Capítulo 44

1K 92 6
                                    

DANIEL LEÓN

En el tiempo que ella toma en recuperarse yo me dedico a manejar lo sucedido en el festival. Mi propósito ahora es censurar la noticia sobre el ataque sivreugmo y evitar que se filtre del radio donde lo he concentrado. Todavía no libero ni a Diego ni a Elizabeth. La primera conversación que quiero tener debe ser con Damara.

A menudo voy a verla a la habitación donde reposa. Desde que cayó neutralizada no ha despertado. Fuera de los compromisos puntualmente inquebrantables, como visitar a mi hija en su tumba y contener la información sobre los hechos en la arena, mi tarea fundamental es cuidar de mi ahora nueva familia. Vigilo los signos vitales de Damara, su ritmo cardíaco, su respiración. Me calma asegurarme de que todo va bien. Anhelo que ya reaccioné. Intento hacerla volver en sí con la mayor paciencia que puedo, pero a donde quiera que haya ido no logra escucharme.

A esta hora del día ya no hago más que sentarme a su lado. Mis pensamientos al verla son repetitivos, evalúo el comportamiento que tuve desde que la conocí y admito que me desconozco. Tal vez estuve enamorado de ella mucho antes de reconocerlo, en mi negación no lo supe manejar e hice todo mal desde el principio. Quién sabe si de haber seguido el consejo de Elizabeth me habría ido mejor.

Acaricio su rostro tan joven. Cuando nuestra cría crezca, mi diosa parecerá contemporánea. ¿Estará ella preparada ahora para su embarazo? Espero que sí, porque no quiero repetir lo que con la madre de Ellie, quien nunca la quiso. Las únicas figuras maternas que mi hija tuvo en vida fueron Elizabeth y Akie.

Metiendo mis dedos entre sus suaves cabellos, la peino con mi mano.

Pensar en Damara como madre me da morbo. Pero lo que más me incita de la idea es saber que yo la fecundé. Para las hembras vampiro es difícil preñarse, la condición en la sangre que nos separa del humano procura muchos cambios en el cuerpo, y en la mujer disminuye la fertilidad. Mientras más años pasen tras la conversión más les va costando concebir. No es que una vampira de avanzada edad esté condenada a ser estéril, pero les cuesta. Damara tiene muy poco tiempo convertida y el vampiro macho es fértil siempre. Con tantas veces que me vine dentro suyo, debí tener en cuenta que esto pasaría. Claro que yo no habría hecho las cosas de otro modo, no me arrepiento de nuestro tiempo juntos y me gusta ser padre, sin embargo, me hubiera sorprendido menos.

Le acaricio el tobillo.

¿Cuánto pasará para que la vuelva a tener? Las aguas entre nosotros están muy revueltas, tengo en mi mente el plan que le propondré, pero temo que me rechace. Y tengo miedo de mí. De lo que mis impulsos me lleven a hacer para conseguir lo que deseo: a ella, que deberá estar conmigo al precio que tengamos que pagar porque no aceptaré la vida de otro modo.

Mi mano sube por su pierna mientras pienso en esto y con la otra todavía entre sus cabellos le hago cariños en la frente.

Los vampiros antiguos nos cuidan desde el mundo de los muertos, y en este momento les pido que le den especial protección, clamo para que la mantengan a salvo de mí, de la persistencia ciega que me ha llevado a conquistar todas mis victorias, de todo aquello de lo que yo sea capaz. La historia que nos conforma como sociedad duda de mi consciencia, conozco bien lo que se dice de mis actos y puede que las acusaciones tengan razón. Necesito de una fuerza divina que le ponga freno a mi constancia sádica cuando voy tras un objetivo, nunca jamás me gustaría que fuera mi propia diosa lo que nos separe. De no ser porque la tengo metida en el alma, consideraría ser un buen perdedor y quizás hasta pueda, pero no quiero.

Le doy un beso de despedida ya acostumbrado. Sin embargo, hoy estoy de suerte, porque por primera vez desde que estuvo al borde de ser asesinada, ante mi roce abre los ojos.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora