El príncipe de las hadas (completa)

EXTRA #3 (parte 3 de 3): El invierno es temporada de nigromantes

Esta es la tercera y última parte del extra #3, asegurate de haber leído las 2 partes anteriores💖

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PARTE 3: La noche de los secretos

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Al final, Xim decidió no detenerse, sino atravesar el bosque a caballo durante la noche para llegar al lugar donde guardaban el cadáver lo antes posible. Le preocupaban las consecuencias del intercambio de Arami con las hadas. Desde entonces, el mago había dejado de resistirse a las restricciones y ni siquiera intentaba quejarse, aunque cada tanto clavaba la mirada en Xim. De alguna forma, eso era más inquietante que su anterior actitud rebelde.

—Mamá tenía razón, es mejor no tomar rehenes —murmuró Xim, dirigiéndose a Nancy—. Recuérdame no volver a hacerlo.

La hechicera, que cabalgaba a su lado iluminando el camino con una luz mágica que provenía de la punta de su báculo, suspiró.

—Es una emergencia. Cuanto más tiempo pase, más difícil será extraer la información del cadáver.

—¿Crees que sea verdad que este chico sea cercano a las hadas, que conozca al consorte del rey?

—No sé, es posible que haya mentido para intentar asustarnos. Pero creo que es más poderoso de lo que parece...

Arami, ajeno al intercambio, dormitaba. Su cuerpo se había resignado a la incómoda posición en la que lo habían colocado sobre el caballo porque no tenía otra alternativa. En cierto momento despertó con el golpeteo de una llovizna suave pero persistente que le humedecía la piel, y alguien lo cubrió con una capa para protegerlo del agua. Envuelto en la oscuridad, Arami se centró en el olor a tierra mojada para distraerse.

Al final, lo único que había conseguido con su intento de comunicarse con las hadas era que lo amordazaran, pero no le importaba. Aun así, aquello no lo hacía sentirse del todo desvalido, porque era prueba de que le tenían un poco de miedo. Al menos, pensarlo de esa manera era un pequeño consuelo que le daba esperanza, por más tonto que fuera.

Seguía siendo de noche la siguiente vez que despertó, ya no sobre el caballo, sino acostado en el suelo de piedra mojada de una construcción semiderruida. Un aroma a húmeda putrefacción flotaba en el aire entremezclado con el del bosque, cuya vegetación se asomaba a través de los agujeros de las viejas paredes. La luz lánguida que iluminaba el recinto venía de la hechicera, que estaba parada junto a Xim, sosteniendo su báculo. El resto del grupo tenía las armas desenfundadas y la vista puesta en él.

Las precauciones eran excesivas, considerando que seguía atado y amordazado. Era casi gracioso. En otras circunstancias, se habría reído.

—Vamos a soltarte para que hagas lo tuyo —dijo Xim, y se arrodilló junto a Arami—. No intentes nada.

Arami asintió, aunque no era que hubiera mucho que pudiese intentar contra un grupo armado y una hechicera más poderosa que él. Eso sin contar que pronto descubrirían que era verdad que también era un fracaso como nigromante.

Cuando lo desataron, Arami se limitó a tomar una bocanada de aire fresco y frotarse las muñecas, sin siquiera incorporarse. La llovizna de antes se filtraba a través de los huecos del techo, insistente y pegajosa. Para ese entonces, Arami sentía como si un dragón lo hubiera masticado y escupido.

—Mira —murmuró Xim—, perdón por este tratamiento, pero cuando esto termine te vamos a compensar por tus servicios.

Las palabras confundieron tanto a Arami que estuvo a punto de reír.