~ Ruth ~
Apoyé la frente en la ventanilla. Atravesábamos Castilla La Mancha y su paisaje llano, de poca vegetación y molinos de viento. Don Quijote tuvo que luchar contra sus gigantes y yo tendría que pelear con los míos.
En la radio, sonaba Camarón y parecía recrear ese ambiente mágico propio de Andalucía. Había llamado a mi madre temprano para avisarle que bajaba. No había expresado alegría, ni sorpresa, ni enfado. Nada.
- Bien. Te prepararé tu cuarto.- había dicho sin entonación en la voz.No había preguntado por el motivo o la duración de mi estancia. Recordé la preocupación de Villa hacía unas horas. ¿Cómo podía ser que alguien ajeno a mi familia me cuidara más que mi propia madre?
"Gracias por la tarde de ayer. Significa mucho para mí que estés conmigo", le escribí un whatsapp. Tal vez en circunstancias normales, no me habría atrevido a mandarle algo así, pero estaba especialmente sensible y era lo que sentía tal cual.
- ¿Qué tal con Villamil?- me preguntó Sergio, al que creía dormido a mi lado.
- ¿Y tú cómo sabes que estuve con él?
- Papá Sergio se entera de todo, pequeña.- me lanzó un guiño- Parece que habéis retomado la amistad.
- Sí. Nos entendemos- comenté, devolviendo la vista al paisaje.
- Niña, qué sosa eres. Cuéntanos más. ¿Hay tema o no hay tema?- El Cousin, que conducía, me observaba desde el retrovisor.
- Hay muchos temas, pero ninguno que te incumba, primito- contesté poniendo voz de pito y entornando los ojos.
Se rieron de mí y luego Angelito cambió el rumbo de la conversación
- Tu familia estará contenta de que regreses a Granada, ¿no?Sólo Sergio sabía la realidad de la situación. Yo había nacido en Asturias, pero recuerdo toda mi infancia viajando, sin un lugar estable, sin un grupo de amigas ni un colegio fijo. El trabajo de mi padre así lo exigía. Los últimos años de la adolescencia nos asentamos en Granada. No me sentía de ningún lugar en concreto, pero allí comenzó a cambiar mi vida. En la uni, coincidí con Sergio, por aquel entonces estudiaba Filosofía después de haber pasado un año por Economía, pero tampoco la terminó. Comenzó a dar bolos en locales donde se juntaba mucha gente joven, del mundo universitario. Cuando finalicé Relaciones Laborales, Sergio me pidió que fuera su representate. Ya ejercía como tal, pero nada serio.
Durante ese año, conseguimos dar varios conciertos fuera de Andalucía y grabar el primer disco. Simultáneamente, yo me sacaba un Máster de Gestión del Talento. Fue una locura ese año, pero por fin puede vivir a mi bola, lejos de casa, con amigos de verdad. Nos sobraban las ganas y confiábamos plenamente en ese proyecto común.
Sergio cuidó de mí de una manera tan sencilla que casi podía pasar desapercibida, pero no a mí. Tenía detalles y no tendré vida suficiente para agradecerle tanto. El segundo año de aventura se complicó bastante al mezclarse sentimientos. Sin embargo, salimos adelante más fuertes que antes. Por eso, bastaba una mirada entre nosotros para entendernos.
- Si te aburres, siempre puedes venir a vernos a Málaga- me dijo Sergio. "Si te aburres" era su manera de decir "Si me necesitas".
- ¡Déjala descansar a la chiquilla! ¡Que os pasáis todo el año pegaos como lapas!- rió El Cousin.Granada no había cambiado. El estilo de vida de su gente, en la calle, bares llenos, su Sierra Nevada preciosa a lo lejos.
Mis padres residían en un ático en el barrio de San Lázaro, junto a la Plaza de Toros. Por allí el tráfico era constante y encontrar una zona para aparcar, poco probable. Así que me tuvieron que parar donde pudieron y llegué caminando hasta casa. Era raro volver a respirar el aire de la ciudad, escuchar ese acento peculiar de los pobladores. Tenía sentimientos encontrados.
- Hola mamá- saludé cuando me abrió la puerta y le di un beso en la mejilla.
Estaba mayor de lo que recordaba. Hacía dos años que no la veía. La última vez fue en unas navidades, las más tristes que recuerdo y me prometí no repetir esa experiencia.
- Hola. ¿Qué tal el viaje?
- Bien.
- Tu padre está en la sala. Ve a saludarle.Mi padre no podía hablar y estaba en una silla de ruedas, pero todavía podía moverse de cintura para arriba. La expresión de su rostro se iluminó al verme y levantó los brazos hacia mí. Me acerqué y me dejé envolver por él y esa peste mezcla de enfermedad y hospital.
Cualquiera que lo viera en esas condiciones sentiría lástima por él, pero yo no. Había dado una mala vida a mi madre y ella se había ido replegando convirtiéndose en la mujer que era. Su cara sin expresión, acostumbrada a ocultar los trapos sucios de la familia. No había sabido rebelarse ni por ella ni por sus hijos y cuando mi padre enfermó y tuvo la oportunidad de abandonarlo, se quedó cuidando de él. Yo creí y creo que fue miedo y dependencia económica. Por eso, me hice el juramento de nunca tener la misma vida que ella. De nunca permitir que nadie me cortase las alas ni las ganas de volar.
¿Cuántas veces me habían salvado los libros y la música en aquellos años viejos?
Cenamos en silencio y luego mandé a mi madre a descansar mientras yo fregaba los platos. Sólo oía el ruido de los platos al colocarlos unos sobre otros, el agua de grifo y mi propia respiración. Aquel silencio me resultaba ensordecedor.
Cuando terminé, me senté en una de las sillas de la cocina y llamé a Villa.
- ¡Ave María! Usted cumpliendo su promesa. No me la han cambiado ¿cierto?
- No te burles de mí. Te dije que lo haría- susurré.
- ¿Y qué más? ¿Cómo hicieron el viaje? ¿Cómo están sus papás?
- Bueno... Como pueden. Pero el viaje muy bien. Cuando llevo un tiempo sin viajar, como que echo de menos la carretera. Y tú ¿qué? ¿Qué has hecho en Madrid solito?
- No se la va a creer. Ahora le mando una foto, a ver si conoce con quién he estado.Me llegó un whatsapp. Eran Villa y María, una de las nuevas amigas que había hecho y que era cantautora. Me hacía tantísima ilusión verles juntos. Villa me contó que estaba grabando un vídeo cantando una de sus canciones y como le llamó la atención se acercó a ella.
- ¡Qué bonito que os hayáis conocido!! ¡Y qué guapos estáis!
- Uy, sí, claro. ¿Me lo parece a mí o está extrañando ya Madrid?
- No seas bobo. Os echo de menos a vosotros.
- Creo que no entendí. ¿A mí también me anda extrañando?- se hizo el confundido.
- Sobre todo a ti, tonto.