Capítulo 4

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Hace cinco años.

Narra Gulf.

El sol ya había salido y se asomaba por la ventana de mi cuarto dándome directo en la cara. Eso fue lo que me levantó de mi espléndido sueño. Mi madre, como todas las mañanas, estaba en la cocina haciendo el desayuno mientras cantaba alegre. Su sonrisa es hermosa, ella es quién ilumina mis días.

Mi padre se encontraba en su despacho como de costumbre. Ya eran casi las nueve de la mañana y nos sentaríamos a desayunar todos como la familia feliz que éramos. El olor del café recién hecho inundaba mis fosas nasales, un toque de canela se mezclaba junto con el y un pan recién horneado fue colocado en el comedor. Aunque teníamos a mucho personal de servicio; mi madre siempre cocina.

—Ve y dile a tu padre que ya está el desayuno. —me dijo mi madre. Ella era tan hermosa, con sus ojos color avellana y el cabello lacio que caía sobre su espalda como si fuera una cascada. Su estatura no era tan alta como la de mi padre, pero no por eso se dejaba por los demás. Hasta ahora, no conozco a nadie que haya desobedecido a mi madre sólo por ser de baja estatura.

—Si, mamá —respondí mientras avanzaba por el pasillo que daba hacia el despacho. Por el camino se pueden apreciar todas las fotos de nuestra familia en las diferentes épocas. Desde las que apenas se ven en blanco y negro hasta la última que nos tomamos en mi cumpleaños el pasado diciembre. Estaba a punto de tocar la puerta, pero escuché a mi padre hablando por teléfono.

—Lo sé, no me he olvidado de ti.

—...

—Entiende que no puedo abandonar todo de la noche a la mañana.

—...

—Sabes que sólo te amo a ti.

Y fue esa última oración la que me cayó como un balde de agua fría y me sacó del cuento de hadas en el que he estado viviendo durante mis dieciséis años de vida. La persona con la que estaba hablando mi padre no podía ser mi mamá o alguien de su familia.

Seré joven, pero no estúpido.

Mis piernas flaqueaban y me sentía incapaz de moverme. Mi garganta está seca, estoy cayendo en un abismo sin fin. Todo a mi alrededor se estaba desmoronando y no hay algo que pueda hacer. Agarré fuerzas de donde no las tenía y me armé de valor para enfrentar a mi padre. Abrí la puerta y él estaba sentado en su silla dándome la espalda. Ni siquiera sabía que alguien estaba escuchando su maldita conversación.

—Si amor, te iré a ver en estos días. No te preocupes yo sé cómo arreglármelas.

—Está bien. Te extraño demasiado y estoy contando los días para casarme contigo.

—Yo también, pero ya tengo que colgar porque alguien podría descubrirnos.

—Está bien, adiós.

—Adiós.

Colgó la llamada y se giró en la silla de cuero en la que estaba sentado. Sus ojos se abrieron tanto que casi parecieran querer salir de su rostro cuando me vio parado frente a él mientras mis lágrimas caían una tras otra.

—Así que te vas a casar.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—Lo suficiente como para darme cuenta que no mereces el mínimo respeto.

—No me hables así, soy tu padre.

—No, no lo eres. Yo ya no tengo padre, para mí, tú estás muerto.

A como pude salí corriendo del despacho y me dirigí a mi cuarto. Tenía que subir las escaleras, pero mi madre me escuchó correr.

—¡¿Gulf que pasa?!

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