27. Venció las reglas que había

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~ Ruth ~

Ese día a mi padre no le dio la gana de salir a comer, pero no le echamos de menos. Mi madre había preparado una paella riquísima y estuvo hablando con Villa como si se conocieran de toda la vida. Yo me limité a disfrutar de aquella nueva normalidad tan rara en mi casa.

La televisión estaba puesta sin volumen, hasta que vi salir a Morat en el programa anterior al telediario.
- Sube el volumen- pedí.

Entrevistaban a los chicos. Isaza refería estar feliz de estar otra vez en España presentando nuevo disco. La entrevistadora les preguntaba por el proyecto de formar parte de la banda sonora de una película de animación, cuya saga era muy famosa. Lancé una mirada sorprendida a Villa. No me había contado nada de eso.
- Pero vosotros sois cuatro. ¿Cómo es que estáis sólo tres?- preguntaba casi al final la periodista.
- Sí. Juan Pablo Villamil, que es el banjista de la banda, vino a España con nosotros, pero desafortunadamente cayó enfermo a los pocos días y se ha tenido que quedar en el hotel- mintió Simón descaradamente- Desde acá le mandamos un abrazo.

La entrevista finalizó.
- O sea que sois muy famosos...- comentó mi madre.
- Enfermo...- alcé una ceja- Villa, no puedes estar aquí. Tienes que estar con la banda. Es tu lugar.
- Mi lugar es donde soy más necesario.
- Bueno, pues ahora mismo es en Madrid.
- Se pueden arreglar bien sin mí. Dígale Carmen... Que su hija me quiere lejos...- pidió el apoyo de mi madre.
- Es tu trabajo. Y aquí estoy bien. No quiero imaginar cómo estará Pedro... Estará que trina... Y tampoco me has dicho que fuérais a componer la banda sonora de...
- Eh, tranquila, basta de reproches, por favor. La canción ya está hecha. Falta terminarla. Si tienen una guitarra, ahora mismo se la canto, en primicia, para que abandone esa mala vibra.

Fui a mi habitación a buscar mi vieja guitarra, la primera. Tardó un tiempo en afinarla- hacía años que acumulaba polvo en un rincón sin que nadie la tocara- y por fin se arrancó a cantar:

"Siento, siento, siento que te conozco de antes, de hace tiempo, que el destino cumplió su misión.
Y aunque quieran quitarme la voz,
Yo pegaré un grito al cielo,
Soy más fuerte si estamos los dos
Va a rendirse el mundo entero
Yo contigo, tú conmigo"

- ¡Qué chula!!- aplaudí- Y qué escondidito te lo tenías.
- Ya no me eche en cara. Eres una privilegiada. Y saldrán más cosas... De aquella noche en el estudio... ¿Si se acuerda?- luego se dirigió a mi madre- No sé si lo sabe, pero su hija es una artista, muy buena música.
- Siempre tuvo buen oído. ¡Y autodidacta!- me sonrió orgullosa.

Dejé descansar a Villa en mi cama porque el mediodía de los veranos granadinos era Mordor y mejor esperar para salir a pasear.

Llamé a Sergio. Habíamos estado en contacto por mensajes, pero no le había contado nada de lo sucedido. Además, tenía varias llamadas perdidas suyas.
- ¡Enana! ¿Cómo estás?- me saludó.

Le conté todo y sentí que al hacerlo, se ponían en orden mis ideas.
- Así que para eso quería Martín tu dirección. Para Villamil. Me dijeron que era para mandarte una maqueta.
- Igual también es verdad.
- No te engañes...- bufó- Me alegro de habérsela dado. En cierto modo, yo tengo algo que ver en tu rescate- bromeó.
- Tú me has salvado muchas veces, aunque no te hayas dado cuenta ni yo te lo haya agradecido.
- No digas eso, que lloro- bromeó.
- ¡Te quiero mucho, Sergi!
- ¿Quién eres y qué has hecho con mi amiga Ruth?- se burló. Yo no era propensa a esas declaraciones- Ya sabes que yo también te quiero.- añadió con voz suave- Cuéntame más ¿no? Todo no será tan malo. ¿Qué tal con el 'morato'?
- ¿Con Villa? Muy bien. Esta tarde saldremos a dar una vuelta, pero ya le he dicho que tiene que volver al trabajo.
- Ya... ¿Y no tienes nada más que decir?
- ¿Qué insinuas? ¡Tú me tendrás que contar, que no me has hablado nada de tus vacaciones!
- Está bien, cámbiame de tema, pero cuando necesites un consejo de amor, sabes que soy un experto en el tema.
- ¡Estás loco! Pero dime, ¿tú qué has hecho?

No iba a hablar de mis sentimientos por teléfono y menos con Villa en mi cuarto.

En cuanto colgué, me entró otra llamada. Isaza.
- ¡Isa!! ¡Qué alegría oírte!!
- Sí, mucha alegría, pero usted no llama.- dijo en tono amigable.
- Lo siento. Pensaba que estabas en contacto con Villa... Y por otro lado, estaréis a tope. ¡Os hemos visto hoy en la tele! Mañana mismo os mando al componente de la banda huído. Aunque no sé si con esa cara podrá salir en las entrevistas.
- ¿Tan horrible lo ve sin barba?
Me quedé en shock. ¿Bromeaba? ¿O es que Villa no les había dicho nada a sus amigos?
- Ammmm... ¿Has hablado con él?
- Sí, anoche. ¿Por? ¿Me he perdido algo?
- Ayer tu amigo me salvó la vida y a cambio se llevó un puñetazo que le ha dejado media cara morada.
- ¿Cómo así?
- Es largo de contar. Llámanos por vídeollamada esta noche que estaremos juntos y así lo ves.
- Noo, no me deje con la intriga.
- Isaza, esta noche.- insistí con cariño- Y de verdad, me ha encantado veros por la tele.

Esa tarde avisé a mi madre para que no me esperara despierta. A la noche era cuando mejor se estaba en la calle. Atravesamos el centro de la ciudad y volvimos de nuevo a las características calles del Albayzin, cruzando el arco de la Puerta de Elvira. El antiguo barrio árabe me atraía hacia él con un magnetismo místico. Entre sus calles adoquinadas y los grupos de músicos callejeros, me sentía en mi ambiente. Además, la luz allí tranformaba el paisaje. No hay atardeceres más bonitos que los que se contemplaban desde el Mirador de San Miguel Alto, con la Alhambra y el Generalife de fondo y toda la ciudad a nuestros pies.

Nos detuvimos a recuperar fuerzas en una tetería típica con sus lámparas de cristales coloridos, guirnaldas y cachimbas. Preparaban unos batidos para chuparse los dedos. Y después, ascendimos a pata hasta el mirador.

Aquella visión del atardecer parecía sacada de un sueño y me robaba el sentido. También Villa se quedó flipando ante tanta belleza.

Varios grupos de jóvenes formaban corrillos en el suelo y también en el poyete del mirador, donde nos sentamos Villa y yo, con una pierna colgando sobre el vacío del acantilado. Unos músicos daban un concierto un poco más allá para celebrar el solsticio de verano.
- No te he dicho. Hablé con Isaza- comenté- Mientras dormías.
- ¿Sí? ¿Y qué, qué le dijo?
- Bueno, yo le dije que mañana te tendrían de vuelta. - puso expresión de hastío- Sí, Villa. Así es la vida. Gracias por cuidarme tanto, pero no puedes dejar tu actividad habitual.
- Listo. ¿Quiere que me vaya? Me largo ya mismito.- hizo ademán de levantarse, pero le sujeté las rodillas.
- Déjame disfrutarte hasta el final- pedí haciendo un pucherito.- Además, me tienes que explicar por qué Isa no sabía nada de tu ojo morado.
- Sencillo. No se lo conté. No les quise decir nada por no atentar contra tu intimidad, Ruth. Sé que eres muy celosa de ella.

Aquella explicación me dejaba desarmada. Hasta en eso había pensado en mí.

- Gracias...- desvié la mirada hacia un cielo de acuarela que se desparramaba sobre nosotros. Podía notarme los ojos húmedos.

Él tomo mis manos entre las suyas, cálidas y grandes.

- ¿Te cuento un secreto?- pregunté sin mirarle.
- Claro.
- Cuando pensé que David iba a terminar con mi vida, la última imagen que pasó por mi mente antes de recuperar la respiración fuiste tú. Y de repente, apareciste, como una invocación.
- ¿Y no crees que pueda ser cierto? ¿Que haya almas tan unidas la una a la otra que, a pesar de la distancia, perciben las necesidades y sensaciones de la otra parte, como si compartieran un mismo espíritu?
- ¿Eso te parece que nos pasa a nosotros?- pregunté, agachando la cabeza y observando mis manos entre las suyas.
- ¿A usted no?- se llevó una de mis manos hacia su pecho a la altura del corazón. Lo sentí latir bajo su camiseta.

Lo imité y coloqué su mano sobre mi corazón que iba a mil por hora. Nos miramos a los ojos. Esa corriente que había entre nosotros desde el principio estaba desatada. Noté que se inclinaba hacia mí y yo me acerqué más a él hasta sentir su aliento sobre mi piel y el rocé de sus labios sobre los míos y...

De repente mi móvil comenzó a sonar. Lo había dejado junto a mis piernas y de los nervios casi se cae por el acantilado. Era Isaza, por vídeollamada.

Tal y como habíamos quedado.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora