XXXVII. LA HECHICERA

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La mañana  avanzaba, y el sol comenzaba a asomarse para calentar las legendarias arenas del frío desierto de Arabia.

Jalid iba dormido en la carreta debido a su estado de ebriedad, y no se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor.

En la misma carreta, se encontraba Rihán, aún desmayado por el fuerte golpe en la nuca, pero también se encontraba una muy bella mujer, en condición de esclava, la cual, parecía muy interesada en la recuperación de Rihán.

Ella era una hechicera muy poderosa, que había sido secuestrada desde su niñez, y apartada cruelmente de su familia.

Se trataba de una hermosa mujer de pelo largo y muy negro que terminaba en punta; ojos azules muy profundos y una piel tan blanca como la misma nieve, también poseía un cuerpo tan escultural y sensual, que la misma Afrodita la habría envidiado. Tenía el tatuaje de un gran dragón sobre toda su espalda, el cual sus ropas desgarradas y pequeñas, permitían ver fácilmente.

Luego de haber intentado despertar a Rihán, y ver que no reaccionaba, decidió subírsele al cuerpo, y practicar un ritual sagrado, proveniente de su lugar de origen.

La mujer permanecía sobre el cuerpo del hombre desmayado, con sus piernas a los costados de la cintura de Rihán y con sus brazos sobre su propio pecho, a la vez que repetía unas extrañas letanías.

Cuando Jalid despertó, miró extrañado en silencio y con los ojos abiertos como grandes platos, la escena de la hechicera sobre el cuerpo de su amigo.

La presencia de la mujer era exorbitante, tan llena de energía y de poder, que cualquiera sentiría opresión sobre el pecho de tenerla tan cerca.

Así que Jalid, sintiéndose intimidado, permaneció en silencio por unos momentos, mirando la escena sin comprender nada.

La preocupación de ver a su amigo desmayado y con lo que parecía ser una muy extraña pero bella mujer sobre su cuerpo, lo tenía en shock. Así que, Jalid,  armándose de valor y luego de un rato de mirar sin saber lo que sucedía, decidió intervenir.

-¿Qué le haces a mi amigo? –preguntó Jalid intimidado y desviando la mirada, luego de que la mujer lo volteara a ver sus penetrantes ojos azules.

-No te preocupes, intento salvarlo… -respondió la misteriosa mujer, que aún permanecía encima del cuerpo de Rihán.

Jalid miraba la escena extrañado y asustado intentando tranquilizarse, obligándose así mismo a pensar que la intimidante mujer solo quería ayudar a su amigo.

La hechicera continuó con los brazos sobre su pecho, y cuando hubo terminado de realizar su ritual, lo selló con un beso en los labios de Rihán, a quien pareció inyectarle una impresionante energía, pues luego de ésto, pudo abrir los ojos.

-¿Amigo, estás bien? –de inmediato se acercó Jalid para ver el estado de Rihán.

-¿Dónde estamos? –preguntó Rihán extrañado.

Y al darse cuenta de que una impresionante y bella mujer permanecía sobre él, se exaltó alterando su respiración.

La mirada de la hechicera se clavó profundamente en la de Rihán, los cuales parecieron no poder separarse uno del otro.

El momento mágico parecía lograr un efecto sobrenatural sobre ambos. Sus corazones latían agitados, sin poder comprender ninguno qué era lo que ocurría.

Luego de un rato en que los dos intentaban descifrar la mirada del otro, la hechicera ya no resistió el profundo sentimiento que se apoderaba de ella. Sintió que perdía el control ante algo totalmente  desconocido.

Se sintió muy  extrañada luego de que ella dominaba poderosas artes ocultas que jamás nadie había podido controlar. Pero ésto era mucho más poderoso que lo que ella conocía. Y no se explicaba qué era.

Así que, lentamente se separó del cuerpo tibio de Rihán, quien aún permanecía mirándola embrujado por su belleza.

-¿Quién eres tú? –preguntó Rihán mirándola como si fuera una aparición.

-Ella es quien te salvó la vida Rihán… -contestó Jalid aún en estado de shock por la presencia de tan misteriosa mujer.

-¿Eso es verdad? –preguntó Rihán dirigiéndose hacia la hechicera.

La mujer lo miró con sus profundos y hermosos ojos azules, y luego de reaccionar, asintió con la cabeza sin decir una sola palabra.

Rihán la miró clavando sus ojos profundamente en ella, y tomándole la mano, se la llevó a los labios suavemente y la besó agradeciendo el noble gesto. 

La hechicera parecía estar muy cansada luego de su complejo ritual, y adormecida, se recostó en una esquina dándoles la espalda a Rihán y a Jalid.

Rihán la miró. Extasiado y sin poder comprender el sentimiento que la mujer le provocaba, no pudo evitar seguirla viendo.

Rihán pudo ver un cuerpo escultural, con una belleza inigualable, pero también notó en su espalda, el tatuaje de lo que parecía ser un antiguo dragón europeo.

Asombrado, supo que esa mujer era de tierras lejanas. El tatuaje comenzaba en su nuca, pero el fin no podía verse.

Rihán miraba a Jalid viéndola también, y al notar la mirada sucia de su amigo, decidió acercarse a la mujer y servir de tapadera visual para evitar que Jalid le diera rienda suelta a su imaginación, a la vez que le decía en silencio y de manera amenazante, que no la viera.

Jalid molesto, frunció la boca, moviendo la cabeza de un lado a otro.

-¿Qué pasó amigo? –preguntó Jalid, volviendo de su borrachera para pasar a un estado de una tremenda resaca.

-¡Ésos malditos mercenarios nos tomaron por esclavos de nuevo! Aunque a éstas alturas no sé si somos mercancía o prisioneros próximos a la muerte… -decía Rihán pasando un trago amargo de saliva al recordar que había sido él quien había puesto en libertad a muchos de los esclavos de lo barbajanes mercenarios, y que obviamente su buena acción representaba pérdidas muy grandes para sus secuestradores.

-Solo espero que Adhara esté bien… -suspiró Jalid recostándose en una de las esquinas de la carreta, mientras su mirada se perdía en un punto fijo.

Al escucharlo Rihán, sintió un vuelco en el corazón, recordando a la mujer que amaba,  dándose cuenta que no estaría para defenderla si ella lo necesitaba.

-Adhara… -suspiró en silencio Rihán, mientras veía con ternura a la hermosa mujer que permanecía dormida  su lado.

La carreta seguía avanzando, pero una manta impedía que los esclavos pudieran ver hacia afuera.

Así que Rihán intentando esperar el momento adecuado, decidió no dormir, para cuidar a su mejor amigo y ahora a la misteriosa mujer que le había salvado la vida.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora