38. Estoy tan arrepentido

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~ VILLA ~

Habían pasado tres meses desde que Ruth y yo lo dejamos. El tiempo, más que limpiar la herida, la abría más y la hacía más profunda.

Sólo Isaza, Marto y Moncho sabían por qué había permitido aquella ruptura. Uno toma a veces malas decisiones en la vida y otras, son nefastas, como era el caso.

Fue durante la época que pasamos acompañando a Isaza y a su familia en el hospital. Me encargaba de sacarle de las cuatro paredes de la habitación y llevarle a tomar un café, a ver una película o mostrarle música nueva. Isaza estaba viviendo mal la enfermedad de su padre y, aunque no es excusa, yo padecía una mínima parte de ese sufrimiento al ver así a mi amigo.

Una noche, al salir del hospital, me esperaba en la puerta Paola. Ella era una antigua novia y que se había enterado de lo que sucedía porque mis papás y los suyos eran amigos. Me invitó a cenar para animarme y terminamos besándonos en su coche. No fue a más, pero me sentía terrible. Culpable. No había respetado a Ruth y yo era el que más había dudado de ella.

No podía decirle la verdad. La destrozaría y lo peor sería que ella nunca más volvería a intentar nada con nadie. Así que poco a poco, comencé a espaciar las llamadas, a no contestar sus mensajes... Ella insistía. Hasta estuvo tentada en viajar a Colombia, idea que le quité de la mente. No hubiera soportado verla, que hiciera el viaje por mí (también por Isaza) para encontrarse con un traidor. Me hubiese descubierto. Conocía las profundidades de mi alma y leía en mí como en un libro abierto.

Hasta aquel fatídico día. El día en que me dejó, la dejé... Lo dejamos. Estoy convencido de que si lo hubiera luchado un poquito, ella habría retrocedido en su decisión, pero no lo hice. No quise hacerlo.

Tres meses más tarde, su recuerdo me mataba. Ahora, ella solía hablar con Isaza para interesarse por la salud de su papá, que estaba prácticamente recuperado. Más pronto que tarde retomaríamos las giras que habíamos dejado pendientes y regresaríamos a España... Reconozco que estaba asustado y a la vez me moría de ganas de verla. ¿Cómo había podido caer tan bajo? ¿Cómo?

- Ya deje de recriminarse.- me aconsejó Isaza - Está mal lo que hizo, es cierto, y no seré yo quien se lo niegue, Ruth es mi amiga. Pero que fue una opción cobarde, lo fue. Y si algún día, cuando volvamos a España, regresan, debería contarle la verdad, a riesgo de que no quiera volver a saber nada de usted. Pero fueron unos besos. No es tan grave. Que usted es un dramático ya lo sabíamos.- bromeó- ¿Sabe que creo? Que le afecta tanto porque nunca había estado tan enamorado y le da rabia de sí mismo.
- Bueno, listo ¿no? Ni que fueras mi psicólogo- me quejé ante tantas verdades soltadas en mi cara.
- Ay yaaa, la única diferencia es que yo no le cobro, por el resto, es lo mismo- se encogió de hombros.- Y borre todas sus fotos del celular. No le hace bien estar mirándolas cada día.

Tras varios días de estudio, preparando nuevas canciones, Pedro llegó con las nuevas fechas de la gira por Latinoamérica, primero por México, luego se veía interrumpida por el viaje a España y volvíamos con conciertos en Ecuador, Perú, Argentina... Y finalmente, Colombia.

Yo intentaba sacarle información sobre Ruth a Isaza o a Marto y Simón, pero ninguno sabía nada, aunque mentían muy mal.
- ¿Quiere saber la verdad? Ruth va a venir a Colombia a dar a conocer a El Espeto con un par de conciertos acá, en Bogotá, pero coincide que estaremos por México, así que ni modo de que se puedan ver.- se sinceró Moncho, harto de mi cantaleta.
- ¿Y cómo que viene sólo a Colombia?
- Ah, yo no sé. Pregúntele a Pedro.
- A mí no me vuelvan loco. Yo sólo les pasé los contactos- se quejó nuestro mánager.

No iba a dejarle tranquilo hasta que me diera las fechas. No sabía para qué. No íbamos a vernos. Ni siquiera creía que fuera buena idea, aunque hubiese estado en Bogotá.

Llegó el momento de la gira. Los ensayos previos y el ritmo de trabajo más intenso, unido al cansancio con el que terminábamos al final del día, lograban que mi cabeza se despejara y me centrara en la música.

Comenzamos la gira en México. Allá las fans eran especialmente cariñosas con nosotros, aunque me agobiaba un poco la llegada al aeropuerto, cansado del vuelo y comenzar a firmar autógrafos y sonreír para la foto. Mis tres compañeros tenían más paciencia que yo, que era el primero en refugiarme en la camioneta. Sabía que nos debíamos a ellas, pero que me permitieran agradecérselo en el concierto y lo daría todo porque disfrutaran, pero necesitaba mi espacio. Era lo que peor llevaba de la fama sin duda.

Comenzamos con dos conciertos en el Auditorio Nacional, en el DF y luego nos trasladaríamos a otras ciudades. Uno de esos días, estando en el hotel, escuché sin querer, una conversación que Isaza mantenía por el celular.
- Sí, qué lástima no poder ser su guía por Bogotá... Pero verá que Mauricio Rengifo les sabe orientar. ¿Tienen concierto mañana por la tarde? Tampoco es que vayan a tener mucho tiempo.- hubo un silencio y entendí que le hablaban al otro lado del auricular- En otra ocasión será... ¿Villa? No, pues como siempre. Está bien. Ya sabe cómo es... Pendiente de que todo salga bien. Sigue igual de enojón- rió bajito- Listo, linda. Cuídate también. Un abrazo a Sergio y a la banda. Otro bien grande para ti.

La conversación cesó y salí del baño.
- ¿Con quién hablaba tanto?- pregunté inocentemente.
- No, pues con mi mamá.

Le había pillado y sabía perfectamente lo que tenía que hacer ahora.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora