heeseung.

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Resposabas, tranquila, encima del sofá de casa

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Resposabas, tranquila, encima del sofá de casa.
Una casa diminuta realmente. De las más pobres de Corea, seguramente. Una de esas casas construidas hace veinte años, bajo tierra. Bueno no del todo. Pero si que la única ventana que tenías en la Sala cuadraba justo con el suelo de la calle. Y para salir de aquel cuarto debías de subir unas escaleras.

Pasabas el dedo por tu teléfono, tenías ese desde hacía prácticamente tres años. Y es que usaba tu hermano mayor antes. Mirabas noticias recientes, ya que la tele se había estropeado hacia dos días. Mientras pasabas de repente una nube con la inscripción «Oh, parece que no tienes conexión, inténtalo más tarde! »

Entraste en ajustes y miraste las redes Wi-Fi. Entraste en la que ya estabas acostumbrada, la de la vecina de al lado. Solían robarle ya que no tenía contraseña. Pensaste que se había desconectado solo o algo, pero en cuanto pulsaste un aviso de “Inscriba aquí la contraseña” apareció en pantalla.

Suspiraste frustada, levantandote del sofá.

— ¡Papá! ¡La vecina puso contraseña en el Wi-fi! — caminaste hasta el pasillo. No había puerta que separara la diminuta sala del pasillo que daba paso al baño y dos habitaciones. Para después dar paso a la puerta de la casa.

Tu hermano salió del baño, secando su pelo.

— ¿Es enserio?

— Sí. — dijiste mirándolo, y tu padre salió de una de las habitaciones, que tampoco tenía puerta.

— ¿Estamos sin señal entonces? ¿No funciona WhatsApp?

Negaste con la cabeza y en ese preciso momento la puerta de entrada — y la única que había — se abrió dando paso a tu madre con una bolsa plástica y una sonrisa.

— Cariño, ya no tenemos seña-

— Callate. — dijo la mujer, ignorando a su marido. Pasándolo de largo y caminando hacia su hija. Osea tú. — Hija mía.

La miraste con una mueca de disgusto. Estaba demasiado contenta. Tu madre se caracterizaba por ser la mujer de la casa, por mandar y siempre mantener a tu padre a raya.

— Conseguí por fin un profesor para ti.

— Mamá ya te dije mil veces que no hagas eso. No podemos permitirlo. Suerte que puedo ir a clase todavía.

— ¿Como piensas pagarlo? — pregunto tu hermano.

— No tenemos que preocuparnos de eso, Jake. — miro a su hijo mayor de mala gana, para después devolver la vista a ti con esa sonrisa extraña que te daban ganas de tirarte de un puente. — Es el hijo de un amigo de la escuela, lo hará gratis. Hable con el mismísimo niño, dijo que no tiene problema.

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