LXI. LA ESPERANZA MUERE AL ÚLTIMO

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El sol comenzó a calentar más con sus enardecidos rayos en la tierra de Jiddah.

Jalid, Ahmed y Levana no estaban cerca cuando la Guardia Real había aparecido, pues habían salido a surtirse de provisiones para emprender de nuevo su viaje.

Ninguno se había enterado de lo ocurrido.

Cuando volvieron a la posada, Ahmed no había perdido de vista a la hechicera, pues estaba seguro que algún movimiento la delataría para averiguar qué había pasado con la princesa, pero luego de haberla observado, no había logrado conseguir nada.

Al llegar a Jiddah, vieron destrozada la puerta del cuarto de la princesa y Levana.

Y extrañados, se acercaron para averiguar.

Al entrar al cuarto, notaron que la ventana había sido destruida también, así que se asomaron para ver de qué se trataba.

Con horror vieron infinidad de flechas de muy buena calidad.

Jalid saltó por la ventana para recoger una flecha, y vio con angustia que llevaba el sello real.

-Vinieron por ellos... -dijo Jalid, mientras unas lágrimas salían deslizándose sin parar, por su rostro.

Ahmed también lloró.

-¡Esperen! -dijo Levana. -¡Síganme! -les ordenó.

Los tres saltaron por la ventana para dar al techo de la casa de al lado. Observaron todo cuidadosamente, y Jalid encontró un trozo de la ropa de Rihán.

-Es obvio que intentó huir saltando por la ventana. -dijo Levana.

-¡Acá hay sangre! -gritó Ahmed temiendo lo peor. Todos corrieron rápidamente a ver.

-Es un rastro, ¡hay que seguirlo! -indicó Jalid.

El rastro los llevó a saltar varios techos.

Parecía que Rihán había perdido mucha sangre. Todo indicaba que había intentado huir, pero eso era casi imposible tratándose de la Guardia Real como oponentes.

La esperanza es lo último que muere, y ésta residía en el corazón de los tres amigos. Así que continuaron buscando.

Luego de casi dos desesperantes horas, llegaron a un techo en donde vieron derramado casi un litro de sangre.

Al ver esto, Levana comenzó a llorar. Jalid al verla, entendió, y lleno de dolor sabiendo lógicamente qué había pasado, la abrazó fuertemente.

Era obvio que en ese lugar la Guardia Real había logrado atrapar a Rihán, y no solo eso, sino que después de perder tanta sangre lógicamente no lograría sobrevivir.

De pronto, un ruido tras de ellos los hizo girar bruscamente.

Y con alegría vieron que Rihán yacía tendido sobre el techo, detrás de un mueble que le hacía sombra, el cual Rihán con la poca fuerza que le quedaba, había golpeado con un traste, para que lo oyeran.

De inmediato acudieron a verlo, y en cuanto los identificó, Rihán quedó inconsciente sintiéndose a salvo.

El estado de Rihán era tan grave, que su cuerpo tuvo que entrar en un estado de coma, para intentar hacerlo sobrevivir.

Luego de veintitrés días, Rihán comenzó a volver en sí de su profundo sueño.

Las oraciones de Jalid y Ahmed habían sido escuchadas por el Dios Jehová.

Ellos habían llevado a varios médicos para que atendieran a Rihán durante su inconsciencia, pero todos decían lo mismo, y ninguno le daba expectativas para recuperarse, pero ellos no perdían la esperanza.

Levana no se había quedado quieta, pues también trataba de ayudar.

Las hechicerías que Levana había intentado sin parar, habían fracasado una tras otra, demostrando así la inutilidad de su demonio frete al Dios Jehová, gracias al cual, Rihán comenzaba a recobrar el sentido.

-¿Dónde estoy? -preguntó Rihán cuando por fin pudo abrir los ojos.

-¡Estás bien Rihán! ¡Gracias a Jehová! -exclamó Ahmed con una inmensa alegría, arrodillándose para agradecer al Dios Jehová.

Ahmed había estado cuidándolo, pues Jalid y Levana no se encontraban.

Habían hecho turnos para cuidarlo, y el milagro había ocurrido frente a los ojos de Ahmed.

-¿Dónde está Adhara? -preguntó Rihán desorientado agarrándose la cabeza, mientras intentaba ponerse de pie.

-Tranquilo Rihán... parce que no recuerdas mucho. -repuso Ahmed intentando tranquilizarlo, acostándolo de nuevo sobre la cama.

De pronto, Rihán recordó todo. Y de inmediato se paró como pudo.

Ahmed no pudo detenerlo y sin poder evitarlo, Rihán cayó abruptamente al piso.

Ahmed quiso ayudarlo a levantarse, pero Rihán se levantó solo, con un esfuerzo sobrehumano.

Cuando pudo erguirse, Rihán abrió la puerta del cuarto en donde se encontraba, y salió bajando por las escaleras como pudo.

-¡Por favor Rihán, vuelve a la cama! ¡Estás muy delicado! Además, ¡solo traes ropa interior! -le dijo Ahmed intentando detenerlo, pero Rihán enloquecido, al saber que Ahmed no lo dejaría marcharse, se giró y lo golpeó tan fuerte, que Ahmed cayó desmayado.

-Lo siento amigo, tengo que ir por ella... -dijo Rihán, con la vista nublada y casi sin fuerza.

Frente a Rihán, le esperaba un duro camino de días para rencontrarse con la princesa.

Su cuerpo no estaba en condiciones de viajar, pero el amor que sentía por Adhara le daba la fuerza necesaria para continuar.


-Tengo que volverte a ver, para decirte cuánto te amo y explicártelo todo... mi princesa... -se decía Rihán, mientras caminaba con dolor en cada paso hacia su camello, para emprender el viaje más duro de su vida, sabiendo que podría morir, antes de lograr siquiera ver de lejos a la princesa.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora