IMPERIO EN CENIZAS [YOONMIN]

CAPÍTULO 35

Esta historia es una colaboración de Imer99 y mía.

No se aceptan copias o adaptaciones sin autorización nuestra.

Disfruten su lectura...

La verdad

— No debiste haber venido, no sé quién te has creído, pero no tengo por qué escucharte. — La voz de la reina salió fría, sin verdaderas emociones, lo que menos deseaba hacer era ver a esa mujer.

— Mi reina, lamento tanto que mi presencia le incomode. — Decía mientras sus manos sudaban de lo nerviosa que estaba. Aun así, debía dar la cara por las cosas que hizo. — Yo he venido a implorar su perdón.

Aquello descoloco un poco la cordura de su alteza.

— ¿Mi perdón?, ¿Qué edad tienes? — La embarazada se desconcertó un poco por esa pregunta tan a la ligera.

— Soy un año mayor que usted, majestad.

Un bufido salió de los labios de la reina, hasta en eso la contraria era superior. No importaba cuando buscara darle un defecto, esta parecía seguir teniendo más cualidades que ella.

— ¿Por qué buscas mi perdón? — Hablo mientras se levantaba de la mesa con rumbo a la mayor.

— Es lo correcto, majestad. — Afirmo con seguridad. — Pedir perdón nos ayuda a buscar el camino más próspero en nuestra vida.

Mi-Suk se rio, como si fuera el chiste más gracioso que escucho, desde que nació su vida se basaba en pedir clemencia ante otros, y siempre terminaba, traicionada o herida ante su propio perdón.

— Es divertido. Vienes después de meses de lo sucedido a implorar perdón, ¿Por qué? — Cuestiono con ironía. — Muchas mujeres y donceles estarían felices de estar con alguien como Soo, pero tú........— La señalo completamente con desdén. —....... pones esa cara cómo si hubieras cometido un asesinato. — Tomo la barbilla de Ji-Hyun mientras su pulgar hacía caricias en esta. La acerco por el rostro mientras sus orbes gatunos apreciaban esas facciones. — Dime, ¿Por qué estás aquí realmente?.

— No tengo segundas intenciones más que su perdón.

— Entonces habla, quiero escuchar tus disculpas.

Apremio la reina, en tanto seguía admirando esos ojos grandes como los de un ciervo, parecían que estrellas se albergaran en su iris.