ni-ki.

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La pelinegra terminó dormida encima de aquella mesa de madera, en medio del parque

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La pelinegra terminó dormida encima de aquella mesa de madera, en medio del parque.

El pelo negro de la contraria moviéndose levemente por el suave aire que había en el parque aquella tarde soleada de agosto.

Mientras Ni-Ki observandola, a unos metros de lejanía, con serenidad. Sonrió negando levemente con su cabeza, hasta acabar de acercarse por completo a la mesa.

Miro a la contraria por unos segundos, con calma. Para después toser levemente y apoyar sus dos manos de un golpe en la mesa, levantando así a la contraria de su sueño.

La chica se levantó, con su cabello algo despeinado y un rostro confundido.

- ¿Qué...?

- Tan linda durmiendo y tan fea despertando. - dijo el rubio, sentándose en frente de la chica.

- Agh.. - soltó la contraria, cerrando sus ojos al darse cuenta de la situación.

Ni-Ki solo soltó una leve risita.

- ¡Tardaste mucho en llegar! ¡No es mi culpa! - utilizó la chica en su defensa.

- Ajam. - le restó importancia el rubio.

- ¡¿Cómo puedes hacer esperar a una chica el día de su cumpleaños?! - dijo de mala gana mirándolo. Revisó toda la anatomía contraria. - ¡Ni siquiera traes regalo! - acusó, apuntándolo con su dedo índice.

- Se me olvido que era tu cumpleaños, ni siquiera tuve tiempo de comprar algo improvisado. - dijo intentando defenderse también, el contrario.

- ¡Yo siempre recuerdo tu cumpleaños! - lloriqueó.

- Lo sé, lo sé.

El chico extendió su mano hasta tomar la de la pelinegra, quien le echó una mirada fulminante.

- No intentes comprarme con gestos bonitos. - murmuró sin quitar su mirada.

- ¡No lo hago! - se defensó el otro. - ¡Siempre hago estas cosas contigo! ¡Estamos saliendo, YuJin!

YuJin, sin embargo, no quitó su mirada.

- Esta bien, te creo... - musitó, aunque no parecía que le estuviera creyendo.

Ni-Ki rió y obligó a la contraria a entrelazar sus manos, para después hacerla levantar de aquella mesa.

Sin soltar sus manos comenzó a caminar hacia algún lugar que la pelinegra desconocia pero tampoco quería conocer.

Solo sonreía porque Ni-Ki tiraba de ella, entrelazando sus manos.

El rubio la llevó hasta la parada de autobuses y al llegar allí soltó sus manos.

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