Capítulo 9

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DANIEL LEÓN

Después de la primera fase de la conversión de la chiquilla, puedo dedicarle tiempo al asunto del ataque y a mí mismo. Envié a Elizabeth en un jet a Montemagno, que voló según mis instrucciones para trasladar el cuerpo del vampiro incógnito y así poder darle identificación. También aproveché el viaje para que trajeran a una de mis flores, Lara, que se me ha antojado más que el resto dadas sus similitudes con Damara. No he destapado la bolsa de sangre donde tengo escondida la braga de algodón, porque la usaré con ella.

La espero en la suite de un hotel. Dejé a Diego cuidando de su hermana, se supone que le avisaré cuando tenga los datos del cadáver anónimo, pero mientras eso ocurre, yo necesito apagar el antojo que me está enloqueciendo.

—¡Daniel!

Mi flor se emociona al entrar, corre hacia mí para abrazarme, pero antes de que siquiera me toque yo le doy la vuelta y la empujo contra la mesa con su culo hacia mí, levantándole la falda corta y holgada que lleva. Apenas estamos en la sala. No le molesta. Me conoce. Hace años que es mi zorra, sabe que puedo ser paciente o demandante, dependiendo de la urgencia. No le doy tiempo de decir una palabra, lo próximo que sale de su garganta es un grito, dolor, placer, no me importa en este momento. Me la follo sin preámbulos y me la follo duro. Unas cuantas primeras embestidas para calmar la desesperación.

Cierro mis ojos porque no es a ella a quien quiero ver. Saco de mi abrigo la bolsa plástica, el olor se escapa para drogarme. Dejo que mi polla erecta apuñale el culo que sigue firme mientras destapo el regalo con mis dos manos. Paso mi nariz por sobre la braga expuesta.

Suelto un gemido y sé que Lara piensa que es por como me aprietan sus paredes, pero el verdadero placer me lo está dando mi trofeo robado.

Dejo de moverme dentro de su cuerpo. Me permito mirar, quiero ver la sangre.

—¿Cómo te usaré? —murmuro.

—¿De quién es? —me interrumpe Lara, ladeando su cabeza para mirar. Lo ha sentido.

—Cállate.

Me salgo de ella.

—Déjame ver —pide sonriente, bajando de la mesa.

—No es para ti —amenazo—. Acuéstate. —Señalo en dirección a la cama.

Obediente y saltarina, Lara se desnuda y hace lo que le pido. Yo también me desvisto. No puedo dejar de respirar el olor. Me subo al colchón sin dejar de mirar la braga totalmente roja y empapada, hipnotizado. La bolsa la conservó muy bien.

—No quiero que hables. —Levanto un dedo en advertencia—. Ni una palabra.

Acaricio la tela, las yemas de mis dedos se empapan y no puedo creerme la suerte que tengo. La sola expectativa de todo lo que puedo hacer me hace temblar como a cualquier adicto. Cuando los vampiros encontramos sangre que nos atrae de esta manera, nuestros sentidos, sensibilidad y sensaciones se intensifican por mil.

Vuelvo a cerrar los ojos.

Respiro y aspiro sobre la braga, llenando no solo mi nariz sino también mi boca con el efluvio que desprende. Lo retengo en mis pulmones como si lo fumara. Siento un mareo agradable que estimula mi erección. Pienso en Damara. Imagino que es ella la mujer que tengo aquí desnuda.

Entonces la dueña de mi circo aparece también...

Akie Zarina está acostada cerca de mí.

Y le doy rienda suelta al pensamiento que reprimí hace tantas horas, cuando acariciaba las venas hinchadas de la chiquilla.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora