Capítulo 38

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DANIEL LEÓN

Me inclino sobre ella y vuelvo a meter una de sus tetas en mi boca, mi propósito ahora es procurar que goce, aunque por supuesto conseguiré mi propia satisfacción durante el proceso. Muevo una de mis manos hacia su vulva, conquistando con los dedos mucho más de lo que había tocado antes pues ya he tomado su virginidad. Mis dientes le atrapan un pezón suavemente. Entro y salgo de su interior con cuidado, trazando círculos largos e ininterrumpidos como un bucle. Damara gime y puedo saber que es de placer. Acercándome a su rostro la beso sin dejar de dilatarla, metiendo mis dedos cada vez más profundo para que su canal se prepare.

—Daniel...

Mi nombre en sus labios suena delicioso, me incita a entrar en ella de una sola embestida otra vez. Me voy a su cuello con renovado apetito, al mismo tiempo que suspendo sus piernas de la mesa y la penetro sin poder esperar más.

Un quejido ronco sale de su garganta, pero por el modo en que se ha sacudido sé que está superando el dolor. Ella había intentado acariciarme la espalda, sin embargo, sus uñas se han clavado en mí al momento en que entré, así que ahora me araña, profundo, se aferra a mí haciéndome arder la piel. Siento de pronto que me suelta, entonces la miro, tiene una sombra de preocupación en sus ojos y en el reflejo puedo ver lo que mira: la sangre que se escurre por mis hombros.

—Me gusta —digo.

Golpeo más dentro y más fuerte. Sus gemidos regresan, esa imagen de mujer potente no hace más que prenderme hasta la locura. Sus uñas largas y filosas también vuelven a mi espalda, hombros y brazos. Su cuerpo quiere liberación, reventar bajo esa excitación sofocante que clama por un buen orgasmo. Me encanta la visión, su desnudez expuesta para mí, mi polla poseyéndola como tanto fantaseé. Por fin me vendré en ella, me vendré dentro, su sexo es mi nuevo templo. Siento cómo contrae sus paredes de forma involuntaria mientras se arquea, está acabando, en conexión con ella me dejo ir también, pero el éxtasis me supera y pierdo la consciencia momentáneamente. En la negrura siento que mi boca la muerde y que mi mano libre tira duro de sus cabellos, mi semen llenándola.

Como partes de un todo que hubiera estado partido, mi cerebro consigue reunir sus propias piezas para volver a ser un órgano completo. Entonces la miro. Miro su rostro jadeante, miro su cuerpo ardiente y por supuesto que la vuelvo a desear.

La tomo de la cintura y le doy la vuelta sobre la mesa. Me fumo el rico perfume natural de sus cabellos, excitándome todavía más con él. Meto mi mano entre su abdomen y la madera para levantarle el culo, acto seguido la abro de piernas. Vuelvo a dilatarla antes de penetrar en esta posición porque aquí llegaré más dentro.

Le meto dos de mis dedos, suave pero empujando, serpenteando como si rebuscara algo en lo más profundo. Dominada por el placer, Damara deja caer su cuerpo. La levanto, aunque la ayudo, sosteniéndole el vientre con mi mano libre y acomodándome en su espalda sin dejar de olerla. Su efluvio es ahora mi droga favorita. Su boca vuelve a abrirse a medida que las piernas le tiemblan de placer, y yo, conociendo los movimientos perfectos que juntos me darían el simulacro de que la penetro, le meto otros dos dedos entre sus dientes y lengua para que me chupe.

De nuevo la negrura que disgrega mi cerebro vuelve a apagarme los sentidos, o a concentrarlos en uno solo, no lo sé. Cuando mi vista vuelve a mí, tengo a Damara levantada, de espaldas contra mi pecho erguido y su cabeza echada totalmente para atrás producto del cabello que le halo. Su cuello inmaculado y perfecto expuesto de forma deliciosa, con sus venas latiendo para mí. Si fuera humana, este momento sería todo. Me inclinaría para morderla y hacerla mía de todas las formas posibles.

En compensación, saco mis dedos de su vagina y la penetro duro. Ella suelta un grito incluso más fuerte que los de antes, y más que abrazarla la comprimo contra mí, inmovilizándola totalmente para embestir tantas veces como mi polla necesite para saciar estas ganas histéricas que tengo de bebérmela.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora