DAMARA VOOHKERT
Mi cuerpo humano se desdibuja, transfigurándose y apareciendo en su lugar la figura taurina de una bestia. Fuertes cadenas de hierro intentan someterme, pero entre el fuego que arde bajo mi cuero grueso y la ira que domina mis sentidos, yo soy más poderosa e irreprimible. Mis cuernos tienen proporciones desmedidas, mi cabeza es incapaz de sostener su peso, por lo que la mantengo gacha a pesar de mis sacudidas y, aun así, no estoy segura de que mi cuello resista mucho. Numerosas incisiones me escuecen la espalda, me desgarro por dentro. Mi visión es nublada, estoy exhausta y confundida. La sangre tibia sale a borbotones de mi hocico. Agonizante y derrotada, decido dejar de luchar, me entrego a las ataduras que intentan esclavizarme, entonces una espada muy larga y fría me atraviesa vorazmente, acribillándome en dos.
Despierto y la habitación está completamente a oscuras. Afuera podría ser de día, pero con las ventanas totalmente cerradas y las gruesas cortinas cubriendo sus vidrios, no logro adivinar.
—Tienes que darte un buen baño. —Giro mi vista a un lado, descubro nuevamente a Diego sentado en el sillón de la esquina. Su expresión es cansada y tranquila a la vez—. No ha terminado, claro, pero ya lo peor pasó. —Se levanta para sentarse al margen de la cama junto a mí—. Estás viva.
Medio confusa, me siento en mi lugar.
—Mi cerebro es un huevo frito ¿Me atacaron? ¿Pasé por el cambio de sangre?
—Así es —asiente con resignación—. Y espero que recuerdes, porque tienes que contarme muchas cosas que me ayuden a aclararlo todo.
—¿El Zethee estuvo aquí?
—Está todavía.
Miro mi mano. El color grisáceo no ha desaparecido del todo, puedo ver manchones de sangre mal limpiada sobre mi piel. Miro las sábanas, la suciedad ha desaparecido, descanso ahora sobre telas muy limpias y de suave aroma.
—Viva... —murmuro, suspirando al comprender todo lo que la palabra sugiere. El período crítico que podía haberme empujado a la tumba ya terminó, ¿de verdad tendré una nueva naturaleza?
—Nos diste un susto —reclama obstinado—. Oficialmente estuviste muerta por unos momentos, Daniel tuvo que inyectarte adrenalina directo al corazón. ¿Cómo te sientes?
—Confundida, pero no me duele nada.
—Ahora tus heridas sanarán. Sin embargo, recuerda que la conversión tiene tres fases, si ya superaste la primera, las demás serán un paseo. Si sigues las sugerencias al pie de la letra no deberías correr peligro de ningún tipo al tolerar la segunda.
—¿A qué te refieres?
—Ahora estás débil. Podría decirse que, durante la primera etapa, tu cuerpo se consumió a sí mismo, pues todo lo que necesitaba para alimentar a las nuevas células las absorbió de tu propio ser.
Pasa su mano por mi cabeza acariciándome, entonces un puñado de hebras de cabello se quedan enredadas en sus dedos como hilos de algodón.
—Por eso pasa esto —continúa—. Tu cuerpo se quebrará para crear otro, y durante ese tiempo tienes que evitar el sol y los espejos.
—¿Por qué? —pregunto extrañada—. Creí que eso no era más que un mito, solo tonterías.
—No durante el segundo período, puede ser muy peligroso. En los próximos días estarás en un estado frágil. Te pondrás enfermiza. Entre otras cosas tu piel estará muy delicada, el sol puede hacerte quemaduras irreversibles. Pero... —añadió animado—, no olvides que esa aparente inferioridad es solo el lapso previo a una naturaleza dominante.
—Lo sé. Es imprevisto, pero ya estoy lista ¿Seguiré necesitando atenciones médicas?
—No deberías tener otras razones.
—Entonces, si me permiten decidir, preferiría que el Zethee no venga a verme hasta que todo pase.
—Si es que quieres estar sola, no podrá ser. Elizabeth también nos está ayudando.
