33. Donde nacen las flores

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~ Ruth ~

Al descender del coche compartido en Madrid, el corazón me latía a mil por hora. Villa había prometido venir a buscarme, pero cuál fue mi sorpresa cuando vi en la acera de enfrente a toda una banda de músicos y músicas. Estaban los Morat, pero también María y el resto de canautoras con las que habíamos creado una familia. Nadie puede imaginar lo que sentí al verles cantando al unísono, mientras otros viandantes se detenían a escucharles.

No pude evitar abalanzarme sobre Villa, emocionada.
- ¿Te ha gustado la sorpresa?- me preguntó con una risita.
- Mucho.- asentí con un hilo de voz y todavía con el rostro sumergido en su cuello.

Esa noche fuimos a cenar a los locales de una sociedad que habían alquilado para la ocasión. Hubo cena, baile, chistes y mucha música. De repente, sentía que volvía a mi verdadero hogar y que si pudiera elegir, no querría estar en otro lugar ni con otras personas.

De madrugada, fuimos abandonando el lugar por goteo y Villa me acompañó a mi piso.
- Gracias, cariño. Eres lo mejor del mundo.- le agradecí, dándole un prolongado beso.
- Y aún queda más. No deshagas la maleta, mañana nos vamos a la playa.
- ¿Mañana? ¿A dónde? ¿Y vosotros? Os queda una semana para marcharos a Colombia...
- No te preocupes por eso. Lo tenemos todo bajo control. Y la semana que me queda, estoy seguro de con quién quiero pasarla.

Me dio un besito y se fue con la excusa de dejarme descansar. Qué guapo era. ¿Cómo podía ser tan increíble? Cuando me tumbé sobre mi cama, una punzada de temor me atenazó. Todo aquello era demasiado bonito. Si era un sueño, no quería despertar.

Al día siguiente, Villa vino a buscarme en una furgoneta. Dentro estaban los chicos de Morat, María y Bea, otra de las chicas. El resto se unirían más tarde.

No sabía donde íbamos, pero las horas de carretera y canciones me encantaban, me recordaba a nuestros inicios con El Espeto. Su recuerdo me atravesó la sonrisa por un momento. Los echaba de menos: a Sergio, el Cousin y a Angelito... Pero decidí no enturbiar ese momento. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a vivir lo mismo con los niños bien de Morat y mis hermanas de melodías?

Caía la tarde cuando aparcamos frente a una cala desierta. Imaginaba que estábamos en Cataluña, por los carteles que había visto al pasar.
- ¡Un baño antes de llegar!- gritó Martín, corriendo hacia la orilla, mientras se desprendía de su camiseta.

Le imitamos. El agua estaba fresquita, pero no nos importó porque hacía calor y estábamos sudados del viaje. Luego, nos sentamos en la orilla a ver desaparecer el sol. Estábamos completamente solos los siete.
- ¿Vio cómo se las ingenia su novio?- me susurró Isaza, sentándose a mi lado y sonriendo.
- Una tiene que ser buena decidiendo quién pone patas arriba su vida- bromeé- Y me alegro que formes parte de esto, Isa. Te he echado de menos.
- No podía faltar. Pero no por ti. No iba a dejar que disfrutasen, mientras nosotros nos quedábamos en la gran ciudad.- se rió con esa risa de niño travieso.

Le abracé hasta que la luna apareció sobre nuestras cabezas, plena y brillante.

Dormíamos en dos bungalows, uno para las chicas y otro para los chicos. Por las mañanas, Villa y yo dábamos un paseo por la playa antes de desayunar. Era nuestro momento de intimidad, porque el resto del día, estábamos todos juntos.

La tarde que llegaron el resto de chicas, Morat nos ofrecieron un concierto en acústico en los jardines del camping. Era impresionante cómo Villa se transformaba cuando cantaba. Era tan sexy, que me volvía loca.

Después, fuimos a ducharnos y no teníamos más plan que cenar para ir a dormir. Varias noches en vela comenzaban a pasar factura. Como en el bungalow de las chicas había cola para el baño, salí fuera. Villa ya estaba arreglado y tomaba el solm, sentado en un banco de fuera. Me permití observarlo hasta que él percibió mi presencia.
- ¿Qué hace ahí? Venga para acá.- invitó, separándose las rodillas para que me sentara sobre ellas.
- Te miro, ¿o es que no puedo?
- Usted conmigo puede hacer lo que le plazca- me rodeó con su brazo por la cintura y me besó.

En silencio, recorrí los rasgos de su rostro perfecto con la yema de mis dedos, desde la frente, sus párpados, su nariz, sus labios y su barbilla. Su sensualidad era infinita, mientras se dejaba acariciar. Nos besamos de nuevo con una pasión incontrolable.
- Buenooo, que corra el aire- nos sorprendió Simón, saliendo del bungalow con el pelo mojado.
- Si quieres usar nuestra ducha. Sólo falta Isaza, que se fue al pueblo a comprar algo. Te da tiempo.- me cedió Villa.
- Sí, será mejor. Necesito una ducha de agua fría.- reí.

Me guiñó un ojo y me fui a por mi toalla y mi bolsa de aseo. Cuando volví, me llegó un cachito de conversación que Villa tenía con Simón.
-...sólo verla y pierdo el control, perro...
- Entro a duchar- les avisé con una enorme sonrisa.

Dejé correr el agua antes de entrar. Yo también sentía que perdía el control de mí, no obstante, sabía que tenía que actuar con la cabeza. Acabábamos de empezar y no quería correr. Nos conocíamos desde hacía tiempo, pero aquello era algo nuevo, sobre todo para mí. Quería que funcionara con todo el corazón, que fuera bien.

De pronto, vi que la puerta del baño se abría y entraba una silueta con sombrero. Grité de la impresión. Él también gritó y por un segundo estuvo paralizado hasta que le lancé el bote del champú.

Cuando salí, envuelta en la toalla, Isaza ordenaba su ropa en la habitación.
- Te pido disculpas, Ruth, nadie me avisó de que estabas...
- No te preocupes, hay confianza. Perdona tú que te he tenido que dejar sordo del grito.

Me senté en una de las camas y le miré. Él no me devolvía la mirada. Parecía muy concentrado en que sus camisetas estuvieran perfectamente alisadas.
- Isa...- le llamé y le hice un gesto de que se sentara a mi lado- Hace tiempo que tú y yo no tenemos una conversación de amigos.
- Es cierto...- dijo sin apenas hacerme caso.
- Isa... Has visto una chica desnuda, no creo que haya sido tan horrible para que no quieras volver a mirarme.
- Claro que no.- se giró por primera vez- No es eso.
- Lo sé. Porque si no, no te hubieras quedado quieto como un pasmarote- le vacilé.

Se puso rojo como un tomate y comenzó a tartamudear. Entendí que lo que quería decir es que le había dado impresión y que por eso no tuvo una reacción rápida.
- Ya lo sé, tonto. Estoy de broma.- me levanté tras comprobar que estaba demasiado nervioso como para hablar- Nos vemos esta noche en la playa. Cuando todos se hayan acostado- sugerí.

Asintió, mudo. Y yo me marché a arreglarme.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora