parecía estar tocando una canción distinta. Una de sus integrantes se había ido a dormir a un rincón y le había entregado su guitarra a un viejo que creía saber tocar, y se equivocaba. A nadie parecía importarle, y todavía había gente bailando al ritmo de las melodías destartaladas.

Quizás Dion no había soportado el caos, y Casio no podía culparlo. Pasó un dedo por el borde de la copa de Dion y suspiró. La novedad de hablar con el rey había pasado al fin, o todos estaban demasiado borrachos como para reconocerlo a esas alturas. Caminó por el patio dando un último vistazo a la multitud, esperando en secreto divisar la silueta de Dion. En unos sillones del exterior encontró un enredo de personas dormitando. Uno de ellos era el actor que había interpretado a la hechicera albina en la obra de teatro, su peluca blanca torcida y enredada.

Un mosquito se posó sobre su oreja, y Casio lo espantó de un manotazo. Creyó que se había deshecho de él, pero este insistió.

—¿Por qué siempre vienen por mí los mosquitos? —se quejó Casio, rascándose la oreja.

—Dicen que los mosquitos van tras las personas a las que les gustan las cosas dulces —respondió Nora, sonriendo.

Preguntándose si Nora bromeaba, Casio se llevó las manos a la cintura y la escudriñó en busca de alguna pista, entrecerrando los ojos. Entonces la vio llevarse una mano a su propio oído, boquiabierta. Sus ojos se agrandaron, su sonrisa se borró, y todos los colores de sus redondas mejillas se desvanecieron.

—¿Estás bien? —preguntó Casio, poniendo una mano sobre el hombro de Nora.

—Creo que Dion necesita ayuda... —dijo ella, balbuceando.

—¿Cómo? ¿Cómo lo sabes?

—No sé. Es como si escuchara una voz que me hablara. Me dice que está en los viejos calabozos de la torre derruida.

Aquel edificio había sido abandonado tiempo atrás y estaba en ruinas, pero el acceso a las mazmorras del sótano no estaba bloqueado. Casio no necesitó escuchar más. Todos los ecos de la fiesta agonizante dejaron de ocupar un espacio en su mente, y en su lugar quedó un aterrador vacío de incertidumbre. Tenía que ir a aquella torre. Luego de recuperar un manojo de llaves maestras de la cámara del tesoro, se dirigió a la salida con paso rápido, seguido por Nora, e ignoró preguntas y miradas extrañadas para correr a buscar su caballo.

La cabalgata hacia la antigua torre, que se levantaba justo en las afueras de la ciudad, se le hizo interminable. La edificación era apenas visible bajo la pálida iluminación de la luna. Estaba rodeada de restos de piedras, algunos de los cuales habían caído de la parte superior de la torre derrumbada. Los vestigios estaban cubiertos por vegetación que cruzaba desde el bosque lindante, que quería reclamar ese territorio desatendido como suyo.

El príncipe de las hadas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora