12. Que tus besos matan

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~ Ruth ~

Definitivamente sabía identificar el sentimiento invasivo que me embriagó cuando colgué la llamada. Me estaba enamorando y sabía por experiencia que eso me haría sufrir. Juan Pablo Villamil era demasiado perfecto a mis ojos y cuando colocas a alguien en un pedestal lo más seguro es que te equivoques y acabes sufriendo una decepción. Así que tomé la decisión de pasar de él hasta que se cansara de llamarme y escribirme. Así le pareciera un monstruo. Necesitaba tomar distancia.

Pasamos los siguientes días involucradas en proyectos, músicas y nuevos contratos con salas de Madrid y alrededores. Hasta que llegó Sergio y la banda.

En un momento en el que estábamos juntos, le sonó el teléfono y atendió.
- ¡Villa, parcero!- le saludó con su típica simpatía, usando una palabra colombiana que los chicos de Morat ni siquiera solían utilizar por ser de Bogotá. - ¿Ruth? ¿Que le has estado llamando?- Sergio me lanzó una mirada con cara de circunstancias, mientras yo le negaba efusivamente con la mano para que no me lo pasara- Ya... Es que esta niña tiene la cabeza loca... Ha perdido el móvil y se maneja con uno prestado...- mintió por mí- Claro, yo se lo digo... Que te llame, sí... Nos vemos, compadre. Un abrazo.

Colgó y me preparé para su examen.
- Gracias- le agradecí para que no se pusiera en modo severo.
- ¿Se puede saber qué te pasa con el bueno de Villamil?
- Nada. Que es un pelma.- inventé- No me deja en paz. Pero no te preocupes, vamos con lo nuestro- quise volver al trabajo y dejar el tema.
- A mí no me engañas, Ruth. Dime que no vas a repetir la historia... ¿Estás huyendo?
- ¡No! Sólo estoy poniendo distancia, ¿vale?- me enfadé. No quería hablar de eso. Estaba muy tranquila manteniéndolo enterrado.
- ¿Estás empezando a sentir cosas por él?- fue a la carga.
- No. Ni quiero. Somos muy diferentes...
- Ruth, que nos conocemos y no quiero que sufras... ¿Por qué no le contestas las llamadas?
- Ya te lo he dicho: es un pesado. Y no le des más vueltas. Me sé arreglar sola.
- Claro. Tú siempre independiente. Pero no te creo. Estabas encantada con él y de repente... Te vienes a Madrid con una excusa increíble y...
- Basta, Sergio. No te tengo que dar explicaciones de mi vida privada.
- Por supuesto que no. Sigue escondiendo la cabeza como las avestruces.- había alzado el tono de voz.

Le taladré con la mirada, cerré mi cuaderno de notas y me largué. No le aguantaba cuando se ponía tan insistente. Era mi vida. MI VIDA. Que fuera mi mejor amigo no le daba derecho a inmiscuirse en mi intimidad. Y yo tenía razones para actuar como lo hacía.

Después de esa discusión, apenas habíamos vuelto a hablar. Esa noche tenían una gala benéfica y los artistas podían invitar a un acompañante. Sergio y Ángel fueron con sus novias, pero El Cousin, adorablemente soltero, me lo propuso a mí. Lo que no había previsto era que Morat también estaría allí. No coincidimos hasta después de la gala, en la fiesta de después.
- ¡Sergio, Angelito, Cousin!- los llamó una voz conocida.

Era Isaza. Vestía de traje y estaba muy elegante. Reconozco que tenía los nervios a flor de piel después de verles actuar y había estado pensando una excusa para irme antes. Cuando me giré e Isaza me reconoció, puso cara de sorpresa.
- ¡Lo siento, Ruth, no te había conocido! ¿Como va? La hemos extrañado.

En ese momento, vi a Villa acercarse y sin detenerse a saludar al resto, me agarró de la mano y me arrastró hasta la pista de baile con una expresión pícara en el rostro.
- Vamos a bailar.

Era incapaz de resistirme, de mirarle a los ojos, de demostrar seguridad después de cómo me había comportado con él.
- La he estado llamando.- comentó mientras me hacía dar una vuelta sobre mí misma.
- Me lo dijo Sergio.
- No me ha devuelto ni una llamada. ¿Tan rápido se olvidó de mí?
- He estado liada. Lo siento.
- Lo sientes, pero no me miras para decírmelo. Pensaba que eras más valiente.

Aquel comentario me picó, hice un esfuerzo y levanté la vista.
- Venga conmigo- volvió a darme la mano y me condujo hasta una de las terrazas. La luna llena brillaba sobre nosotros.
- ¿Me va a contar qué le pasa?- me exigió.
- A mí nada ¿y a ti?- sentía que me temblaban las piernas.
- A mí sí.
- ¿Y qué te pasa?- pregunté sin entusiasmo. El corazón me iba a salir del pecho.
- ¿No lo adivina?
- No tengo esas facultades- solté, haciéndome la pasota.
- Esto me pasa.

No le vi venir, pero de un momento a otro, tenía su boca sobre la mía y sus manos, sujetando mi cara. Me dejé llevar durante unos segundos maravillosos, pero luego le mordí todo lo fuerte que pude.
- ¡Duro!- se quejó, separándose y tocándose la herida que le acababa de hacer en el labio.
- Eso es para que no te atrevas a volver a besarme.- le espeté.
- Pero si me lo devolvió. Me devolvió el beso.- no parecía enfadado y eso me hastiaba aún más. Parecía divertirle la situación.
- No lo vuelvas a hacer- repetí seriamente.

Y alejándome de él, eché a correr hacia el interior del local y no paré hasta traspasar el umbral de la salida.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora