Capítulo 28

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DAMARA VOOHKERT

Gasto el viaje hacia Montemagno haciendo lo mismo que las últimas horas: tratar de recordar lo que pasó. Tengo una laguna desde que estaba en el cementerio, hasta que volví con mi familia. Un segundo terminaba de tapar la tumba, y al momento siguiente escuchaba los reproches de mi hermano. Estoy segura de que yo solo estaba sucia de tierra, sin embargo, llegué a casa bañada en sangre. Despedirme de mi ciudad fue difícil. Toda mi vida esperé dejar atrás mi mundo humano, pero llegada la hora lloré mucho. Aquella casa me había visto crecer, el Zethee me arrebató a Athir, y ahora conocería la casa del Sol haciendo labor social como una delincuente. Tengo esperanzas de ver a mi nodriza como sea. Espero que las cosas se arreglen y la mantengan conmigo.

—Pssss.... ¡Hey!

Diego me llama. Yo estoy sellada en mi lugar porque le temo a las alturas.

—Damara, mírame.

Maldita sea.

—Le diré al piloto que haga piruetas si no me miras.

Giro apenas el rostro hacia él.

—¿Quieres jugar? —susurra con expresión maliciosa.

Dando brincos sobre su sitio con mucha fuerza, hace ondear la máquina a su antojo. Yo empiezo a gritar, aferrando una mano al borde del asiento y otra al brazo de Elizabeth, que está junto a mí.

—¡Salta conmigo!, ¡será más divertido si lo hacemos todos juntos!

—¡Diego! —le censura su esposa.

Carcajeándose, la peste que tengo por hermano finalmente se apacigua.

—Lo siento, no quería desaprovechar la oportunidad —dice amable —. En serio, ¿por qué no te asomas a la ventana? ¿No quieres saber cómo se ve la tierra de noche desde esta altura para un vampiro? Ya casi aterrizamos.

Me alegra saber eso al menos, pero qué terrible la sensación en el estómago durante el descenso a tierra. Espero llegar para quejarme, una idea que se me va en cuanto miro Montemagno por primera vez. La pista franquea con un bosque hasta donde mi visión se pierde.

—¿Esto es todo?

Elizabeth se ríe.

—Sostenlo. —Diego me entrega mi mochila.

Un vampiro de tez canela camina hacia nosotros, lleva una vestimenta muy singular. De color violeta y muy larga, su gabardina le pasa las rodillas. Dos líneas blancas parten desde sus hombros hasta su cintura, demarcando el juego de botones del mismo color que cubren su pecho. Trae consigo una agenda, se da la mano con mi hermano para saludarse, pero es algo muy formal, ni siquiera se sonríen.

—¿Número de filiación? —me pregunta a mí.

—¿Qué?

—Raeh, está recién conversa, no se ha registrado todavía. Lo hará hoy.

—Vaya... Serás responsable de ella entretanto. Enviaré a alguien en unas horas para que me dé parte del nuevo número.

El vampiro nos analiza con inquina caminando en nuestro entorno, echando ojo a nuestro equipaje y anotando no sé qué cosa. Diego me hace una seña para andar.

—Vamos al área de descanso para que arregles tus cosas, de ahí te llevaré al registro de una buena vez.

—¿No me quedaré con ustedes?

Yo sé que el área de descanso es una especie de hotel, separada de las residencias donde habitan los ocupantes permanentes de Montemagno, como mi hermano y Elizabeth.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora