4. Un buen presentimiento

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~VILLA~

Alguien llamó al timbre a la tarde del día siguiente. Sólo estaba yo en casa y había aprovechado para ducharme tranquilamente. Me enrollé la toalla a la cintura y fui a abrir, maldiciendo a quien se le hubiera olvidado llevarse las llaves.

- Les tengo dicho que no se olviden de la llave.- dije mientras abría la puerta.

Pero no era ninguno de mis compañeros. Era Ruth. Debió leer sorpresa en mi rostro y, desviando la vista, se puso colorada como un tomate.

- Perdón, perdón, perdón... Llego en mal momento.- dijo dándose la vuelta- Sergio me dijo que me esperabas esta tarde para venir a tocar el banjo... Ya se me hacía raro... Ha debido de ser una de sus bromas... Pero yo lo mato, te juro que lo mato...- murmuró a toda velocidad.

- No, no... Por favor. El error ha sido mío por no estar preparado. Estás en tu casa. Por favor, pasa.- le dije, abriéndole más la puerta para invitarle a entrar- Espérame un segundo. Enseguida estoy contigo.

Corrí a mi habitación a ponerme algo de ropa. El corazón me iba a mil. Espera... ¿qué estaba pensando? "¡Vamos, Villa, sea lógico!" Además, ella viene porque le interesa el banjo. Usted no le interesa. Ya oíste a El Cousin.

Llegué a la sala de estar donde ella me esperaba. Miraba los premios que habíamos dejado por allí como decoración o como sujeta-libros.

- Ya estoy- le avisé, peinándome con los dedos el cabello.

- No me esperabas ¿verdad? Dime la verdad. Me ha parecido raro cuando Sergio me lo dijo. Odio que me gaste esas bromas y quedar como una palurda...

- ¿Pa... qué?- aquella situación era absurda, pero me alegraba tanto de volver a verla...

- Déjalo. Creo que es mejor que me vaya. Perdona la intromisión... lo menos que podía haber hecho es haber llamado.

- Ya que estás aquí, ¿por qué no lo aprovechamos? Y como ayer no vino...

- ¿Ayer? ¿A qué? ¿Cuándo?

- Ah, que eso no te dijo. Extraño sentido del humor el de su amigo...

- Lo mato- sentenció.

- No le mates. Mejor enséñale cómo aprendes a tocar el banjo. ¿Te puedo regalar algo para tomar?

Finalmente, conseguí convencerla de que se quedara. Al principio, costó que entrara en el ensayo. Se mostraba todavía tímida, pero en cuanto paso un tiempo, volvió a ser la Ruth que habíamos conocido el primer día. Tenía oído y cogía las indicaciones al vuelo. Me admiraba su capacidad de concentración, su ilusión por aprender y la seriedad con la que vivía la música. Todo en ella me transmitía buena vibra. Presentía que estábamos iniciando una gran amistad. Y me gustaba presentirlo.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora