sunghoon.

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Esta es una historia sobre orgullo y olvido

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Esta es una historia sobre orgullo y olvido. Amor, sacrificio. Y destino.

Si deseas escapar de este giro del destino, recuerda las siguientes palabras; Bite Me. 

Heeseung despertó. Su pecho subía y bajaba sin moderación, su corazón latía como nunca antes lo había hecho, notaba la sangre correr y arder por sus venas. Su mirada fija en la pared, ¿cuánto tiempo había dormido? Mucho, al parecer. Sin embargo, se sentía cansado, acalorado, desesperado. Sus ojos, todavía clavados en la pared beige, recordaron esos ojos marrones. Ella había escapado junto a Sunghoon. Recordó esos ojos llorosos, a los seis mirándola, y a Sunghoon, en medio de la noche, rodeándola entre sus brazos para desaparecer. Esto tenía que acabar. 

Se levantó sabiendo perfectamente a dónde dirigirse. Como era de esperar, no era el único con aquel sentimiento. Los notaba. Los notaba porque ellos compartían todo. Subió las escaleras rápidamente, moviendo vagamente los ojos hacia arriba, esperando encontrarse con sus hermanos. No se encontró con ninguno hasta que hubo llegado a la sala, los cinco estaban sentados en su orden habitual, sin hablar, solo mirando al mismo punto fijo en el suelo. En cuanto la presencia de Heeseung se hizo notar, todos se levantaron. Rígidos como robots. Heeseung se unió a ellos y una vez todos juntos, supieron que la hora había llegado. No hicieron falta las palabras, el primero en luchar sería Jungwon. Pero antes de eso, supieron que tenían que hacerlo. Se colocaron en fila, Jungwon cerró los ojos y cuando se dio cuenta, dentro suyo estaban recogidas las almas de sus hermanos, así como su poder. Jungwon no perdió el tiempo, Sunghoon también formaba parte de ellos, Sunghoon sabía que estaban listos.

Sunghoon miró a la muchacha pelinegra temblar con la cabeza escondida entre sus brazos. Sunghoon recordó la noche en la que le pidió que la ayudase, que escapase. No hacían falta más explicaciones, pues tanto Sunghoon como ella comprendieron que la hora no se podía posponer más. Eso en lo que tanto habían estado pensando, eso en lo que el mismo Sunghoon estaba de acuerdo. Pero, aun si iba en contra de sus ideales, sus pensamientos, sus opiniones, contra su propia persona. Sunghoon siempre elegiría lo que ella pidiese. Sunghoon escuchó en su interior los pensamientos de su hermano. Tenía razón, toda la razón. Sunghoon no quería verla morir, sus hermanos estaban cansados de la inmortalidad. Ella no quería verlos desaparecer. Y Sunghoon tenía un dilema. La inmortalidad era difícil de llevar, pero peor debía ser terminar en un lugar sin sus hermanos, no estar con sus hermanos era su mayor pesadilla. Sunghoon se acercó a la chica que lloraba cohibida, acarició los suaves mechones negros que descendían por sus brazos hasta la mesa, causando así que ella levantara la mirada y lo viera. Intentó animarla, ¿pero como animabas a alguien en aquella situación? Ni el mismo Sunghoon estaba bien. ¿Prefería verla morir? ¿A ella? No. No podía. Pero sus hermanos... No quería separarse de ellos tampoco. Era una estúpida cuestión. O morían ellos o lo hacía ella. Y su corazón solo latía por la muchacha. Debía salvarla, pero si ella le pedía que hiciese lo contrario no podía desobedecer. Y ahí estaban.

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