Capítulo 23

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DANIEL LEÓN

—Lo siento...

Me disculpo con Lara mientras atiendo la herida en su cara. Me he excedido al morderla como lo hice, tendrá que llevar vendaje. Está sentada sobre la mesa, sus manos sujetan mi cintura, y yo de pie le doy costura a la piel de su rostro, algunos puntos. Al menos no le arranqué el pedazo o no habría podido recuperar su belleza, la cicatriz en este caso acabará por cerrarse devolviéndole su tez habitual.

—Estás raro —comenta.

Su voz no es un reproche, ni siquiera una crítica. Solo una acotación dicha a tono bajo.

—Lo sé. —Limpio antes de ponerle gasa—. Es esta ciudad. Está maldita para mí.

—Extraño Montemagno. —Hace un gesto triste.

—También yo.

—¿Cuándo volveremos?

En teoría ya nada me retiene...

—En menos de lo que crees.

—¿De verdad? —se entusiasma.

Asiento. He terminado con mis atenciones en su herida, ella ensombrece su expresión y acuna su mano por sobre el vendaje.

—Las otras flores se burlarán de mí...

—Claro que no. —Me siento culpable—. A la que se atreva, le cortaré la lengua.

Se sonríe.

—Mentiroso... —Dos de sus dedos caminan por mi pecho—. Adoras demasiado nuestras lenguas como para hacer algo así.

—Por ti se las arrancaría. —Sujeto su mentón con suavidad para alzarlo hacia mí y darle un beso.

El beso que le dedico es dulce, sin intenciones sexuales esta vez. Pese a que yo no esté enamorado de ninguna de mis hembras, me gusta hacerlas sentir bien, no solo en cuanto a placer lujurioso se refiere. El deseo saca de mí mi parte más animal, pero cuando no me enceguece soy un caballero. Lara disfruta nuestro beso, recibiéndolo con cariño, no sé si con amor. Acomoda un mechón de su cabello tras su oreja derecha al separarnos y deja escapar un suspiro que se ha forzado por ocultar. Siendo honesto conmigo mismo, me siento mal por lastimarla. Si ella no tuviera la naturaleza vampírica, la fuerza en mi mordida la habría matado. Engañándome a mí mismo, mis disculpas no van solamente dirigidas a mi flor...

De regreso al club me encuentro con Diego que ya me está esperando en mi despacho.

—¿Me necesitabas?

Hora de mentir.

—Sí, pero lo resolví enseguida. La verdad había olvidado que tu permiso era hasta que amaneciera.

—¿Qué pasó? —insiste con interés honesto.

—Ya nada. —Resto importancia—. ¿Pudieron compartir ustedes?

—Sí. Necesitábamos privacidad. No podemos ser nosotros mismos en casa de mi hermana, si sabes de qué hablo.

—Comprensible... Me alegra que encontraran la forma. Se acerca su aniversario de bodas, ¿no es así?

—Será en unos días. Dentro de poco alcanzaremos dos décadas, ¿puedes creerlo?

—El tiempo vuela, según dicen.

Y en esta ocasión, el dicho ha aplicado para mí.

Aprovecho mi tarde cerrando tantos casos como puedo, organizando las carpetas que serán desechadas, las que irán a Montemagno, y las que enviaré a otros vampiros a mi cargo fuera del país. Pongo a mi esbirro al día por completo acerca del caso de los impuestos robados en Alemania, y le explico lo que sucederá con el responsable en el futuro inmediato. Ya que viajaré de regreso a mi zona de confort, me encargaré del ladrón allí.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora