A juzgar por su apariencia, Casio había salido corriendo de la bañera apenas se le había ocurrido la idea. Tenía el cuello de la camisa a medio cerrar, y por su piel rodaban gotas de agua.
Dion se arrodilló sobre el colchón frente a él y se acercó a sus labios, primero con cierta aprensión, sin querer parecer ansioso. Venía deseándolos cada vez que su mirada terminaba sobre ellos, por una u otra razón. Los encontró calientes, más que la vez anterior, y se tomó el tiempo para sentir su textura: un poco rugosa por fuera, blanda y húmeda por dentro. Incluso si no funcionaba para despertar su magia, tenerlo tan cerca era placentero.
Algo tintineó en su interior. Pasó sus brazos sobre los hombros de Casio y se acomodó mejor sobre su regazo. Casio también hizo lo suyo para acercarlo, y lo atrajo contra él apoyando sus manos sobre su cintura.
—Siento algo —murmuró Dion, sin despegarse de Casio, que respondió con un sonido ronco de afirmación.
No estaba seguro de que tuviera que ver con ningún intercambio de magia, pero su interior bailaba. Los vestigios de dolor estaban siendo removidos por una ola de tibieza que se extendía por todo su cuerpo, y reemplazaba todo lo que estaba a su paso por una sensación placentera, a un ritmo vertiginoso. Sintió las manos de Casio descender por su espalda, y las invitó a seguir. Se sentía a punto de abrir una puerta, y quería ver lo que había detrás. Apartó la ropa que le dificultaba el avance y le abrió el camino a Casio hacia él.
—¿Está bien esto para ti? —preguntó Casio, dejando caer las palabras directo en la boca de Dion, que estaba acostado boca arriba sobre la cama.
—Más —respondió Dion, envolviendo los dedos en los rulos de Casio para moverlo hacia él.
Así que Casio siguió adelante, y sus cuerpos se confundieron, conectándose en un revoltijo de entusiasmo desordenado. Dion lo sintió entonces, una descarga en su interior: la cerradura se abría. Era una deliciosa sensación eléctrica que se convirtió en una corriente constante y viva, que se movía entre él y Casio, punzante y candente, llegando a rincones de su cuerpo en los que jamás había pensado.
La culpa que había venido sintiendo se disolvió, y Dion tuvo la certeza de que venir al mundo de los humanos sí había valido la pena. ¿Por qué tenía él que hacerse responsable por las malas acciones de otros? Estaría más alerta, pero no dejaría que el miedo definiera sus acciones tanto como para paralizarlas.
La sensación de comunión creció hasta que Dion pudo sentir el cuerpo de Casio, y lo que este estaba experimentando, como si fuera parte de él. La piel dejó de ser una barrera entre los dos. Había magia, sí, pero no del único tipo que él conocía.
El efecto se disipó cuando se separaron, aunque Dion quedó arropado en una energía agradable. El regreso a la realidad se le hizo extraño. Tuvo que ajustarse a la idea de que volvía a ser uno solo, y que el mundo era un lugar sólido, limitado y pegajoso. Casio estaba acostado junto a él, jadeando.
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El príncipe de las hadas (completa)
Fantasy(LGBT+) Un joven rey invoca a un príncipe hada para realizar un ritual mágico que mejore su suerte. ¿Qué tan mal podrían salir las cosas cuando el amor surja entre ellos? Fantasía/aventura/romance. Ganadora de un par de premios en los Wattys 2021...