—¡¿En dónde está?! —me emociono.
La sonrisa que había crecido espontánea en él, desaparece a medida que responde.
—Por ahora acompañando el cuerpo de tu agresor.
—¿Lo asesinaste? —Me reconforta la venganza.
—Se suicidó después de atacarte a ti.
—¿Qué?
—Athir lo encontró envenenado. Cuando yo llegué, ya había muerto. Ni Daniel ni yo reconocimos el cadáver, pero lo envíamos a Montemagno para los exámenes correspondientes. Con todo lo que se tiene en los registros, lo van a identificar.
Me dejo caer en la almohada. Diego suspira, apoyando el peso de su cuerpo en un brazo que afirma a la altura de mis caderas. Con su pregunta me hace verlo a los ojos.
—¿Qué fue lo que pasó?
Trato de poner en orden todos los recuerdos intermitentes que me aturden.
—El maldito se apareció de la nada. No sé si escuché algo, o si tuve la sensación de que ya no estaba sola, pero creí que Athir había vuelto de la calle. Le hablé y no me respondió, así que me asomé al corredor, una sombra pasó de largo por la pared, como si alguien caminara aquí.
—¿En esta habitación?
—Sí. Me asusté, porque Athir no se habría metido por la cornisa —añado lo obvio—. En ese momento pensé que alguien había entrado a robar. Esperaba que no estuviera armado con revólver, pero hice lo único que podía: ir por cuchillos.
—¿En lugar de llamar a las autoridades? —cuestiona.
—Sé pelear, puedo cortarle la mano a cualquiera. —Me encojo de hombros—. O abrirle el cuello. Además, la policía tampoco hubiera podido con él.
—No sabías que era un vampiro, y no te entrené para que enfrentaras delincuentes.
—¿Cuál es el punto? Me reclamas por algo que ni siquiera fue, cuando me di la vuelta, el maldito ya estaba detrás de mí.
Jadeo, recordando sus ojos sádicos y el rostro demencial que tenía.
—Me asustó —prosigo—. Yo sabía que él leía las reacciones de mi cuerpo, pero me esforcé por demostrar valor con mi carácter. Usé tu nombre. Le dije que eras mi hermano, y que no habría represalias si se iba dejándome en paz. —Mojo mis labios con mi lengua—. Me dijo que tú eras la razón por la que me buscaba. Que eras un lamebotas del Zethee, que se la debías y te la haría pagar. Dijo... que mataste a su hija.
Nos miramos en silencio, hasta que la comprensión empieza a llenarle los ojos.
—Ejecuto a quienes se lo ganan según la ley. Si no lo hago, el muerto puedo terminar siendo yo. Me gano el pan al tiempo que gano enemigos. Toda la vida te mantuve apartada de esta locura para evitar desgracias como esta, finalmente un psicópata vino a buscarte. Y no sé cómo, porque son pocos lo que saben de ti, pero llegaré al fondo de esto.
—Diego, ¿fue tu sangre la que me convirtió o no?
—No lo sé. —Niega con la cabeza.
—¿Existe la posibilidad de que lleve la sangre de alguien más? ¿La de ese hombre?
—No lo sé —repite encorvándose, pasándose las manos por la frente—. Hay mucho por resolver. Necesito el informe forense lo más pronto. Escucha, voy a dejarte sola con Athir por unas horas, mientras regresa Elizabeth. Daniel como Zethee maneja un club aquí en Inglaterra desde donde puede ejercer actividades administrativas, iré con él allá a esperar la información que enviarán de Montemagno, y entre los dos adelantar las averiguaciones. En cuanto tu conversión termine, nosotros también viajaremos.
Dentro de todo, eso me hace sonreír.
—Así que viviremos juntos después de todo.—Me muerdo los labios.
—Como una verdadera familia.
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Éxtasis Carmesí
VampireDaniel León es un vampiro poderoso y amante de los placeres carnales. Las correas que limitan a sus demonios se ven amenazadas cuando una joven que acaba de perder su humanidad despierta en él una sed de lujuria tal, que su mente lo invita a cumplir...