Capítulo 35

479 82 14
                                        

Narrador omnisciente.

Ocultos en la oscuridad de la noche, dos personas vigilaban la casa de los Jongcheveevat. Podd y Khoi estaban ejecutando la segunda fase del plan de Somchai. Mientras su jefe lanzaba la bomba, ellos tomaban al rehén. Fácil, sencillo y rápido. No estaban permitidos los errores, si es que quieres vivir para contarlo.

Tienen semanas siguiéndolos esperando la orden, y hoy, por fin, sería el día en que todo lo que habían hecho daría frutos. Vieron a Gulf llegar con la dueña de la librería y a los pocos minutos una señora vestida de negro con un velo se adentró en el hogar de aquella familia.

Fue cuestión de minutos cuando escucharon unos gritos provenientes del interior de la casa, el joven Traipipattanapong salió y cerró la puerta detrás de él, casi al instante se volvió a abrir y esta vez era el menor de los Jongcheveevat quien salió. Se podía escuchar que discutían, el motivo era lo de menos, así que no prestaron atención y solo se dedicaron a avisarle a su jefe que todo estaba saliendo como lo planearon.

En la repentina, y extraña, llamada que Somchai le hizo a Gulf, se le colocó un tipo de localizador enlazado inalámbricamente a la computadora del encargado de sistemas que trabaja con ellos. No necesitaban seguirlo, su prioridad ahora se llamaba Mew Suppasit.

Vieron como el más joven se marchaba sin rumbo fijo y como el mayor volvía a la casa resignado y sollozando. El tiempo siguió pasando, varias de las personas que se encontraban dentro de la morada fueron saliendo. La extraña mujer acompañada de los padres de su objetivo. Después salió la dueña de la librería y a lo último su amiga. Sólo quedaba alguien.

—Es ahora o nunca —dijo Khoi.

[...]

La televisión ya había sido apagada desde hace un buen rato, la calle seguía tranquila como todas las noches, Lili se había ido hace unos momentos con Bright que vino a buscarla. Bright era un vecino cercano para los Jongcheveevat, vivía con sus padres hace un par de años hasta que éstos se fueron al extranjero por sus negocios.

Todo estaba en completo silencio, Jom ya no estaba en la sala, sus padres le dijeron que fuera rápido a la casa de Manaow porque se había desmayado y necesitaban el botiquín. Solo una persona permanecía en aquella oscura sala. Mew no se había movido del sillón, la luz de la luna entraba por la puerta corrediza del patio dándole un aire de nostalgia y tristeza a la sala.

—¿Dónde estás, amor? —De pronto, la pantalla de su teléfono se iluminó y en ésta apreció el nombre de la persona que más ama en el mundo. Sin pensarlo dos veces contestó la llamada y llevo el dispositivo a su oreja, rápidamente pronunció unas palabras, pero fueron interrumpidas por la otra persona. —¿Gulf? ¿estás bi...?

—¿Podemos hablar? —tajó.

—¿Dónde estás? —preguntó el mayor.

—En un café, ahorita te mando la ubicación.

—Perdóname...yo...yo no sabía lo que estaba pasando y sobre tu madre...

—Ven a buscarme —lo interrumpió —después hablaremos —dicho eso, colgó la llamada.

Como si su vida dependiera de ello, tomó las llaves de la camioneta de su hermana y corrió hasta ella. La puso en marcha y vio el mensaje con la ubicación de Gulf en el navegador, estaba a tan sólo diez minutos. Encendió el motor y apretó el acelerador. Después le pediría perdón a su hermana por tomar sus cosas sin permiso, ahora solo necesitaba verlo, mirarlo a los ojos, decirle cuanto lo ama e implorar su perdón.

Las luces de la ciudad pasaban rápido ante sus ojos, estaba excediendo los límites de velocidad en demasía, pero al carajo Tailandia y sus reglas. Necesitaba estar en ese lugar lo más rápido que le fuera posible. Gracias a Buda, no había tráfico que entorpeciera el camino y en menos de lo esperado ya estaba aparcando en frente de la cafetería donde se encontraba su novio.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora