Capítulo 6

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DANIEL LEÓN

—Una estrella de muerte está ensombreciendo su rostro —comenta la nodriza Athir, entristecida por el feo panorama—. ¿Puede el señor impedir que se le escape la vida?

—Eso intentaremos —prometo.

Antes había enviado a Athir y Elizabeth a dos puntos de requisición. Ahora la nana limpia el cuerpo de Damara con un paño al que le ha untado aceites medicinales. A mi juicio no sirve de nada, pero ya que tampoco le hará daño, le permití hacerlo. Me acerco a la chiquilla para revisarle los ojos y el pulso, debo mantener ambos muy vigilados. Por el ritmo del corazón y el tamaño de sus pupilas reconozco que la conversión empezará en cualquier instante. Necesito desnudar parte de su costado, confío en mi profesionalismo al levantarle la blusa. Alrededor del vendaje, los cardenales se le ramificaron. Su preciosa piel pálida está exponiendo sus venas, que se ven violetas.

—Llegó la hora. Ustedes esperen afuera, por favor.

Elizabeth entiende, pero la nana parece confundida y negada a obedecer.

—Necesito que salgas —insisto.

Tengo dos razones. Número uno, si las cosas se complican, la nodriza podría alterarse. No quiero lidiar con histéricos en medio de algo tan delicado como lo que vamos a hacer, eso solo empeoraría la situación. Número dos, planeo aprovechar la mínima oportunidad que tenga para robar sangre, así que mientras menos miradas tenga sobre mí, mejor será.

—Haz lo que dice. —Diego aparece cerca de nosotros.

Es una pena que no pueda sacarlo a él también. Suspiro y me dedico a organizar lo que le he pedido a la esclava que me traiga: reservas de sangre.

Mi gerencia tiene convenios con distintos institutos humanos y con su estado, solo así nuestra sociedad ha podido surgir. En una nota que le di a Athir estaba mi firma, la autoricé para que le entregasen en mi nombre algunas bolsas en el banco de sangre. Damara necesitará mucha para resistir.

La conversión en vampiro se divide en tres etapas. Siendo la primera la más peligrosa, el proceso empieza con fiebres que superan los 50°, alzas de tensión, disnea, taquicardias de hasta 700 pulsaciones por minuto, dolores óseos y articulares. Todo acompañado de una hemorragia que no cesará hasta que toda su sangre humana se haya auto consumido.

Una persona sana padecería y superaría todo esto pese a la incomodidad, que es bastante jodida debo decir. Pero una persona malherida y débil como Damara... Espero que pueda salir de esta.

Cuelgo las bolsas de sangre como una cenefa, planeo hacerle una transfusión. Meteré en sus venas la sangre necesaria para que sus órganos sigan funcionando mientras que su cuerpo bota la suya espontáneamente... a la par que desperdicia ese vino que tanto me provoca y me excita, que tanto me dolerá perder.

Sacudo la cabeza. Necesito concentrarme.

Monto la cenefa a la columna de la cama. Descubro a la chiquilla mirándose a un espejo de mano que ha tomado.

—Es raro —murmura débil—, pero me fascina. Mis ojos se ven hermosos, tenebrosos, aunque hermosos.

Le arranco el espejo. No quiero que su imagen la perturbe, diga lo que diga. Ahora mismo su piel ha dejado la palidez para teñirse de un cadavérico gris. Tiene la boca tan morada como si se hubiera asfixiado. Y sus ojos están rojos por la ruptura de sus venas oculares.

Ofres aní —pronuncio cerrando mis ojos.

Ofres aní es una expresión en zansvriko «la lengua de los vampiros», y con ella invoco a la suerte. La necesitaremos.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora