Capítulo 7

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Narra Gulf.

El efecto del alcohol en mi sistema ya ha hecho su trabajo. Mi cabeza está empezando a doler y por alguna razón bajé la guardia. El hombre frente a mí me ha hecho compañía durante varias horas y no se ha aburrido de que lo ignore todo este tiempo. Ahora, está atento a lo que estoy a punto de decir.

—Hace unos años, mi familia vivía en un cuento de hadas. Mi padre era cariñoso con mi madre y conmigo, siempre llevamos una vida de lujos y sin carencias; parecíamos la familia perfecta. Un día, mi madre estaba haciendo el desayuno y yo iba a decirle a mi papá que ya podía ir a comer. —Su atención estaba completamente entregada a mí. Parecía que ni siquiera parpadeaba y en mi caso las lágrimas estaban a punto de salir. Debo aguantar. —Al llegar, al despacho de mi padre, lo escuché hablando con alguien por teléfono. Era una mujer. Su amante. —Al decir la última palabra sus ojos se abrieron tanto que casi salían de su cara. —Lo escuché planeando su boda con ella. Diciéndole que la amaba pero que no podía dejar todo y ya. —Mi cara expresaba tanto, odio, dolor, decepción. Vi en él la intención de hablar, pero escuchó mis plegarias y calló. —Él seguía hablando y nunca se dio cuenta que yo estaba ahí, hasta que se giró en la silla y me vio. Su rostro me gritaba de mil formas traición y mentiras. Quiso convencerme de que escuché mal pero no podía mentirme. Ya no más. —El nudo en la garganta se estaba empezando a formar y mi voz no tardaba en quebrarse. —Salí corriendo hacia las escaleras para subir a mi cuarto. Él me siguió, mi mamá se percató de que algo estaba mal, preguntó y preguntó, hasta que mi padre por fin tuvo el valor de decírselo y burlarse en nuestra cara. Tenía derecho, siendo de los hombres más poderosos de Tailandia, podía desaparecernos simplemente con chasquear los dedos. —Algo estaba escurriendo por mi rostro. No puedo creer que aún después de tanto tiempo, la herida, no haya sanado. —Mi papá se fue y yo convencí a mi mamá de irnos lejos para empezar una vida juntos, lo logré, pero mi padre regresó antes de lo previsto. Yo me escondí y mi mamá hablaría con él. Terminaron discutiendo y estaba por pegarle a mi madre así que me interpuse entre ellos. El golpe azotó en mi cara, con eso ya había pasado el límite de mi paciencia. —La cara de Mew estaba totalmente petrificada con mi historia y aún no llega la parte fea. —Ya harto de mí, mi padre me aventó hacia el colchón. La trayectoria falló y mi cabeza impactó contra el borde. Me lastimé tanto que mi sangre estaba empezando a salir. Quedé inconsciente, hasta que un día desperté en el hospital.

—¿Qué te pasó?

—Según el doctor, el impacto era lo más grave.

—¿Por qué te desmayaste?

—Por el impacto y como estaba en una situación de estrés y cansancio, mi subconsciente quiso tomar un descanso.

—¿Eso dijo el doctor?

—No, ese es mi diagnóstico.

Y, por algún motivo, comencé a reír. Después de tanto, siento calor en mi ser. Como una corriente que recorre todo mi cuerpo. Como si el corazón despertara de su sueño y volviera a latir.

¿Qué me ha hecho, Señor Suppasit?

—Es la primera vez que te escucho reír.

—Es la primera vez que rio en años.

—¿Ahora soy importante?

Maldita sea, quiero decirle que sí. ¿Por qué? No lo sé.

—Sigue soñando.

—Lo haré, ja, ja, ja.

Y fue esa maldita risa lo que terminó por confundirme aún más.

A su lado me siento bien, me siento seguro. Siento que no importa que pase, incluso si caigo, él estará ahí. Pero no, no puedo bajar la guardia. No puedo dejar que destruya los muros que me costó un mar de lágrimas construir. Él no es nadie más que mi maestro, alguien que acabo de conocer y ya le conté toda mi vida.

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