54. ¿Por qué seguimos jugando a los dados?

121 9 1
                                    

~ Ruth ~

¿Me vería Madrid levitar durante el trayecto que me separaba de mi coche? Porque levitaba a varios metros sobre el suelo. No podía creer que, después de todo lo que habíamos vivido Villa y yo, tantos altibajos, hubiéramos alcanzado ese punto de amistad, confianza y calma.

Amar a Villa no era una opción ni una decisión. Era una necesidad espontánea, como respirar. Y sin embargo, me di cuenta que hasta entonces, nunca antes lo había querido con tanta verdad.

Quizás, anteriormente, todo había sido confuso, había tenido que luchar contra mí misma y tal vez la intensidad de los sentimientos nos hicieron actuar como inconscientes. Me parecía que últimamente los dos habíamos ganado en madure. Y disfrutaba el triple su compañía.

Admiraba cada una de sus virtudes y amaba cada uno de sus defectos por ser suyos. Y todo con serenidad. La vida me sonreía y siempre me sentiría afortunada de haber conocido a Villa, de aprender de él y con él. Y lo mismo con el resto de Morat. Y las personas más importantes de mi vida. No había tenido una familia normal. Sin embargo, mis amigas y amigos eran mi familia.

Al día siguiente, al estudio también fue Pedro para negociar sobre las canciones que pasaría a cantar Morat u otras, para los derechos de autoría. Parte de la tarde transcurrió con este trámite en el que mis mejores representantes fueron los propios Morat, para asombro de Pedro.

Cuando éste se fue, teníamos la cabeza demasiado embotada para seguir pensando y los chicos insistieron en pedirme una canción. Esta vez, tomé mi guitarra y me acomodé en el suelo con los pies descalzos. Le canté mi favorita. En la que había puesto más de mí, aunque no hablase de mi vida. Casi al final, me emocioné y se me rompió la voz, aunque logré mantener la afinación.
- Ay, qué linda...- me abrazó Simón, casi tan emocionado como yo- No hay nada más hermoso que ver a una artista que vive lo que canta.
- ¿Cuándo vas a dejar de ser mánager para dedicarse a ser la que dé la cara en el escenario?- preguntó Marto, sentándose al otro lado en el suelo.
- Eso no sucederá- reí- Me encanta mi trabajo. Cantar es una afición. No sueño con subirme a los escenarios. Prefiero cantar así, entre amigos y ya está.
- ¿Vas a privar al mundo de tu música?- tanteó Isaza.
- No lo veo así, como privar. Las chicas me dijeron lo mismo un par de veces, pero yo creo que una puede saber hacer muchas cosas en la vida y no por ello las tiene que hacer visibles. Ahora, con las redes sociales y la visión globalizada del mundo parece que todo tiene que hacerse público. Me parece bonito compartir esto que me sale de tan adentro sólo con las personas que quiero y me importan, como vosotros.
- Qué linda...- susurró Villa casi como si se lo dijera para sí mismo.
- Pero bueno... Será mejor que por hoy, debemos por finalizada la sesión. Ese mánager vuestro es agotador- alcé la voz con energía.
- Sí, Pedrito puede ser muy intensito- rió Isaza- Pero por qué no encargamos unas pizzas o unas salchipapas y se viene después a nuestro hotel. Esta noche iba a estar un animador. No ponga esa cara, Ruth, será divertido.

No sé por qué acepté semejante plan. O sí. Porque a pesar del cansancio, quería estar con ellos. Me sentía tan especial y tan cómoda... Cenamos en el estudio y luego conduje hasta el hotel. La fiesta había comenzado y se oía la música desde fuera.

Nos unimos al baile sin muchas ganas, pero debo reconocer que me lo pasé bien y creaba un ambiente distendido entre nosotros, hasta que con las luces discotequeras, acabé perdiendo a los chicos de vista y me quedé sola con Villamil. Precisamente con él. Me agarró de la mano y me sacó del bullicio.
- ¿A dónde vamos?- pregunté, frenándole.
- A mi habitación.- me solté de su mano de golpe- No te asustes... Quiero enseñarte algo.
- ¿Y el resto?
- ¿Tanto miedo te doy? ¡Te lo quiero mostrar a ti! Por favor...
- Vale, vale- acepté, disimulando el nerviosismo.

Subimos en el ascensor.
- Estás muy callada. Sólo te quiero enseñar una canción.- concretó con esa tono suave que en lugar de calmarme, me puso el corazón en la garganta.
- Estoy nerviosa- reconocí- ¿Qué quieres que te diga? Se me hace raro.
- Bueno, reconozco que quería disfrutar de tu talento y de tus consejos musicales sólo para mí.- sonrió al punto que me empezaron a temblar las piernas.

Le pegué una chapada por burlarse de mí.

Llegamos a su habitación y me estuvo enseñando varias canciones que había comenzado y que todavía no había hecho públicas al resto del grupo. No sabía a qué esperaba, porque eran maravillosas. Me las cantaba con su voz rota y me sonreía y yo me derretía poco a poco.

Hasta que me tendió la guitarra.
- Toque algo suyo. Dice que sólo quiere compartir sus canciones con sus amistades, pero lo cierto es que lo ha hecho poquito.
- No acepto ese comentario. No hemos tenido tiempo de mucho más. Pero como signo de buena voluntad, lo voy a hacer.

Golpeé la guitarra y comencé a tocar. Villa me miraba, sentado sobre la cama con las piernas cruzadas y apoyando la barbilla en su mano. Yo le sonreía mientras cantaba y se creaba ese clima íntimo, de complicidad, que tanto había echado de menos.
- ¿Te puedo decir algo? Pero no se lo tome a mal.- me dijo cuando acabé.
- Claro. Nunca me tomaría a mal una crítica tuya, al contrario...
- No es una crítica. Es... Cuando te escucho cantar, tocar... No sé explicarlo... Pero me hace feliz. Supongo que es parte de tu magia. Soy feliz cuando te escucho. Me trasmites una sensación que, sencillamente, me eleva. Me inspira y me hace sentir que todo va a estar bien.

Estaba alucinando. Era lo más bonito que nadie me había dicho nunca y me estrujaba el corazón que fuera él el dueño de esas palabras. Abandoné la guitarra sobre la otra cama, me senté a su lado y le abracé, pero no quería tomármelo muy en serio y le lancé una sonrisa maliciosa.

- Ya que estamos de confidencias... Yo también tengo que decirte algo que me pasa cuando cantas tú.
- Me da miedo. Tú sí que das miedo. Dispárele a ver...
- Cuando cantas, y estoy segura de que no sólo lo opino yo, te vuelves la persona más sexy del planeta tierra.- lanzó una carcajada- Te lo digo en serio, Villa. La postura con el banjo, tu forma de acercarte al micrófono, tu dominio del escenario y esa voz tan tuya...
- No se puede hablar en serio contigo... Yo lo decía de verdad- se quejó.

Le sonreí mientras le peinaba las greñas. Con esos pelos largos me parecía más mi tipo que nunca...
- Creo que ha llegado la hora de marcharme. Gracias por este momento. Por enseñarme esas canciones preciosas, por dejarme aprender de ti y formar parte pequeñita de tu mundo interior. Lo he pasado muy bien.
- Pero quieres irte...- se quejó. Incliné la cabeza como cuestionándole aquel reproche. No es que quisiera irme, es que ya habíamos terminado y a la mañana siguiente yo madrugaba- No te quiero retener tampoco.
- Pensaba que ya estaba todo.
- Sí, supongo que sí.- suspiró y dejó caer sus piernas hasta el suelo- Te acompaño hasta el auto.
- Espera, Villa. Sí quiero decirte algo más.- me observó con sorpresa- Que me alegro de que nos llevemos bien, que podamos divertirnos juntos, hacer música... Sabes que eres muy importante para mí.
- Tú también eres imortante para mí. Sabes que te admiro y te quiero mucho.

En ese momento, se abrió la puerta y Simón, Isaza y Martín entraron como un huracán.
- Acá está la parejita.
- Oigan, tienen que venir corriendo. Nos tienen que ayudar- pidió Isaza.
- Han preparado una gymkana y los ganadores se llevan dos entradas para el concierto de mañana de Taylor Swift- explicó Monchi- No hay otra forma de conseguir entradas para ese concierto.

Me hacía gracia verles a ellos con el modo fan modo on.
- Yo os dejo que os divirtáis. Una se va a dormir.
- ¡Pero te necesitamos! ¡El grupo tiene que estar formado por cinco miembros!- me insistió Isa- Por favor... Taylor es la futura madre de mis hijos y ella todavía no lo sabe...

Resoplé. No tenía alternativa. Todo por la descendencia de Isaza.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora