Capítulo 34

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DANIEL LEÓN

Me veo tentado a interrumpir la cita de Damara y Aer, pero me esfuerzo por dejar que los hechos tomen su curso. Mientras recibo los reportes de los sitios que recorren y lo que hacen, paso las horas encerrado. El vampiro ladrón que robó en Alemania es traído ante mí, y se supone que debo encargarme, pero me falta mente e interés, así que mando a que lo aten en una cámara tras mi despacho. Toda mi atención está en el reloj, yo he pedido que se me informen los actos de Damara cada veinte minutos.

Su paseo no ha sido tan relevante, pero finalmente me entero que, al despedirse, ellos dos se han dado un beso. Decido que ya he sido demasiado paciente, llamo a mis guardias para mandar a traerla por las malas. Esta vez mi recibimiento será muy diferente al que planeé, en cambio es el que he debido darle desde el principio. Me pongo mi uniforme zansvriko blanco de corbata roja, con todo y mis insignias.

Escucho los nudillos contra la madera de la puerta medio segundo antes de que se abra. El olor de Damara llena la estancia, pero estoy tan frustrado que no lo disfruto. Me siento casi harto. Es injusto que ella me haya invadido la vida, no debí darle fuerza a mi obsesión. Ahora me nubla el juicio. No debería importarme con quién se bese, sin embargo, lo hace.

Me reservo palabra hasta que sus escoltas se van.

—¿Recibiste la citación? —cuestiono sin verla.

—Sí —responde a secas.

—¿Cumpliste con ella?

—No estaba en mi habitación cuando llegó el mensaje, me estaba preparando para venir cuando dos de tus gorilas me...

—No te estoy pidiendo razones. —La callo sin mirarla—. ¿Cumpliste con ella? Que tu respuesta sea solo sí o no.

—No.

Me levanto de mi asiento y bordeo el escritorio, apoyándome en él con las manos en los bolsillos, permitiéndome mirarla entera como se me da la gana. Está a medio vestir, solo con un camisón largo y oscuro, sus piernas están a la vista. No dejo que me perturbe. Basta ya de darle tanto poder sobre mis impulsos a esta niña. Ya no más.

—No me gusta el modo en el que te tomas el problema, tan a la ligera. Y me molesta que te creas intocable solo porque Elizabeth y Diego te protegen.

Ella había apartado su cara de mí, ahora me mira con odio.

—¿Qué es lo que quiere? —desafía con los ojos entornados.

—¿Sabes lo que debería hacer? Debería entregarte a la jurisdicción que correspondes, ¿quieres que se diviertan contigo?

Me acerco a ella con cautela, no por lo que pueda pensar de mí, sino por lo que mis movimientos puedan provocarme.

—Pienso que a Gakrimonia le gustaría tenerte... —susurro con malicia.

Si no me gustara tanto... Si no supiera que me mataría de celos, de verdad la mandaría con él. Quiero tocarla. Me atrevo a levantar mi mano para acariciarle el cabello, adoro cómo lo tiene, ninguna hembra humana podría lucirlo así de forma natural, liso en la caída, pero con ondas suaves en las puntas, como de muñeca fina. Percibo la forma en que se estremece, se aparta con brusquedad para verme a la cara, quizás desconfiando.

—¿Qué quiere? —repite.

¿Qué me diría si le respondo con la verdad? Vuelvo a mirarla entera, sus piernas se ven deliciosas, cuánto me gustaría tenerlas a cada lado de mi cara, sentirlas vibrar al ritmo del placer.

—Sí... —murmuro—. Sé que no pasarías desapercibida para él... como no lo haces para mí.

Las pestañas se le extienden por el asombro.

—Pero ahora eres propiedad de mi administración y solo yo puedo disponer de tu destino. Cuando y como quiera. Trabajarás para mí en las áreas que yo necesite, y cumpliendo el rol que a mí se me antoje, con más faena que una esclava, pero con menos privilegios incluso.

Extiendo mi mano y le sujeto el mentón. Ella se sacude de mala gana.

—Si incumples con lo que mande, serás castigada conforme a lo que yo así considere. Evita quejarte con los demás, porque no te va servir. No importa lo que nadie diga, tengo el derecho pleno de hacer contigo lo que me venga en gana mientras estés bajo esta posición.

—¿Dices que me harás lo que sea y me prohíbes denunciarlo?

—Lo que pase entre los dos es cuestión mía. Pero no te librarás pagando con sexo, si es lo que esperas. Eres preciosa, sé que es algo de lo que estás consciente... Sin embargo, tu olor... sigue siendo para mí algo difícil de soportar. Me hace dar cuenta de que no tolero la carroña, ni aunque esta tenga la envoltura del manjar más exquisito.

La verdad en medio de un juego de palabras con las que desprecio a mis siete flores. La reacción de Damara es inmediata porque no me entiende. Alza su mano para abofetearme, la detengo en el aire y la aprieto entre mis dedos.

—Cuidado —advierto.

Acercándome a su rostro rozo sus labios con mi índice. No puedo evitar imaginar el beso que le habrá regalado a Aer.

—Conmigo no jugarás como has hecho con Diego. Te sugiero que de aquí en adelante pienses antes de actuar, no quiero que esta piel se arruine a fuerza de látigo.

—No me toques... —exige con un derecho que no tiene.

—¿Qué cargas encima?

—Me arrastraron hasta aquí sin darme tiempo de prepararme. Perdón si es poco para el rey.

—¿Te habrías vestido para la ocasión?

—¿Quizás un escote más amplio?

—Ya te he visto casi desnuda.

—Si no te interesa, deja de tratar de mirarme las tetas entonces.

Me causa gracia, pero no me permito sonreír.

—Soy dueño de tu cuerpo. En breve serás escoltada hasta un área en la que te vestirán para mi complacencia, esta será nuestra primera noche juntos. Pero antes, hay algo para lo que no quiero esperar más, aunque estés con ese camisón. —Retiro mi saco y desato mi corbata—. Las cosas se pondrán calientes de todas formas.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora