25. Sólo quiero que esté bien

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~ VILLA ~

Temblaba. Temblaba de manera involuntaria y yo no sabía que hacer para calmarla.
- Me has salvado la vida- repitió.

Aquello me abrumaba demasiado.
- Ha sido cuestión de suerte- le quité importancia.
- No. Supe que me harías bien la primera vez que te vi- susurró.

La abracé. La sentí llorar en silencio. Allí, los dos, en el suelo de su cuarto de baño, después de vivir algo absurdo. No parecía que pudiera ser real. Pero lo había sido.

Me surgían tantas preguntas... ¿Por qué su hermano había intentado matarla? ¿Por qué había tratado con tanta dureza a su padre, un hombre con una discapacidad? No era propio de ella. Pero sólo de palabra, la delicadeza con la que le había arropado y acomodado en la cama había sido exquisita.

- Bueno, ya está. Ya ha pasado- dijo de pronto, separándose y limpiándose las lágrimas con una punta de la camiseta- Mi madre estará al llegar. ¿Quieres tomar algo?
- Un vaso de agua. - la miré mientras se arreglaba delante del espejo y se colocaba el cabello para taparse el cuello. Pero no podía esconder que había estado llorando. No se maquillaba, así que, sonrió a su reflejo, ensayando su mejor versión.
- ¿Se me nota algo?- me preguntó, volviéndose hacia mí, totalmente erguida.
- Estás preciosa, como siempre- la animé.

Su madre no tardó mucho más y nos pilló conversando en la cocina. Me presentó como un amigo y la mujer me sonrió amablemente. Era una mujer sencilla, parca en palabras, pero me cayó bien. Nos marchamos para dar una vuelta, aunque en realidad sus planes eran pasarnos por Urgencias para que nos abrieran un parte de lesiones y posteriormente, ir a comisaría.
- ¿Estás convencida de lo que vas a hacer?
- Sí. Es lo que hay que hacer. Para evitar males mayores.- me miró con aquella sonrisa triste que últimamente no la abandonaba- ¿Me vas a contar qué haces en Granada y tú solo?

Comencé a balbucear, pero ningún sonido inteligible salió de mi boca. Era el momento de soltar el discurso que Isaza y yo habíamos preparado mientras hacíamos hora hasta subir al avión, pero me parecía totalmente fuera de lugar.
- Yo... Creí que... No quiero ser metido... Pero me preocupaba... Que igual necesitabas... Espero que no te ofenda... Yo... No puedo volver a Bogotá sin... Quiero decir que... Te extraño... Todo el tiempo que...

De pronto, tomó mi mano y me besó en la mejilla.
- Gracias, Villa. En serio. Yo también he pensado mucho en ti.

Si llega a detenerse un segundo, le hubiera comido la boca allá mismo, pero sonrió y continuó caminando. La tarde transcurrió entre salas de espera, hasta que hicimos todo lo que Ruth había planeado. Me fue contando retazos de lo sucedido con David, su hermano y su historia familiar. Era increíble que no estuviese más herida al fin y al cabo. Aunque comprendí que su desconfianza y su falta de fe en el amor de pareja provenían de ahí.

- ¿Tienes donde dormir?- me preguntó. Se nos había echado la noche encima.
- Sí. Monchi me buscó un hotelito por el centro.
- ¿Monchi?- enarcó una ceja, inquisitiva- Veo que sigue igual de celestino.

"Si usted supiera que todos...", pensé, pero no lo dije.
- Esta vez es diferente. No asumas que él es así- defendí a mi amigo.
- ¿Diferente? ¿Por?- quiso saber.
- Porque ahora sabe que sólo somos amigos. Y porque ellos estaban casi tan preocupados por ti como yo.
- Hay que amarlos- sonrió y apretó el paso.- Te acompaño hasta el hotel. Para que no te pierdas. Ha sido un día duro.
- No quiero dejarte sola.
- No me va a pasar nada por volver sola hasta mi casa. Así me despejo. ¿O qué pretendes? ¿Que me quede a dormir contigo?
- Con gusto la aceptaría. No sería la primera vez- invité pícaramente.

Me sacó la lengua y me pidió la dirección.

- Mañana te vendré a recoger a las ocho. Esta ciudad esconde muchos enigmas del pasado. Te encantará descubrirlos.- se despidió en la puerta del hotel.

Apenas me dio tiempo a darle una respuesta, dio media vuelta, cruzó la calle con paso garboso y se perdió tras la esquina.

Entonces y sólo entonces, fui consciente de que aún me dolía el cachete donde había recibido el derechazo de David.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora