~ Ruth ~
Acabábamos de pisar suelo bogotano. No era mi primera vez en Colombia, pero ahora el país tenía un significado especial para mí. Desde hacía un par de meses había conseguido liberarme del hechizo que Villa había conjurado sobre mí. Volvía a tener mi vida normal y su presencia en mi memoria sólo era un recuerdo bonito, una experiencia que me sentía afortunada de haber vivido. Él había sido un caballero y nuestra historia fue un regalo. Pero las mejores historias de amor siempre tienen un final trágico y parece que no sólo en la literatura.
No iba a aferrarme a él de por vida o me perdería todo lo que me quedaba por vivir. Sin embargo, pisar Bogotá con mis pies era como andar sus mismos pasos y tenía sensaciones encontradas entre la ilusión y la nostalgia.
No íbamos a vernos. Justo les pillaba en México. A veces, me preguntaba por qué dejamos de hablar si terminamos de mutuo acuerdo. Mantenía contacto con el resto del grupo, menos con él. Fue como un pacto sin palabras. Y quizás fuera lo mejor. O no. Tal vez, podríamos retomar una relación de amistad.
- ¿Estás bien?- me preguntó Sergio, estudiándome preocupado.
- Sí. Es que este país me trae tan buenos recuerdos. Y su gente es tan especial, tan alegre y acogedora, tan fuerte y resiliente... Que me siento emocionada. Colombia is different, ya lo verás.Sergio había comenzado a salir con una chica andaluza, residente en Madrid, que se dedicaba al diseño de modas. Se les veía bien juntos, aunque no tenían nada que ver el uno con el otro, remaban en la misma dirección, formaban un gran equipo. Eran bonito verlos así.
Mauricio, uno de los productores más importantes de Colombia e integrante del dúo Cali & el Dandee, nos fue a buscar al aeropuerto y, a petición de Isaza, estaría pendiente de nosotros durante la semana que duraría nuestro viaje express al país del vallenato, la salsa y la cumbia. García Márquez había expresado muy bien la esencia de esas calles que invitaban a la vida.
Abandonamos nuestras maletas en el hotel y tras una ducha para enfrentar el jet lag y no quedarnos dormidos de pie, acompañamos a Mauricio a la sala donde tocaríamos al día siguiente. Era bastante más pequeña de lo que estábamos acostumbrados en España, pero era un inicio. Mauricio nos presentó a la dueña del local y después nos invitó a cenar hasta que, ya de noche, nos permitió ir a dormir.
Al día siguiente, Mauricio se empeñó en turistear un poco antes de realizar el ensayo general con toda la banda. Pero llegado el momento, yo aproveché para visitar la ONG con la que había colaborado años atrás. Aún quedaban personas a las que conocía y me dio la vida volver a verlas.
Volví a la sala justo para la prueba de sonido. El local tenía buena acústica, pero a Sergio se le notaba nervioso.
- Todo va a ir bien. Parece mentira que estés temblando en una sala tan pequeña.
- ¿Y si no les gusta mi música?
- Eso no va a pasar. Ya tienes seguidores aquí que te escriben por redes sociales. Tus melodías son naturales, tus letras divertidas y tu voz, maravillosa. ¿No te das cuenta de que nada puede ir mal?- le animé.
- Gracias, canija- me besó el pelo.Poco antes de comenzar el concierto, la sala ya se había llenado. Era pequeña, pero estaba a reventar. Me escabullí a un rincón solitario desde donde veía disfrutar a mis amigos sobre el escenario.
- Ruth- me volví hacia esa voz suave que me había llamado a escasos centímetros de mi cara, para que pudiera escucharle.
Villa. Llevaba una gorra y gafas de sol, en modo incógnito, pero le reconocería entre miles. Al principio, me quedé paralizada. No esperaba verle allí. ¿No se suponía que estaban en México? Y en un instante, se sucedieron ante mis ojos, flashes de tantos momentos compartidos, de tantos sentimientos desconocidos para mí.
- Villa... ¿Qué haces aquí? ¿Y la gira en México?
- Sí, éste... Tengo el vuelo dentro de cinco horas para llegar justo al concierto que damos allá.No quise insistirle, pero... ¿había vuelto a Bogotá por unas horas sólo para vernos? Hacía meses que no hablábamos. Yo, incluso me sentía otra persona. ¿Pretendía que pasara algo entre nosotros otra vez? Porque no. Las cosas no se hacen así. A pesar de todo, me alegraba tanto de verle, que era inevitable que se me saliera la sonrisa.
- Parece que tiene éxito- comentó ante mi silencio, señalando el escenario.
- ¿Acaso lo dudabas?- inquirí de broma, enarcando una ceja.
- Obvio no.No podíamos hablar debido a la música alta y a los cantos del público, que se sabían todas las canciones. Sergio flipaba. Villa y yo compartíamos miradas y sonrisas de vez en cuando, además de unirnos a las canciones de El Espeto.
Cuando terminó el concierto, mientras se vaciaba la sala y la banda se preparaba, acompañé a Villa fuera y comentamos lo bien que había ido.
- Tendrán que volver pronto.
- Espero que sí. Sería una buena señal.Los silencios incómodos se hacían insoportables.
- ¿Y usted cómo está?- me preguntó- ¿Qué es de su vida?
- Bien. Todo bien. Normal- contesté con timidez. "Te estás luciendo con las respuestas hoy, hija de mi vida" me reproché- Sigo componiendo- añadí.
- Me alegra oír eso. Todavía recuerdo aquella primera canción- comentó y la tarareó.
- Conservo la grabación como oro en paño- dije emocionada.
- Ha sido un gusto volver a verte, Ruth. Me tengo que marchar para no perder el vuelo.
- ¿Ya?- pregunté con extraña pena. Apenas había sabido qué decirle, habíamos tenido una conversación de besugos y ahora me entraba la pena y la prisa por un montón de cosas que decirle, aunque me faltaran las palabras.
- Corto, pero intenso- sonrió él.
- Gracias por haber venido. Me ha gustado volver a verte. Mucha mierda para vuestro concierto.
- A mí también me gustó verte. Estás... Estás... Diferente.
- Puede. Pero sigo siendo yo.
- ¿Qué pasó con las rastas?
- Quedaron en el olvido- reí. Sabía que nunca le gustaron.Sonrió y se acarició la nuca, nervioso. Me acerqué y le di un beso en la mejilla.
- Nos vemos por Madrid.
- Pronto.
- Buen viaje de vuelta.
- Me saludas a toda la banda.
- Y tú a mis chicos.