32. Equilibra la balanza

140 12 10
                                    

~ VILLA ~

Las cartas que me enviaba Ruth cada semana eran las más bellas cartas de amor escritas por una mujer a lo largo de la historia. Me preguntaba si podía haber un hombre más afortunado que yo sobre el planeta. Aunque sí, aquellos que pudieran estar con su amor sin distancia.

Por aquellos días, quedamos con Conchita en Madrid. Ella era cantante y una gran compositora. Nos conocíamos desde hacía un par de años y pronto salieron temas personales de los que nos servíamos para componer.
- Ay, qué bonito es estar así de enamorado- suspiró, apoyándose en mí- A ver, que lo que viene después también es muy bonito. Cuando hay amor recíproco, no hay nada mejor- comentó.

En un momento, se puso a escribir y casi sacó una canción completa, que iba compartiendo con nosotros cuando finalizaba una estrofa:

"Si ella te quiere
Tendrás por dentro esa sensación de tenerlo todo
Tendrás la suerte que sólo tienen algunos locos
Si ella te quiere, qué suerte tienes

Si ella te quiere
Verás al mundo bailar despacio bajo su foco
Tendrás la fuerza de reponerte de cualquier roto
Si ella te quiere, qué suerte tienes

Si ella te quiere, has tocado el cielo
Se abren las puertas del universo
Cuando te quiere ya solo hay una dirección
El desenlace de cualquier sueño
Está en su boca si tú la tocas
Si ella te quiere, se pinta el mundo de color

Si tú la quieres
No dejes nunca que la distancia os apague el fuego
Y cuídala como cuida el pájaro de su vuelo
Si tú la quieres, qué suerte tienes"

- Qué preciosidad- opinó Isaza.
- Se la tengo que cantar a Nath- dijo Simón - Siempre con tu permiso, Conchita.
- Claro. Le daré una vuelta y os la mando completa.

Se despidió de todos con un abrazo y cuando llegó hasta mí, me dio unos golpecitos en el pecho, cantando:
- Si ella te quiere...
- Que suerte tienes...- completé.

Por la noche, recordando esa canción, me daba cuenta que Conchita había captado completamente la esencia de lo que yo sentía.

- ¡Amor!!- me saludó Ruth a través del celular. Hablábamos cada noche- Mañana voy a Madrid. ¡¡Llego para verte!!
- ¡Mi vida!! ¡No me podías dar mejor noticia!! ¿A qué hora llegarás?
- Tarde. Cojo un blablacar a última hora.
- No me importa. Quiero verte.
- ¡Yo también me muero de ganas!!

Cuando colgó, sentí que el corazón me iba a mil por hora. Algo tendría que preparar para recibirla.

Isaza, esuchaba música con los cascos puestos, en la cama de al lado. Le tiré uno de los cojines para que me hiciera caso.

- ¿Qué hubo? ¿Ya terminó de hablar con su novia?
- Viene mañana. Ayúdame a pensar en algo con que sorprenderle.
- ¡Tremenda noticia! - se alegró él.

No conocía a nadie que disfrutara tanto con las alegrías ajenas que Isaza. Creo que cuando les conté que Ruth y yo estábamos juntos, lo celebró como si fuese él el que había conseguido conquistar a su enamorada. Además, Ruth y él eran buenos amigos, se caían bien y se tenían confianza. No podía imaginar nada mejor que mi casi hermano y mi chica congeniaran.

- Dele, avise a Moncho y a Marto que se vengan a la habitación. Cuatro cabezas piensan más que dos- me pidió Isaza.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora