~ Ruth ~
Por fin, llegó el gran día. El concierto de ArteMuhé daría comienzo a las 12h del mediodía. No éramos muchas y la mayoría nos conocíamos entre nosotras. Todas ellas habían actuado anteriormente en escenarios. Menos yo. Esa noche ni siquiera había podido dormir. Y no era sólo por mi actuación, a la que saldría sola con mi guitarra, por tratarse de una canción íntima y sencilla; sino porque participaba en otros números y tenía que hacerlo bien. Habíamos ensayado hasta la saciedad, pero la incertidumbre y la inseguridad eran malas compañeras.
Mientras hacíamos tiempo hasta que llegara el momento, me llamó Villa.
- ¿Qué tal, qué tal? ¿Cómo lo llevas?
- Con muchos nervios... ¡me quiero ir a mi casa!
- De eso nada. Lo harás muy bien, Ruth, confía.
- Es la primera vez que hago esto, Villa.
- No es cierto. Lo hizo y más difícil. ¿Se acuerda que me cantó a capella? Eso sí que es complicado. Y no va a encontrar jurado más severo.
- Por ahí sí, es verdad.- me hizo reír.
- Isa, Marto y Simón me han pedido que le desee suerte. Nos morimos de ganas por verla actuar. La vamos a estar viendo.
- Pero allí deben ser... Las cinco de la mañana- calculé- ¿Qué haces despierto?
- Acompañarla. Aunque con un mar de por medio, le envío toda mi fuerza. No me perdería verla, aunque sea por pantalla, por nada del mundo.
- Muchas gracias, Villa...¿En serio me iban a estar viendo a través de Internet? Eso me podía aún más nerviosa, pero también me daba confianza. Ellos siempre me habían animado a cantar. Pero, realmente me costaba ser consciente de quiénes iban a escucharme. Antes, al principio, lo era: ellos para mí eran los talentosos chicos de Morat a los que perseguía el éxito; ahora, eran mis amigos Isa, Simón, Martín y... sí, también Villa. Cuatro amigos con los que había vivido un montón de experiencias y con los que había pasado tardes enteras en el estudio. Definitivamente, no era lo mismo.
- ¿Me dirás qué te ha parecido? La verdad- pedí.
- Cuando de música se trata, no puedo fingir.- aseguró- Pero en serio, Ruth... Lo vas a hacer y te va a encantar. Lo llevas en la sangre. Tú eres música.Nos despedimos. Aquella llamada me había dado fuerza y una energía arrolladora. A partir de ese instante, empecé a disfrutar de los previos.
- Qué poco poder de persuasión tenemos sobre ti. Te decimos que todo va a salir bien y nada cambia, pero como te lo diga alguien que yo me sé...- se burló María.
- Por vosotras estoy aquí. No puedes decir eso- me defendí.Finalmente, nos llegó el turno de saltar al escenario. Todas las participantes eran muy buenas. Y nosotras también triunfamos. Era verdad. El escenario era un lugar mágico. El mundo desaparecía y sólo quedaba disfrutar de la música. Casi para finalizar, salí con una de mis canciones. Mil mariposas revolotearon en mi estómago. El escenario quedó a oscuras y un foco tenue me iluminó. Arpegié los primeros acordes. Do, la menor, Fa, Do, la menor, Fa y Sol. Podía imaginar la mirada de Villa sobre mí a miles de kilómetros, incluso podía intuir cómo me haría los coros. Y me dejé llevar.
Él estaba conmigo. No de una manera etérea. Lo llevaba conmigo. Formaba parte de mí.