Extra 2

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Extra 2/?

Narra Senkha.

Los días en Los Ángeles son hermosos, cada sitio lleno de paz y lugares hermosos. El departamento con vista a la ciudad, parece un sueño. Desde hace meses me fui de Tailandia, después de la audiencia y los juicios para el caso de Somchai, salí de ese infierno del cual juré no volver a regresar, pero aquí estoy; llegando de un vuelo.

Lei es un niño muy inteligente y calmado. Puedo dejarlo con una niñera mientras salgo a trabajar en una cafetería, el salario no es mucho, pero es lo suficiente para cubrir las necesidades básicas. No me preocupo por la renta o servicios, eso lo paga Gulf. Irónico. Aquel joven que lastimé tanto en mis inicios ahora se encarga de cuidarnos.

Cuando se declaró culpable a Somchai y decidí empezar de nuevo, Gulf me dijo que nada le faltaría a Lei y a mí tampoco. Desde esa vez así fue. La compañía se recuperó relativamente rápido de su crisis y puedo darle una buena vida a mi pequeño angelito.

—Si, acabo de llegar. Todo está bien.

—Me alegro. Esperamos verte pronto, quizás en las vacaciones de diciembre vayamos a pasar las fiestas contigo.

—Me encantaría tenerlos por acá. Cuídense mucho.

—Estamos en contacto.

Manaow me sigue tratando tan amable aun después de todo. Su corazón es tan puro que fue capaz de perdonarme. Sé que debo dejar ir el pasado, pero el sentimiento de culpa cada vez que la veo a los ojos pienso en cuantas lágrimas ha derramado por mi culpa.

—Lei, deja eso —aunque es alguien tranquilo, puede llegar a ser muy curioso. Las cosas de muchos colores le llaman la atención y el papel de envolver le encanta. Siento que en su próximo cumpleaños le regalaré un rollo con un diseño bonito y no una figura de acción. —¡Lei! —Sus ojos me voltearon a ver suplicando que lo dejara seguir jugando. —Te dejaré jugar todo lo que quieras, pero primero bajaremos a desayunar.

Lo bañé rápidamente para ponerle una ropa más cómoda. Son pasada las doce y sólo comimos el desayuno del avión. Un jugo con algo de fruta no es precisamente la comida más completa para dos personas.

[...]

Bajamos por el ascensor y tomamos un taxi hacia un pequeño restaurante. La comida es deliciosa y algo barata, así que era la mejor opción. El sol alumbraba las calles y en el parque cercano había muchos niños jugando con algunos globos. Algunas parejas veían a los niños divertirse y algunos otros se daban cariños y mimos mutuamente.

En mi interior algo se removió, ese amor adolescente que me hizo tan feliz y que dejé por culpa de la maldita ambición. Mi vida pudo ser diferente. Tal vez pude ser feliz y evitar tanto dolor. O quizás era mi destino sufrir para aprender a valorar las cosas. Nunca lo sabré.

Mi vida no fue fácil. Fui la hija de una sirvienta que creció siendo la mejor amiga de la primogénita de la familia para la cual mi madre trabajaba. Veía las joyas, los carros y las decoraciones como un tesoro. Muchas veces mis manos los tocaron con guante y un trapo porque debían quedar impecables.

Desde ahí crecí con la envidia corrompiendo mi alma. Mi madre enfermó y murió dejándome todas las deudas. Mi padre era un sin vergüenza que solo bebía y se drogaba. Llegaba con los ojos enrojecidos y le pegaba a mi madre, yo no podía defenderla porque era muy chica. Por eso huimos de esa miserable casa y llegamos a la mansión donde vivía Manaow.

Ella nunca me juzgó. Nunca me despreció por ser quien era. Me pagó los estudios y hasta me presentó a algunos de sus amigos. Así conocí a Day. Nos volvimos mejores amigas. Éramos confidentes. Pero cuando Somchai fue presentado como su prometido todo cambió.

Siempre me arreglaba porque Manaow me llevaba a varios lugares de compras, era normal y me sentía cómoda usando cualquier tipo de ropa, pero nunca pensé que él fuera así. Un día sentí su mirada morbosa recorrer mi cuerpo, empecé a alejarme de ellos, me ocultaba en cualquier rincón esperando que nadie me encontrara.

Los días seguían pasando y su mirada seguía ahí, lo enfrenté, pero ni siquiera se inmutó. Cuando me di la vuelta sentí un golpe en mi trasero, se atrevió a tocarme, quería gritar, decirle a alguien lo que pasaba, pero me amenazó. Y tenía razón, ¿quién creería en la palabra de una criada?

Fue entonces cuando se me ocurrió una brillante idea, si quería cambiar mi vida, debía dejar de ser esa estúpida jovencita. Al pasar los meses lo tenía a mis pies y en la cama. Lo que nunca imaginé es que aquello que empezó como un plan terminó en mi peor pesadilla.

Ese romance siempre fue tras bambalinas. El día que se casó despertó a mi lado. Me sentía la peor de las amigas, pero ese sentimiento fue desapareciendo con regalos caros y joyas. Pensé que podría controlar lo que sentía, él solo era un pasatiempo. Un juego. Era por diversión. Pero de alguna forma sentía deseo, atracción e incluso amor.

Pero no era amor, era ambición por tenerlo todo. Aunque me dejaba en claro que ella siempre sería su prioridad, yo era el plato de segunda. Conmigo desquitaba sus ganas y calentura. Por muchos años viví siendo la mejor amiga y la amante. Me sentía superior a ella por primera vez en mi vida.

Después de vivir de su caridad y beneficencia. Después de vivir bajo su sombra. Después de vivir siendo su protegida. Después de todo eso supe que me había cansado de esa vida. Entonces decidí que quería ser la señora. Ya no más la otra. Ni la amante. Ni la aventura.

Una de esas noches con la calentura quemando nuestros cuerpos le pedí que lo hiciéramos sin protección. Los tragos le nublaron el juicio y todo estaría a mi favor. Le hice creer que estaría embarazada pensando inocentemente que me preferiría a mí. Pero siempre fue ella.

Cuando me propuso que nos casáramos creí haber ganado la batalla. Grande fue mi decepción cuando me confesó años después que me aborrecía por destruir su familia. Toda la culpa recayó en mí. Ese día que Gulf escuchó todo en el despacho. Ese día que Manaow se enteró de la traición. Ese día mi infierno comenzó a arder.

Pagué todo con lágrimas, golpes y sangre. Somchai desquitó todo su enojo en mí. El embarazo falso se volvió verdad cinco años después cuando prácticamente abusó de mí. Pensé en abortar. No estaba lista para esa responsabilidad, pero tontamente creí que un bebé lo haría cambiar. Quizás un hijo haría que me amara un poquito.

Así fue como pasó todo lo demás y llegamos a este punto. Con ayuda psicológica comprendí que yo no era el problema. Sané, perdoné y fui perdonada. Mi alma encontró un poco de paz. Aunque mi relación con Manaow es buena, hay una espina de culpa, o tal vez de pena. No sé qué es, pero tampoco quiero saberlo.

El tiempo se encargará de todo.

El tiempo sana las heridas.

El tiempo avanza tan rápido.

El tiempo se volverá en mi mejor aliado.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora