Capítulo 36

1.2K 98 10
                                    

DANIEL LEÓN

Por los actos sanguinarios de Damara, yo hubiera jurado que tenía estómago para presenciar mi accionar, pero me equivoco. A mitad de la faena pierde el conocimiento y cae al suelo desmayada por la impresión de lo que me ve hacer.

No quiero ser yo quien la recoja del piso. No quiero tener la tentación de mirar o tocar lo que no debo.

—Llévala a la cámara vemebme —digo al vampiro que la levanta—. Pero que ninguna esclava la atienda hasta que yo lo autorice.

Me doy un baño para sacarme toda la sangre y la mierda de la que me llené. Al término me visto con franela deportiva y pantalón holgado. La cámara vemebme es el área donde preparan a mis flores, incluido el ser tatuadas, peinadas y vestidas.

Mis celos no me permitirán incluir a Damara en mi jardín, pero el que la chiquilla esté allá estimula mi imaginación, beneficia el engaño a mi mente, ese en el que ella es mi rosa.

La... no sé si acertada o impertinente aparición de Elizabeth, se convierte en un recordatorio de prudencia, debo establecer límites en mi juego para que mi fantasía no supere la realidad. Mi amiga amada me busca por todos los aposentos a los que puede acceder, en cuanto siento su efluvio, salgo a encontrarla.

—¡Por fin! —Parece que respira al verme—. ¡Que los vigilantes te digan dónde puede estar Damara! Hace horas que debía volver, no la consigo en ningún lado.

—Ella está bien, no te preocupes, está conmigo.

—¿Qué? —Se fija en la toalla que cuelga de mi hombro—. ¿Contigo en dónde?

—Mandé por ella para que empezara a trabajar, la pondré a trazar kavoopias hoy.

Inhala hondo cruzando los brazos, pero mi explicación la relaja.

—¿Por qué no me avisaste? ¿Al menos lo sabe Diego?

—Iba a decirle.

—¿En dónde está él?

—Interrogando sospechosos, tiene teorías de cómo pudo llegar la información a manos de Reikbes.

Suelta un gemido débil.

—¿En qué salón?

—Vamos.

—¿En qué momento citaste a Damara? —me pregunta de camino.

—Envié el aviso al área de descanso. —Omito la segunda parte.

—Entiendo. Debe haberla encontrado cuando fue a recoger su mochila, habrá decidido venir directamente. ¿Resolviste todo el asunto? ¿No tendrá problemas si Gakrimonia la busca?

—Ninguno, ya es legal que el caso lo lleve directamente yo.

Me pone una mano firme en el pecho, atravesándose en frente de mí. Me habla con una seriedad que pocas veces le he visto dedicarme.

—¿Desististe de la segunda propuesta?

La miro a los ojos durante unos segundos, sin responder.

—Lo hice.

—Júralo.

—No haré de Damara una flor, lo juro por la memoria de Ellie.

No uso en vano el nombre de mi hija, pero renuncio a la idea por razones distintas a la que mi amiga cree. La tranquilidad le devuelve la suavidad a las facciones.

—Me alegra saberlo —habla en un suspiro—. Gracias. No volveremos a hablar de esto nunca. Que muera aquí.

Yo tampoco digo más nada, me limito a escuchar todo lo que me cuenta sobre el temor de que la joya pueda desarrollar una anomalía sanguínea.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora