Capítulo 25

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DANIEL LEÓN

—¿Qué será de mí? —Athir llora por la incertidumbre de su destino.

Diego se encargó de traerla al club, ahora él ha vuelto a las calles.

—Retomarás tus funciones en Montemagno, como siempre —explico—. Todo igual que antes.

—Mi señor. —Me dedica un gesto de súplica—. Por favor, te pido mucha piedad.

—¿Para ti?

—¡Para Damara! —implora—. Sea lo que sea que haya hecho, ten piedad. Sé que el corazón de una esclava no significa nada... Pero perdonarle la vida a una niña que apenas abre sus ojos al mundo, en un rey será muestra de grandeza. Todos merecen una segunda oportunidad. Ser escuchados al menos. Sé que de haberlo elegido, ella no habría arriesgado tanto.

Mientras que Athir habla, llaman a la puerta. Es Ejos acompañado del vampiro al que he mandado a buscar para trasladar a la nodriza.

—Dime que tienes información —pido a mi escolta principal cuando ya hemos quedado solos.

—La tengo —confirma—. Pero no te va a gustar.

Asiento seriamente, preparándome. No puedo evitar estar tenso.

—Dime.

—Policía forense está recogiendo los cuerpos en este momento... —Empieza, mientras que yo me sujeto la nuca con ambas manos e inclino la cabeza en la mesa—. Ya llegó la prensa. Será noticia de primera plana en unas horas.

—Hijos de la gran puta. —Rechino los dientes.

—Fue fuera de Londres, sí.

Así que la chiquilla salió de la ciudad...

—Hay más —anuncia.

Lo miro atónito.

—No son cuerpos secos, ni siquiera tienen mordidas... pero...

—¡Habla, mierda!

—Están mutilados.

Frunzo el ceño.

—Algunos decapitados, incluso. Pero los signos en los cuerpos no son los que dejaría un vampiro normal en un cercenamiento. Honestamente no puedo adivinar la forma de matanza. La manera en que están cortados... —Niega con la cabeza—. Es rara. Ningún cuerpo quedó como debería cuando, ya sabes. —Hace un gesto de rompimiento con sus manos—. Lo quiebras.

—¿Qué hiciste? —murmuro muy bajo, pensando en Damara.

—Y lo más inaudito para el final —anuncia—. Eran cazadores.

—¿Qué? —Creo que he perdido el aliento—. ¿Cuántos eran?

—Es difícil determinarlo porque los restos están mezclados e incompletos. Cuerpos y cabezas no se pertenecen unos con los otros.

Quiero saber tantos detalles como pueda, pero también necesito avanzar. Cojo el teléfono fijo para comunicarme en línea directa con el mandatario principal humano del país en el que estoy, tengo este beneficio. Verifico el número de contacto en mi agenda y lo traspaso al disco de marcado.

—Quédate —señalo a Ejos mientras timbra el auricular.

El presidente atiende mi llamada, la conversación telefónica es muy tensa. El mandatario humano está alterado, no le gusta la situación para nada. Me acusa de negligente al permitir que algo como esto pase, me responsabiliza del pánico colectivo que esto está generando y de cómo afectará su mandato.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora