Capítulo 41

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DAMARA VOOHKERT

Ya en mi habitación me doy un baño y me pongo ropa propia. Apenas me he terminado de vestir cuando recibo visita, me sorprende que sea Elizabeth, pero agradezco mis impulsos, un rato más y no me hubiera encontrado en ninguna parte.

—Creí que te encontraríamos en la casa. —Es lo primero que me dice—. ¿Por qué no has llevado tus cosas?

Entra antes de que yo diga nada, la cara que pone me asusta de repente.

—¿Pasa algo?

Ella sigue mis movimientos con sus ojos, estudiándome de modo perturbador.

—No pareces tú —dice formal.

—¿Y eso cómo puede ser? ¿Qué quieres decir?

—Ese no es tu olor.

Me pongo de piedra. No había pensado en esto, así que no sé cómo justificarlo. Entornando su vista, ladea un poco su cabeza, entonces sus facciones pasan de la suspicacia al escándalo. Tapa su boca, amortizando unas incomprensibles palabras en zansvriko, palabras que se escapan con un grito histérico.

—¡Daniel! —chilla—. Te...

—¿M-me qué? —titubeo.

—¡Por esto la citación! —habla para sí—. Tengo que hablar con Diego antes de que se encuentren.

—¿Qué estás diciendo? —murmuro, incrédula.

—Intentamos buscar a Daniel, pero no nos recibió, no supe por qué. Mandó a Diego a esperarlo en un salón, él jamás cita a nadie ahí a menos de que se trate de algo serio, no sabíamos qué podía ser, pero ahora veo todo claro, Daniel va a decírselo, tengo que ver a mi esposo primero, o podría ocurrir una desgracia. Damara, ¿qué pasó? ¿El te obligó? ¡Habla!

—¿Pero cuál es el alboroto? —Me obstino—. ¿Por qué dices que él va a contarle qué? ¿Para qué? ¿Y por qué reaccionas así?

—¿Qué no te das cuenta cuánto Diego te cela? Va a enloquecer cuando lo sepa, Damara, podría haber una tragedia, tengo que buscarlo. Por favor dime, ¿él abusó de ti?

—Fue cien por ciento mi voluntad. De ambos.

—Y lo dices tan tranquila, ¿qué fue lo que te dije? Bueno, de Daniel no te advertí, pero honestamente no creí que fuera necesario, ya yo había puesto los puntos claros con él. Tengo que buscar a Diego a como dé lugar.

—¡Elizabeth!

En menos de un instante, ella desaparece. Me perturba que Daniel se atreva a hablar del asunto cuando le dije claramente que no. También debí detener a Eli.

—¿¡Por qué tiene que volverse público!?—grito para mí misma—. No es asunto de nadie.

Empiezo a perder la noción del tiempo mientras me paralizo sin saber qué hacer. Deseando no angustiarme más, decido ir en su búsqueda, sin embargo, parece que tardo demasiado. Llegando a la puerta, Diego y su mujer aparecen a través de ella, de inmediato me arrepiento. Incómoda, me detengo en el acto entretanto él cierra tras de sí con el ceño fruncido. Me preparo para escuchar los gritos que yo sé que soltará, me posiciono firme, valiente, pero él tan solo se inmoviliza durante unos momentos sin decir palabra y sin verme a la cara, hasta que de improviso me abofetea.

Escucho a Elizabeth exclamar impresionada, mientras que siento mi mejilla escocer. Vuelvo mi rostro a él con incredulidad, abro la boca para explotar, pero él me mira de un modo en que nunca lo había hecho, haciéndome enmudecer.

—No te atrevas —dice, levantando su índice hacia mí a la vez que da un gesto de negativa, puedo ver cómo en él se mezclan rabia, frustración y decepción. Todo al mismo tiempo. Me enfurece que me haya golpeado, pero mi coraje desaparece al descubrir en sus ojos profunda tristeza, tal parece que fui yo quien lo lastimé.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora