Lo que sorprendió a Casio sobre la reina del bosque fue que la energía que llegó de ella estaba cargada de ternura y compasión. La sintió a través de la hierba sobre la que se arrodillaba, como si esta fuera una extensión de ella, junto con cada flor y hoja del escenario, que vibró mientras la reina se acercaba.
—Hijo —dijo ella, abriendo los brazos—. Me asustaste.
Dion se incorporó para ir a abrazarla, y ella lo recibió con con una sonrisa.
—Perdón —susurró Dion, hundiéndose en los brazos de su madre, que besó su frente y lo apretó contra sí.
Casio permaneció con la cabeza gacha y bajó la vista, sin querer interferir ni llamar la atención. Por el rabillo del ojo percibió la mirada curiosa de Zuri, que se encontró con la de él por un momento.
—Trajiste a un humano —dijo la reina—. ¿Es esta persona la razón de tu ausencia?
—Le debo un favor —murmuró Dion. Con cada palabra siguiente, su voz se fue empañando de congoja—. Se metió en problemas por ayudarme y no tengo suficiente poder para curarlo. Sé que no fui cuidadoso, pero pagaré el precio que sea para que él pueda salvarse. Cualquier castigo, cualquier orden...
Aunque no pudiera ver las lágrimas desde donde estaba, Casio supo que estaban allí. Manchaban las palabras de Dion con una angustia desgarradora que Casio sintió como propia. Casio se atrevió a volver a mirar hacia adelante y vio que Dion ya no estaba abrazado a la reina, sino postrado ante ella, con la frente apoyada en la tierra.
La reina se acercó a Casio en silencio. Al llegar a él, le hizo un gesto para que se pusiera de pie, y Casio obedeció. Dion permaneció donde estaba, hecho un ovillo.
—Has sido ensuciado por magia de muerte —dijo la reina, poniendo una mano sobre el pecho de Casio, tal como Dalia había hecho antes.
El contacto encendió su corazón con un calor delicado: una semilla arrojada al oscuro hueco del que emanaba el frío que congelaba sus entrañas. De ella nació un brote que esparció el calor, y raíces de energía vital comenzaron a limpiar el área. Por donde antes había invierno pasó una ráfaga de magia primaveral que se expandió por todo su cuerpo.
Envuelto en ella, Casio luchó por mantenerse despierto, al darse cuenta de que su cuerpo estaba rindiéndose a la promesa de un soñado descanso. A pesar de lo agradable de la sensación, temió que si se rendía a ella despertaría de vuelta en el mundo de los humanos, sin haber podido despedirse de Dion, sin poder volver a estrecharlo en sus brazos. ¿Podría volver a verlo, incluso? Tenía la certeza de que estaba siendo curado y exiliado al mismo tiempo. Al final, a pesar de haber trabajado para evitarlo, su mente se había aferrado a la idea de que Dion seguiría siendo parte de su vida, y mientras se sentía desaparecer en la corriente de energía proveniente de la reina, sus pensamientos fueron para él.
—Dion —alcanzó a decir. Una luz inmensa lo cegó. Venía de todas partes, y se llevó todo lo que estaba a su alrededor.
Despertó sintiéndose descansado. A lo lejos sonaba una suave música, y un poco más cerca, un murmullo de agua que corría entre las piedras. Un aroma dulce inundaba el aire. Supo que no estaba en la entrada del bosque cuando entendió que yacía sobre una superficie mullida. Sus latidos se aceleraron, al tiempo que se preguntaba si alguien lo habría encontrado y llevado a otro lugar.
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El príncipe de las hadas (completa)
Fantasy(LGBT+) Un joven rey invoca a un príncipe hada para realizar un ritual mágico que mejore su suerte. ¿Qué tan mal podrían salir las cosas cuando el amor surja entre ellos? Fantasía/aventura/romance. Ganadora de un par de premios en los Wattys 2021...