Entré a la academia de policía nada más acabar el instituto.
Mi ingreso al cuerpo sucedió un año después.
Para ese momento Kang había sido nombrado Capitán y aún seguía ocupándose de todos los casos vinculados al narcotráfico que sucedían en Los Angeles.
Desde que mi hermano Suho había muerto por una sobredosis cuatro años antes, mi padre había sentido la imperiosa necesidad de limpiar de drogas las calles.
Nuestra familia se había desmoronado cuando Suho murió.
Amy nunca pudo perdonarle a Kang que le hubiera prohibido acercarse a su hijo y le hubiese negado a Suho la entrada a nuestra casa, hasta tanto no aceptase ingresar a un centro de desintoxicación.
Cuando en la investigación de la muerte de mi hermano salió a la luz mi relación clandestina con su novia Irene, Amy estuvo seis meses sin poder dirigirme la palabra.
Primero se volcó en Somi, que por entonces apenas tenía tres años.
Más adelante, decidió convertir nuestra casa en un hogar de acogida para niños cuyos padres estuvieran ingresados en centros de desintoxicación.
Poder cuidar de esos niños fué lo que le dió fuerzas para continuar viviendo, aunque su relación con mi padre nunca volvió a ser la misma.
A medida que me fui introduciendo en el trabajo policiaco, la lucha contra el narcotráfico que tan encarnizadamente peleaba mi padre, fue convirtiéndose en mi lucha.
Comencé a involucrarme más y más, al ver la forma en que esa pelea iba consumiendo a Kang.
Cuando llevaba tres años en el departamento de policía, una noche de verano, recibimos un chivatazo.
Un narcotraficante que veníamos persiguiendo sin descanso y sin éxito desde dos años antes había introducido en la ciudad un importante alijo de cocaína, y sabíamos dónde lo guardaba.
Con menos refuerzos de los que hubiéramos necesitado, nos presentamos en el lugar.
Estúpidamente creímos que cinco oficiales de policía nos bastaríamos para reducir a los delincuentes y atrapar a Embry Call.
Pero ellos eran más que nosotros y estaban muy bien armados.
Fue mi arma la que disparó la bala que acabó con Call. Pero fue la suya la que acabó con la vida de mi padre.
Allí, frente a mis propios ojos, Kang cayó desplomado con un disparo en la frente.
De nada le había servido el chaleco antibalas.
Una vez más, las drogas destruían mi familia.
Recibí una condecoración, al igual que Kang, pero un reconocimiento póstumo a su valor y a su labor no nos devolverían nunca al jefe de familia.
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En tus brazos | Lizkook ✔
FanfictionUna vida segada en una noche. Dos vidas unidas por una pérdida irreparable. ¿Cuánto más puedes caer cuando ya has tocado fondo? ¿Qué opciones tienes, más que levantarte y salir adelante? Lisa tiene un enorme reto que superar, y de ello dependerá su...