Capítulo 14

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DANIEL LEÓN

Tengo ganas de cazar. Aún no cae la noche, pero quiero hacerlo, porque Diego llevará a su hermana al club hoy, y prefiero saciar mis necesidades antes de mi encuentro con ella. Tal vez me engañe a mí mismo repitiéndome que no es una similitud con el sabor de su sangre el que buscaré, sin embargo, prefiero mantener la mente abierta a cualquier antojo.

Las necesidades de sangre y de sexo en el vampiro van de la mano. Mientras más antiguos seamos, mayores serán las dosis que debemos consumir de una y otra adicción para sentirnos satisfechos. Akie era ya una vampira cuando la conocí, y convertida desde hacía mucho como yo. Por tanto, nuestros apetitos eran equiparables. Por eso a ninguno de los dos nos molestaba la libido tan alta que pudiera demostrar el otro, y si hay algo que siempre adoré en ella fue su disposición para gozar.

Después de pensar los posibles lugares para mi caza como teatros, parques, bar o simplemente un callejón, decido probar suerte en un strip club veinticuatro horas.

Entro al que he elegido y soy abordado por una chica en lencería que me da la bienvenida y me pregunta por el servicio que quiero. El lugar es amplio. Tiene cabinas donde podría recibir un baile individual y también un gran escenario donde las nudistas se muestran a todo el público presente. Le agradezco a la dama por su atención y le aviso que primero quiero mirar el sitio.

Me paseo por los distintos espectáculos. Algunas chicas bailan en torno a una barra o en sillas. Otras se masturban con juguetes frente a los ojos y gestos morbosos de aquellos quienes apuestan por el tiempo que les tomará acabar.

Noto las miradas de las chicas que están desocupadas y a pesar de la música puedo escuchar lo que una y otra se dicen sobre mí. Soy consciente del efecto que mi aspecto causa.

Tengo un cuerpo que refleja mis años de entrenamiento duro, no represento mi vejez, y las hormonas sexuales de mi naturaleza atraen a los humanos más de lo que lo harían las que ellos liberan. Siendo honesto, a veces me aburre porque siempre es lo mismo. Al principio me divertía. Era bueno saber que podía tener a casi cualquier mujer. Pero después de un tiempo, ese cuchicheo entre las que me rodean se volvió tedioso, así como el persistente y obstinado coqueteo que me procuran cuando estoy en algún lugar de administración humana.

Entre las vampiras es menos descarado, aunque a veces pasa. Por eso he optado por mantener en lo posible a un mismo personal. Si yo no me la viviera tan saturado de trabajo, no me molestaría que mi nueva secretaria esté todo el rato tratando de mostrarme el culo o desabotonando su camisa cada vez que sepa que voy a acercarme, pero esas pequeñas distracciones perjudican mi desempeño.

Siguiendo mi camino analizo de todos modos el olor que emanan esas mujeres en celo que intercambian palabras a mi paso. No me atraen. Me concentro en la música que llena el sitio, una voz femenina y muy atractiva me lame los oídos, me pregunto si estará cantando en vivo. Busco su origen y lo compruebo. Sobre un escenario y a diferencia de todas en el club, la vocalista no muestra tanta piel. Lleva un vestido largo hasta los tobillos y de mangas largas, sencillo y de aire fresco, con una abertura que muestra su pierna tan solo cuando la mueve. Aunque no está completamente ceñido a su cuerpo puedo distinguirle la figura. Me gusta, igual que su rostro. Tendrá unos treinta y cinco años, perfecta. Su mentón tiene forma de manzana, grandes ojos, cabello castaño oscuro y un cuello suave que morder. Me siento en una mesa libre frente a la tarima sin dejar de verla.

Casi enseguida ponen frente a mí una lista con los servicios que ofrece el club. Pido una botella de whisky que no tardan en servirme. Bebiéndola, disfruto genuinamente del espectáculo de la mujer y de quien pronto descubro el nombre: Lizzy. Es sexy e incitante. Por mucho lo más erótico del club. Canta al ritmo suave de una melodía curiosa, punto gris donde las canciones sensuales y las depresivas coinciden. Encuentro en su mirada la misma combinación. Saco uno de mis habanos y empiezo a fumarlo. Me concentro en el olor que desprende esa piel.

Éxtasis CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora