Capítulo 13

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DAMARA VOOHKERT

La pisada fuerte de alguien sube los tres escalones de la entrada principal y se detiene ante la puerta. Tras un suave tintineo, introduce la llave en la cerradura girando la perilla. Cruza el umbral cerrando el acceso tras de sí. Silencio. Se abre una puerta aún más cercana, dos voces conversan entre ellas. La de tono más grueso se calla, mientras que la voz más apacible continúa hablando animadamente.

Estoy completa y absolutamente dormida, pero mi cerebro registra como una máquina contadora todo cuanto sucede a mi alrededor, sin perturbar mi sueño. Cuando me siento descansada, despierto aún con los párpados cerrados, consciente en mi totalidad.

Mi entorno me bombardea. Cada objeto en mi habitación tiene su propio olor, incluso aquello que no había notado: plástico, papel, metal, tela.

Abro los ojos.

Nada ha cambiado y todo es distinto. Me deslumbran la intensidad de los colores y los detalles de cada textura, que me hacen redescubrir todas las superficies. Hay vida en cualquier parte. Me niego a parpadear porque no quiero arriesgarme a perder para siempre tales maravillas.

Un sentido que no puedo determinar me hace reconocer la presencia de Elizabeth moviéndose en el corredor. Detecto la suavidad de su cuerpo, respiro por primera vez su efluvio, entiendo que está a punto de entrar. Antes de que yo siquiera lo piense, la sola posibilidad de que me descubra en este estado me hace levantarme, lo hago con una intensidad espontánea que no sé si ha sido delicada o violenta, parece una mezcla antinatural de las dos. De espaldas contra la puerta de mi baño, me da curiosidad descubrir qué sentiré al tocar el agua. Mi intención es abrir el grifo, pero de repente hay un chorro que se dispara desde el lavamanos hasta el techo, bañando el lavabo, los estantes, y la baldosa.

El hilo de luz que entra por las hendiduras se une con las gotas que rebotan por doquier, formando tantos arcoíris que no los puedo contar, de todos los tamaños, de todas las formas posibles e imposibles.

La lluvia de colores termina con Diego acuclillado sobre la válvula maestra.

—A partir de ahora, quiero que hagas de cuenta que todo, todo, está hecho de papel —dice.

—¿Por qué no puedo ver los ácaros que caminan por tu cara?

—Creo que eso sería demasiado turbio.

—Aterrador —añade Eli, cortando un suspiro con pesadez.

Diego niega con la cabeza, mirándome con expresión astuta.

—¿Qué pasa?

—Pasa que mi hermana es una vampira completa... y es preciosa.

No puedo evitar el cosquilleo en el estómago, ni frenar las comisuras de mi boca al extenderse.

—¿De verdad? —Me siento entusiasta e inquieta—. ¿Me puedo ver?

Diego asiente con una sonrisa aún más amplia, invitándome a seguirle. En un abrir y cerrar de ojos desaparece de mi vista y le escucho caminar arriba, por el ático. Elizabeth se aparta. Con mi autoconfianza aún a medio construir, ni siquiera sé cómo me muevo. ¿Acaso el piso se sacude? Mis pies simplemente flotan sobre una correa movible que me lleva a donde ahora estoy.

—¿Viste eso? —le pregunto a mi hermano, casi sin poderlo creer.

—Eso no es nada —se burla—. Estás lenta, fofa. Yo te enseñaré a ganar verdadera velocidad.

Se sonríe con suficiencia y, poniendo su mano en el picaporte, abre el desván donde han estado escondidos todos los espejos.

Diego permanece en la entrada. Yo avanzo suspicaz, sin levantar mis ojos. Quiero verme entera, sin que piezas divididas me muestren nada antes. Caminando hasta el modelo más amplio, lo primero que pienso es: soy, y no soy yo.

Me percibo a mí misma como una obra que ha sido tallada por dos arquitectos. El primero, quien me creó humana, fue un inexperto aficionado, sin ninguna práctica o técnica. Me había construido con desgano, sin motivación y con los materiales más inferiores. El segundo arquitecto, quien me ha hecho vampiro, es un artista. Ha puesto minuciosa dedicación a su trabajo, lo ha hecho con amor, pasión y fina delicadeza. Utilizó materiales perfectos y únicos.

La piel de mi rostro es suave. Mis labios están rojos y húmedos. Toco mis pestañas, cuatro o seis veces más voluminosas, largas y curvas, transforman mi mirada por completo. Mis ojos ya tienen su color azul natural, pero ahora con un brillo casi etéreo. El cabello oscuro, de un tono más afianzado, enmarca mi silueta femenina, cae delicado y brillante hasta las puntas donde serpentea en suaves rizos. Los acaricio, el contacto la hace cosquillas a mi piel.

Siguiendo el instinto e ignorando mis temores, deslizo mi lengua al ras de mis dientes caninos con la mirada fija en el espejo y, de pronto, un par de colmillos bajan. Tan preciosos, que también los toco. Escucho mi propio corazón golpear fuerte.

—Soy perfecta.

—¿Y cómo te sientes? —inquiere Diego, acomodándose detrás de mí.

—Poderosa —hablo sin dejar de ver mi imagen.

Observo mis manos abrirse y cerrarse en un puño, ¡y entonces lanzo el mejor de mis golpes a su cara! Lo hago con todas mis fuerzas, pero él lo detiene con tesón.

—¿Tienes hambre o sed?

—Ninguna...

—¿Pero?

Bajo mi brazo, hay algo de lo que sí tengo ganas, pero no identifico qué. Sospecho lo obvio, pero es que no se siente como imaginé que sería. La sangre en sí no es sabrosa. Sabe a chupar una moneda con sal. Sin embargo, beberla podría ayudarme a sentir más relajada. Estoy ansiosa. Sé que si la tomo, estaré menos inquieta. Mi hermano adivina mis pensamientos.

—A diferencia de lo que es para los humanos, a nosotros la sangre nos estimula —dice—. ¿Has oído hablar acerca de que los vampiros deben aprender a controlarse al beber?

—Eso creo.

—Son tres las cosas de las que debes tener dominio. La primera de ellas es del estado carente. Abstenerse de beber es lo peor, por eso debes procurar ingerirla con una frecuencia que te garantice que no perderás el control de ti. Acostumbra a cazar con regularidad, a almacenar sangre en casa, de lo contrario enfermarás tanto en cuerpo como en mente, es algo que no debes permitir que pase. La segunda, es la cantidad. De un humano puedes beber para satisfacerte al momento, y de él mismo extraer para guardar. No la tomes en exceso, bien puedes hacerlo de vez en cuando, todos en algún momento lo hacemos, brindamos con ella en las fiestas, pero la desproporción no debe ser una constante. Sobre todo tú, que apenas empezarás. Como toda dependencia, tus necesidades eventualmente irán en aumento y tendrás que tomar cantidades más grandes para la sed que antes saciabas con dosis más pequeñas. ¿Entiendes?

Suspiro hondo, pero asiento.

—Por último, y me parece que es la más difícil, debes aprender a dominar tu consciencia cuando bebas. Los vampiros podemos asimilar las hormonas, y eso es lo que actúa como sobreexcitante. Estimulan tu mente de un modo con el que tienes que aprender a convivir. Por eso estaré contigo en tu primera cacería y en todas las que requieras, tienes que trabajar en esto para que te puedas desenvolver, así cuando lo hagas sola podrás dominar tus sentidos y no ellos a ti.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora