XLII. EL ANTIGUO DRAGÓN

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El camino resultó ser más pesado que largo, pues a todos lo embargaba la preocupación por la vida de Rihán.

Pero prontamente llegaron a un pequeño pueblo. El rostro se les llenó de felicidad una vez que llegaron, y de inmediato Adhara apresuró su camello para conseguir con prontitud, a quien habría de ayudarles.

-Consigan un cuarto para Rihán, y nos encontraremos prontamente. -dijo Adhara montada sobre su camello tomando el control de la situación. -Ven conmigo Ahmed. -repuso la princesa, a la vez que Ahmed apresuraba su camello para alcanzarla.

-Ve a la posada real Jalid, ahí nos encontraremos. -le gritó Ahmed quien conocía muy bien el pueblo, a Jalid, mientras seguía a Adhara con paso veloz.

Luego de un rato, Jalid que traía el cuerpo de Rihán, localizó lo que parecía ser la posada que Ahmed le había indicado.

De inmediato, se bajó del camello, y con el mayor cuidado bajó a su amigo, transportándolo a donde pasarían por lo menos, la siguiente noche. Levana lo seguía, ayudándole en todo.


Adhara y Ahmed buscaron con desesperación a una persona que pudiera ayudarles con su amigo, pero todo se oponía a su éxito.

Luego de un buen rato y de estar ya cansados, lo encontraron, llevándolo rápidamente hacia la posada en donde sus amigos estarían.

Al llegar el hombre con conocimientos de medicina hasta donde Rihán se encontraba, pidió a todos que salieran del cuarto para revisarlo, pidiéndole solo a Levana que se quedara con él.

Todos salieron del cuarto de inmediato.

Los minutos se convirtieron en una eternidad luego de no recibir noticias del hombre que intentaba salvarle la vida a Rihán.

Adhara miraba con impaciencia hacia la puerta del cuarto, esperando escuchar que todo estaría bien, y que solo era cuestión de tiempo, pero la respuesta del médico no llegaba.

Luego de una larga espera en que ya Jalid no se sentía él mismo debido a la preocupación, el hombre salió del cuarto con cara de muy malas noticias. Todos temieron lo peor.

-Lo siento mucho... -dijo desalentado el hombre, sabiendo que sus conocimientos médicos no le habían bastado. -Ha perdido demasiada sangre y su cuerpo no resistirá mucho más... -repuso, mientras Jalid abría los ojos como platos y sus lágrimas invadían su rostro.

Ahmed solo agachó la cara moviendo la cabeza de un lado a otro. Pero Adhara no se resignó, se mantuvo firme y sin expresión alguna.

Cuando el hombre se fué, Adhara se acercó a Jalid, quien se sentía destrozado.

-No te preocupes Jalid. -le dijo la princesa poniéndole una mano en el hombro a Jalid. -Yo conozco una planta que iré a conseguir ahora mismo, y con el favor de Jehová, Rihán se recuperará. -completó Adhara muy segura y llena de fe en Dios.

-"Jehová comienza donde el conocimiento del hombre termina." -repuso la princesa mirando hacia un punto fijo.

Al momento, Adhara entró al cuarto donde permanecía Rihán, y asombrada, vio con horror a Levana invocando a una horrenda deidad que se hacía presente en una nube de humo.

El olor era repugnante, y la expresión perdida de Levana era aterradora. La princesa vio algo que nunca creyó ver.

A un costado de la cama donde se encontraba Rihán, había un gran espejo en el cual se reflejaba Levana en una oscura posición sosteniendo una daga contra Rihán, y con una extraña ornamentación que no llevaba puesta, como si se encontrara orando por Rihán, pero encima de él, cuando realmente Levana se encontraba sentada a un costado del cuerpo de Rihán.

En el reflejo, Levana llevaba una muy rara vestimenta, y tatuajes en todo el cuerpo que en realidad no tenía, también llevaba un gran tocado a manera de corona de espinas muy elaborado.

Adhara sorprendida, miró que Levana estaba muy lejos de Rihán como para que el reflejo en el espejo pudiera ser posible, y de inmediato lo entendió todo.

El tatuaje en la espalda de Levana era un demonio muy poderoso y ella estaba utilizando su oscura magia para "ayudar" a Rihán.

Adhara sintió mucho coraje, y enloquecida, corrió hacia Levana, tomándola fuertemente del brazo, para sacarla sin compasión del cuarto.

-¡No permitiré que dañes a Rihán con tus brujerías! -le dijo Adhara muy molesta a Levana.

-Si no dejas que mi "protector" lo salve, nadie más podrá hacerlo... -le respondió Levana encolerizada por el acto de la princesa.

-Jehová de los Ejércitos es el único y soberano Dios, él es el único que podrá salvarlo y te lo demostraré ahora mismo. -repuso Adhara con una expresión de inmenso coraje. -¡En el nombre de Jehová, sal de aquí demonio! -gritó Adhara casi sin creerse que era ella misma quien lo estaba haciendo.

Al momento, la horrenda nube de humo salió del cuarto, mientras Levana no comprendía la magnitud del poder que el Dios de Adhara tenía.

(-¿Pero, cómo es posible? Mi protector no puede ser tan débil ante el Dios de esta mujer... -se dijo así misma Levana mientras sus ojos estaban a punto de salírsele de las órbitas, muy decepcionada y a la vez asombrada.)

Jalid y Ahmed miraban incrédulos lo que sucedía, asombrados por que la presencia que Levana llevaba consigo, siempre les oprimía el pecho, y ahora se había desvanecido.


Jalid aguardaba con preocupación por la respuesta del Dios Jehová, mientras se oprimía el corazón para soportar el trago amargo.

(-Señor Jehová, recuerda mi promesa... -dijo para sus adentros Jalid muy preocupado.)

Adhara salió de inmediato, jalando consigo a Ahmed para salir en búsqueda de la planta que sanaría a su amado, pero no sin antes rogar a Jalid que custodiara la habitación de Rihán para que la bruja no entrara.


BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora