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heeseung.

Todos sabían quien era Akiko Yoshida, o más bien conocían a su famosa y extravagante madre, Ayumi Yoshida. Una detective de tan solo cuarenta y cuatro años, -aunque se conservaba como una preciosa flor. - proveniente de Japón, en donde había empezado siendo una simple detective juvenil, hasta llegar a ser la detective más reconocida de todo Corea del Sur.

Aunque sí es cierto, que mucha fama aguarda en Akiko, una joven de diecisiete años con un gran ingenio y un increíble don para la deducción, seguramente heredaro de su brillante madre.

Otra cosa más que había hererado Akiko de su madre era su gran libertad. Y de hecho no era nada raro verla por la Oficina de detectives donde trabaja su madre, incluso en horas lectivas. De hecho ya todos la conocían por ahí, había ayudado en numerosos casos a pesar de las amenazas de su madre en cuanto estar en aquel lugar.

De hecho la señora Yoshida parecía más como una hermana mayor que una madre. Tal vez es porque todavía es bastante joven. O tal vez porque Akiko era su única hija y había bastante confianza entre las dos.

- Akiko, ¿otra vez por aquí? - preguntó el detective Park, el señor que siempre acompañaba a su madre a todos los casos, eran como compañeros inseparables.

El señor Park - un hombre de unos treinta años.- escaneo a la adolescente con la mirada, quien estaba recostada en la silla de su madre con los pies sobre el escritorio de la anterior mencionada.

- ¿No te alegras de verme, Detective Park? - preguntó la pelinegra, con un leve puchero acabando la bolsa de papas que llevaba comiendo ya un buen rato.

- Si tu madre te viera haciendo eso; - señaló los pies que reposaban encima de la mesa, mientras que iba hacia su escritorio. - te mataría.

- Lo sé. - soltó una pequeña risa, sin quitarlos.

El detective Park también soltó una leve risa, antes de agarrar unos documentos y caminar hacia la salida de los despachos.

- ¿Qué es eso? - preguntó la muchacha corriendo detrás de él para ver los papeles.

- Nada.

- ¿Cómo que nada, Señor Park? - preguntó con un tono algo infantil.

- Tú madre quiere mantenerte alejada de este caso. Así que haz caso, y ves a tu Instituto. - miró su reloj. - Todavía son las diez y media, deberías estar en clase.

La chica soltó una leve risita, rascando su nuca, dejando que el señor Park saliera por completo de la habitación. Aunque los dos sabían bien que Akiko no iba a mantenerse alejada ni nada por el estilo.

El hecho de que su madre no quisiera que ella se involucrara, le daba todavía más ganas de saber de que se trataba y colaborar junto a la agencia.

Siguió sigilosamente por los pasillos al detective Park, hasta llegar a la Sala de reuniones. Allí habían bastantes de los detectives que Akiko conocía, aunque faltaban algunos. Supuso que entonces tampoco sería un caso de tanta importancia.