Dion trató de evitar que Erika lo arrastrara para alejarlo del centro del campamento, pero era como si su cuerpo no hubiera despertado del todo. Escuchó a los caballos relinchar agitados; el fuego de la hoguera pareció agrandarse y gruñir, alimentado por la conmoción. Dion luchó contra la pesadez que lo aplastaba y consiguió invocar algo de magia para resistirse al agarre de Erika, que lo sujetaba con firmeza. Ella respondió empujándolo hacia abajo, contra el suelo de tierra, mientras Dion levantaba una ventolera a su alrededor. A pesar de que eso pareció sorprenderla, ella lo mantuvo donde estaba clavando una rodilla contra su vientre.
—¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó Dion, como pudo.
Ella palideció al escucharlo.
—¡No tengo opción! —respondió, temblorosa, y puso una mano sobre el cuello de Dion.
La presión de Erika le dificultó la respiración. ¿Tan fuertes eran los humanos? La posibilidad de que ella fuera la responsable de su perdición le resultaba inconcebible; sin embargo, allí estaba, atrapado bajo su peso y con el metal de los grilletes limitando su magia.
En el campamento, que había quedado más atrás, los otros dormían, aprisionados por el hechizo de Arami, y a Dion se le ocurrió que la muerte y el sueño eran parientes. Quizás, manipular el sueño de alguien fuera parte de la formación de un nigromante.
En eso, recordó la manera en que había podido deshacer el hechizo de silencio de Nora, y se preguntó si tendría la fuerza suficiente para interrumpir el de Arami. Mientras intentaba concentrarse en encontrar la forma a través de los hilos invisibles que tejían la magia, los dedos de Erika se cerraron sobre él con una fuerza avasallante e implacable. Sus ojos, sin embargo, contaban otra historia: estaban llenos de lágrimas.
—Perdón —repitió ella, sin soltar la mano con la que rodeaba la garganta de Dion. Con la otra, desenvainó una daga que guardaba entre la ropa.
Cuando intentó volver a escurrirse, Dion sintió el filo helado apoyarse en la piel de su cuello. El viento comenzó a aullar a su alrededor, furioso y confundido, pero eso no detuvo a Erika, que volvió a moverse para posicionarse detrás de Dion y consiguió llevarlo a la fuerza unos pasos más lejos.
Una nueva voz llegó entonces a través del silbido caótico:
—¡Dion!
Entre las sombras apenas iluminadas por la fogata, Dion vio a Casio arrastrarse hacia ellos. De alguna forma, había escapado también de la prisión de sueño.
El que hubiera conseguido escapar de las redes del hechizo de sueño era impresionante, pero no estaba del todo libre de su influencia. Su presencia, al menos, pareció sacudir a Erika, que se detuvo en donde estaba. Casio se puso de pie, temblando por el esfuerzo, y dijo, con voz ronca y amenazante:
—Si lo tocas, te mataré.
—Por favor —respondió Erika—, sí. Soy un peligro. No puedo controlarlo.
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El príncipe de las hadas (completa)
Fantasy(LGBT+) Un joven rey invoca a un príncipe hada para realizar un ritual mágico que mejore su suerte. ¿Qué tan mal podrían salir las cosas cuando el amor surja entre ellos? Fantasía/aventura/romance. Ganadora de un par de premios en los Wattys 2021...