Adhara permanecía muy triste recargada en el borde de su gran y hermoso balcón.
El balcón tenía la vista más bella de Arabia, pero ni eso lograba animar a la princesa.
Sus ojos hinchados de tanto llorar, le dolían, pero no más que su destrozado y seco corazón.
Ella observaba la maravillosa noche. El firmamento sobre su cabeza le ofrecía un increíble manto estelar lleno de estrellas que le hacían pensar en Rihán.
Se preguntaba al mirarlas, en dónde estaría su amado en estos momentos.
Su alma lloraba al recordar al hombre que más amaba, y se refugiaba en sus fantasías, imaginando que con quien iba a casarse en realidad era con el insolente más grande del mundo, Rihán.
La princesa estaba tan perdida en sus recuerdos, cuando de pronto, vio una sombra recorrer el enorme jardín bajo su balcón.
Por un momento sintió miedo.
¿Quién habría podido burlar a toda la seguridad que tenía el Palacio Real?
Pero la pregunta más importante era ¿para qué?
Adhara tomó consigo la daga que le había pertenecido al padre de Rihán, y ocultándose entre las sombras, decidió esperar alerta para hacerle frente a quien quisiera hacerle daño.
Luego de unos momentos de silencio, la princesa decidió asomarse de nuevo por el balcón, pero esta vez no pudo ver nada.
De pronto, una voz conocida le habló por la espalda.
-¡Princesa, necesito hablar contigo! –susurró la voz.
Al reconocerla, Adhara se giró hacia la hechicera amenazándola con su daga.
-¿Qué quieres Levana? ¿Cómo lograste llegar hasta aquí? –preguntó la princesa sobresaltada, sabiendo que Levana nunca había tenido buenas intenciones para con ella.
-Princesa, ¿recuerdas cuando te dije que Rihán y yo habíamos estado juntos? –preguntó Levana en voz baja para no ser escuchada.
-¡Ya basta Levana! ¡No me hieras más o llamaré a la Guardia Real! –exclamó Adhara, removiéndosele los sentimientos que la habían hundido en una horrible depresión.
-¡Aguarda princesa! ¡Déjame terminar! –exclamó la hechicera con su ronca pero sensual voz. -¿Recuerdas también cuando te dije que Rihán te engañaba, e incluso te llevé a aquél techo para que lo vieras con tus propios ojos? –continuó hiriendo cruelmente a la princesa.
-¡Te juro que gritaré si no te vas! –gritó llorando exasperada la princesa.
-¡Tranquila princesa! ¡Baja la voz! –le dijo Levana, mientras la sometía bruscamente tapándole la boca, a la vez que la hacía tirar la daga. –¡Pues quiero decirte que nada de eso fue cierto…! -completó Levana mirando fijamente a Adhara.
Las palabras de la hechicera quedaron flotando en el aire.
Adhara no podía creer lo que estaba escuchando.
De pronto, la princesa dejó de forcejear para girarse incrédula hacia Levana.
-Sí princesa, todo fue una mentira que yo inventé para separarte de Rihán… -completó Levana, mirando para todos lados asegurándose de que nadie las escuchara.
-¡Pero yo lo vi con mis propios ojos! –dijo Adhara con los ojos a punto de salírsele de las órbitas y con la boca semi abierta de incredulidad.
-Eso que viste, no era lo que parecía… -le dijo Levana, intentando remediar las cosas.
-Pero… -dijo Adhara mirándola a los ojos esperando una respuesta convincente.
-Rihán vino hasta aquí por que su madre se puso mal. En el camino te le cruzaste tú y esa tonta idea de secuestrarte. Con el tiempo se enamoró de ti, pero justo cuando llegamos a Jiddah todo cambió. –dijo Levana, intentando explicar todo.
La princesa seguía sin entender nada.
–¡Sí, princesa! –dijo la hechicera hablándole como siempre, como si fuera una retrasada mental. –La mujer con la que viste que Rihán se besaba, ¡era su hermana! –completó Levana.
Adhara seguía sin poderlo creer.
Todo este tiempo creía que Rihán, el hombre que más amaba le había sido infiel, cuando en realidad la mujer con la que supuestamente la engañaba, era simplemente su hermana.
-Ellos lloraban, porque su hermana le dio la noticia de que su madre ya había fallecido… -repuso Levana. –Por eso los intensos besos y abrazos… -completó de manera despreciativa, explicándole con manzanitas.
La cabeza le daba vueltas a Adhara.
Las imágenes pasaban sin parar frente a sus ojos.
Ella estaba tan segura de Rihán, hasta que Levan la hizo dudar, pero su Dios Jehová le avisó que no le hiciera caso a la hechicera, y había desobedecido.
De pronto se sintió fatal.
Su infelicidad se debía a su propia estupidez.
La princesa se recargó sobre una pared, y lentamente se deslizó hasta llegar al suelo.
Su corazón comenzó a palpitar de nuevo, mientras que su espíritu quería salir en búsqueda de su insolente favorito.
Sus ojos aún abiertos como platos y su mente sin poder procesar la información de la hechicera, le impedían pensar con lucidez.
Repentinamente, la hechicera la interrumpió de su trance.
-Princesa, estoy aquí para rogarte por la vida de Rihán… -dijo muy angustiada Levana, mientras se arrodillaba frente a Adhara para rogarle por la vida del hombre que amaba, y al que estaba dispuesta a renunciar por amor.
La princesa no entendió sus palabras, y preocupada, se levantó muy alterada.
-¿Qué le pasa Rihán? -preguntó sobresaltada Adhara, agarrando fuertemente por los hombros a la hechicera.
-El príncipe Mustafá lo capturó hace tres días, y mañana lo ejecutarán frente a todo el pueblo en la plaza pública… -dijo Levana con lágrimas en los ojos. -¡Aboga por él por favor! ¡No dejes que lo maten, te lo ruego princesa! Si lo haces, seré tu esclava si así o deseas… -completó la hechicera llorando, casi al punto de besarle los pies a la princesa.
Adhara abrumada, abrió los ojos aún más de preocupación.
Si Levana decía que Mustafá tenía a Rihán desde hacía tres días, lo más probable es que ya estuviera casi muerto.
El príncipe tenía una excelente educación militar y sabía muy bien que la tortura para hacer hablar a los prisioneros de guerra era una de sus principales habilidades.
En ese momento recordó la pregunta que le había hecho el príncipe turco, acerca de si sus secuestradores la habían tocado.
Era obvio que a esa alturas Mustafá ya hubiera apresado a Rihán, y desde ese entonces había estado torturándolo.
La princesa sintió un nudo en le pecho y la desesperación la enloqueció.
-¡Debo hablar con Mustafá! –exclamó la princesa. –¡Pero, no podré verlo! –completó al recordar que el príncipe no se encontraba en Riad.
Levana la miraba con ojos de expectación al esperar ver qué decisión tomaba la princesa para ayudarla.
-¡Iremos al amanecer al momento de la ejecución! Pues a otra hora no podré verlo… -dijo Adhara, con los latidos del corazón a tope. -decía para sí misma la princesa que temía por la vida de su amado Rihán.
Levana la veía con verdadera preocupación, desalentada al saber que ésa noche no podrían hacer nada.
-Dios mío, por favor, ¡ayúdanos! –exclamó la princesa llorando, arrodillándose en oración a Jehová, en búsqueda de una respuesta. -Solo espero llegar a tiempo…
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BAJO EL HECHIZO DE ARABIA
AventuraIntérnate en las maravillosas dunas de Arabia, en donde Rihán y Jalid, dos locos aventureros, cruzarán su destino con la princesa Adhara. El amor, el odio, la pasión, la locura y los celos serán los detonantes de la magia que los envolverá, poniénd...