21. ¿Y si se apaga la luna?

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~ Ruth ~

Villa me esperaba en la entrada del parque del Oeste. Él mismo había elegido el lugar porque no lo conocía. Era un lugar precioso y hacía el día ideal para pasear, aunque mi cabeza estaba repleta de pensamientos tormentosos como para darme cuenta.

Estuvimos parte del rato hablando de cosas sin importancia, del lugar y de las flores que nos rodeaban, de música, de los planes de Morat. Aunque sobre todo habló él y yo escuchaba a veces.

- ¿Me vas a contar qué te preocupa? No quiero chismear, pero igual te ayuda soltar ese nudo que se te ha formado en la garganta y te hace estar tan callada.
- Lo siento, Villa. Sé que he estado muy ausente. Perdona...
- ¿Qué sucede? ¿Qué es eso tan grave que te reclama en Granada?
- Son mis padres. Mi padre no está bien. Tiene una enfermedad degenerativa. Y bueno... Tengo que ir.- expliqué.

No, no era toda la verdad. Pero no iba a hablarle de mi hermano. Y no iba a permitir que David invadiera los espacios donde era totalmente feliz, como lo era con Villa.
- Si te puedo ayudar en algo, pídemelo- me miraba con el ceño fruncido, como si compartiese mi dolor.
- Gracias, Villa. Pero con estar aquí, soportando mi mal humor ya haces mucho.
- Sobre todo su tristeza- puntualizó- Prométame algo. Que me llamará de vez en cuando, para desahogarse.
- Te lo prometo- sonreí.
- Y cumpla.- me hizo cosquillas.
- ¡Prometo, de verdad!!- reí.
- Eres la persona más fuerte que conozco, Ruth, pero a veces también está bien y es apto, apoyarse en la gente que te quiere.

Me miraba de una manera que, por un momento, estuve tentada a contarle todo y vaciarme ante él, pero me contuve.

- Venga para acá un abrazo.

Me acogió entre sus brazos y me refugié en su pecho cálido. Era como volver a casa después de toda una vida de itinerancia. No pude evitar que se me escapara una lágrima. Ojalá huir del mundo a un lugar donde sólo estar él y yo.
- Hey...- me pilló secándome las mejillas tras separarnos- Todo va a estar bien. No dude que puede contar conmigo. Para lo que sea.
- Lo sé... Y no sé cómo voy a agradecerte sólo la disponibilidad, cuando debería ser yo la que te hiciera su huésped por Madrid.
- Ese momento llegará y le tomo la palabra.
- ¿Sabes? Tengo la sensación de que si hablara de todo lo que ocurre, no podría dejar de llorar nunca.
- Ni que fueras un oceáno de agua infinita... En cambio, el agua retenida acaba llenándose de residuos y explota por algún sitio.
- ¿No estarás pensando en hacer una canción con mi estado de ánimo?- bromeé.
- Noo... Sería deprimente- siguió con la broma.

Se acercó tanto a mí que pensé que iba a besarme. Y no le hubiera rechazado. Necesitaba cariño tanto o más que respirar, pero finalmente el beso acabó en mi frente y volvió a abrazarme.

Hubiera dado lo que me quedaba de vida por un minuto más en su abrazo.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora