Capítulo 32

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DAMARA VOOHKERT

—¿Demasiado pronto para molestar?

Llego al sitio donde Aer me pidió que lo buscara. El edificio tiene aspecto de museo entomológico, con cientos de aparadores conteniendo toda una colección de insectos conservados. Su oficina, por lo que veo parece más un laboratorio, tiene las paredes tapizadas con libreros, afiches y revistas.

—Me preocupaba que no pudieras encontrar el área, bienvenida a mi madriguera.

Entro, curioseando todo.

—Disculpa el desorden, estoy haciendo un trabajo con osos a la par del proyecto que postulé aquí, y gestiono dos programas de ecología a distancia.

—Está más limpio que mi habitación.

—Desordenada y hermosa. Interesante. ¿Qué edad tienes?

—Diecinueve para siempre. —Frunzo los labios.

—¿Era lo que querías?

—Quería estar aquí, pero no sabía que sería tan pronto.

—¿Se adelantó?

Asiento cordial, ahorrándome por ahora los pormenores.

—¿Has cazado?

Vuelvo a asentir.

—¿Cuántos años tienes tú?

—Nací hace cuarenta y dos.

Me lo quedo viendo, tratando de imaginar cómo luciría si reflejara su edad real.

—¿Qué? —Me sonríe.

—Nada.

Baja la mirada un instante, sin deshacer el gesto.

—Tengo que hacer un envío, ¿te gustaría acompañarme?

—¡Claro!

Salimos de la torre, andando a paso humano por la senda. Lo único que Aer lleva consigo son algunos sobres de cartas. Me hace preguntas triviales, para saber mi color favorito, comidas preferidas, música e intereses. Un murmullo de lo que parece ser un alboroto a lo lejos, llega a mis oídos.

—¿Oyes? —Me detengo.

—El Rand miara está a un kilómetro —responde con el ceño fruncido.

Le miro, confundida.

—Mercado de piezas, si lo traduces del zansvriko.

—¿Piezas de qué?

—Así se les dice a los humanos que participan en el festival —escupe como si fuera lo peor del mundo.

—¡Quiero ver! —grito ansiosa.

—No es una buena idea.

—Es mi primer festival de cadáveres, nunca he visto algo así.

Sin darle oportunidad de negarse de nuevo, me deslizo ignorando el par de veces en que grita mi nombre. Sonrío sin detenerme cuando noto que se ha puesto en marcha también para seguirme.

Vampiros de aire astuto se apuestan a gritar frente a los cercos de madera que delimitan el área, invitando a los posibles compradores a entrar. Aer aparece a mi lado con la incomodidad en la expresión.

—No quiero entrar en este sitio.

—¡Será solo un momento! Quiero ver. ¿Así que Rand miara?

—Y esos son los Miara orpo, o lo que es lo mismo: mercaderes.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora