~ Ruth~
Un cúmulo de sentimientos me revolvían las entrañas. Por un lado, estaba la gravedad de lo que había sucedido y todo el proceso que se iniciaba con la denuncia. Y por otro, Villa. Lo tremendamente preciso que había sido, llegando en el momento justo; la vergüenza que me daba que conociera mi pasado, mi historia de abandono... Él, que había crecido en una familia de clase alta, con todas las oportunidades y el cariño del mundo, con una educación y buen gusto del que yo carecía por completo. Me daba miedo que nuestras diferencias, de por sí notables y evidentes, nos distanciaran. Y perderle. Temía que se hubiera dado cuenta de que toda la normalidad que aparentaba era sólo una careta y que los cimientos de mi vida familiar estaban podridos desde hacía tiempo.
Me había mostrado más sincera que nunca. Me fluía así, le debía la vida y el sentimiento hacia él crecía más y más, haciéndose más intenso. Sin embargo, me había dejado claro que sólo podíamos ser amigos. "Monchi sabe que sólo somos amigos" y ese "sólo" se me clavaba como un puñal, hundiéndose dentro de mí. Pero no podía quejarme. Había perdido mi oportunidad hacía tiempo. Y así era mejor. Me mantenía en mi zona de confort. "Nada de relaciones amorosas", ese era mi lema ¿no? Aunque al final, había bromeado sobre dormir juntos y yo había tenido que huir porque se me subían los calores... Me estaba haciendo un lío. Definitivamente yo no entendía de estas cosas. Era de otro planeta.
- Parece un buen chico- comentó mi madre, rompiendo el silencio de la cena.- ¿Cómo se llama? Tu novio.
- No es mi novio, mamá.
- Lo que sea...
- Se llama Juan Pablo. Lo conocí trabajando. Es amigo de Sergio.
Durante unos minutos sólo se oyeron el ruido de los cubiertos.
- No le has invitado a cenar- casi fue un reproche.
- Estaba cansado.
- Mañana le podrías invitarMi padre empezó a hacer gestos negativos. Él no estaba de acuerdo con eso.
- Tú come y calla.- le espetó mi madre.
Aquella respuesta inesperada de mi siempre sumisa madre me sorprendió y me encantó. A mi padre también le debió asombrar, dejó los cubiertos y se fue de la cocina en su silla de ruedas.Mi madre me tomó la mano sobre la mesa y me miró con una especie de ternura. Todo aquello era nuevo para mí.
- Me alegro de que te vaya bien y seas feliz, Ruth. Que no seas como yo y sepas tomar tus propias elecciones.
- Nunca antes me habías hablado así. Ni a papá...
- Estoy aprendiendo. Los miércoles me reúno con otras mujeres en unos talleres y... Hablamos de nuestras vidas...
- Yo también me alegro de que te estén ayudando. Nunca quisiste escucharme...
- Pero nunca es tarde para cambiar.
- Eso es verdad- sonreí y acaricié su mano sobre la mía- La contestación que le has dado a papá ha sido un puntazo. Ahora no querrá acostarse.
- Como si quiere dormir en la silla- dijo y emitió un ruidito que pretendía ser una risa. Nunca había oído reír a mi madre. Y me reí con ella- Hoy friego yo los platos. Ve a ponerte hielo en ese cuello para bajar la inflamación.Me peiné nerviosa, queriendo tapar la zona enrojecida. ¿Cómo se había dado cuenta?
- No es nada- quité importancia.
- Yo también voy a denunciar a David, Ruth. Llamó cuando te fuiste. Me amenazó.
- ¿Tienes miedo de lo que pueda hacer?
- Yo ya no tengo miedo de nada. En cualquier caso de volver a mi existencia anterior. Pero verte a ti, me infunde coraje.
- Mamá...- susurré aliviada y orgullosa de ella.Y por primera vez en mucho tiempo, nos abrazamos de nuevo.
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No recordaba ver brillar un sol tan espléndido como el que lucía a la mañana siguiente. Villamil me esperaba en la puerta del hotel con medio rostro morado. Le había salido el golpe del día anterior.
- No tienes muy buen aspecto. Si quieres, podemos dejarlo para otro día.- ofrecí.
- ¿Bromeas? Por nada del mundo cambiaría esta excursión con tan tremenda guía. Voy trabado de tanto analgésico que me tomé, pero bien- me estudió- Pero si no me equivocó, estás especialmente radiante hoy, ¿qué me cuenta?
- Te cuento de camino. Tenemos un gran recorrido que hacer.Le expliqué la charla que había tenido con mi madre la noche anterior y cómo ella había insistido para que Villa fuera nuestro invitado a comer aquel día, ofrecimiento que aceptó encantado.
Ascendimos por las callejuelas del Albayzín, parándonos en varios puestos en lo que hombres árabes con chilaba, te daban la tabarra para que les compraras algo. Lo conduje hasta el Mirador de San Nicolás repleto de turistas y de allí descendimos hasta el Carmen de los Mártires y la Fundación Rodríguez Acosta, para terminar en la Plaza de los Aljibes, junto a la Alhambra, a la que no pudimos entrar porque no había entradas.
Nos sacamos decenas de fotos para el recuerdo en esos lugares espectaculares. Era más tarde de la una de la tarde y nos sentamos en un poyete con vistas al Albayzín y sus casitas blancas, al lado del llamado árbol del amor, donde cuenta la leyenda, que se ahorcó Judas Iscariote y luego lo trasladaron hasta los jardines del palacio nazarí.
- Qué pena con usted, le estropeé las fotos con esta cara.- rió Villa, mientras las revisaba desde su móvil- Muchas gracias por enseñarme tantos lugares que no conocía. Voy a hartarme de dar celos a Simón.
- Ahora, vamos a comer y a recuperar fuerzas. Esta tarde tengo preparada otra ruta. Y aún quedan muchas cosas para ver... ¿hasta cuándo te quedas?
- No lo sé. ¿Y usted?Me encogí de hombros. Yo estaba de vacaciones, pero ¿acaso él no había venido a España por trabajo?
- ¿Y la promoción? - insistí.
- No quiero irme dejándola acá, Ruth. Por lo menos, hasta que se solucione el tema de la denuncia.
- Pero eso puede tardar meses. La justicia va muy despacio. Estaré bien, te lo prometo.- acaricié con mi mano fría su mejilla amoratada.
- La quiero mucho, Ruth. Necesito saber que... Todo está en orden. Vamos a estar varios meses sin vernos y no puedo vivir con esa incertidumbre. Lejos de usted.
- Villa...- no sabía qué decir, así que le abracé, que por otro lado, era mucho mejor que las palabras- No sé cómo devolverte lo que estás haciendo por mí.
- Es que yo no quiero que me devuelva nada. Sólo... Sólo quiero... ¿Confías en mí?
- Claro que confío en ti.
- Sólo quiero eso.
- Eres muy especial, Juan Pablo Villamil. Y no puedo creer lo afortunada que soy de tenerte como amigo.- le besé dulcemente la mejilla herida. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho en cualquier momento.
- Ahora ya me duele menos- susurró con su voz suave.