XVII. SECUESTRO INESPERADO

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Todos los interesados en la boda, querían apresurar el tiempo en que se suponía, los novios se conocerían.

La codiciada boda ya era inminente.

Ésa mañana, la princesa se disponía a viajar por las calles de Riad para realizar algunas compras y obviamente iba muy bien custodiada. Su acostumbrada litera cargada por varios esclavos y suficientes guardias del palacio la acompañaban.

Llevaba su acostumbrada túnica larga y su velo, los cuales le impedían a los demás descubrirla. Cuando iba por el camino, la gente que la veía desde lejos, le hacía reverencias, evitando verla directamente a los ojos. Adhara quería distraerse en la ciudad, y recordaba con tristeza y furia su escape nocturno.

-(¡Que tonta fuí! ¿Cómo me atreví a salir disfrazada sola y a altas horas de la noche? Si no hubiera salido, jamás habría visto al barbaján de Rihán... aunque, debo reconocer que es verdaderamente apuesto, y verlo defenderme como lo hizo, me emocionó...) -pensaba la princesa mordiéndose el labio inferior. (¿Pero qué estoy pensando? ¡Ese infeliz grosero! ¿Cómo puede llamar mi atención?... -puso cara de enojo, para transformarla en una cara totalmente idiotizada. -¿A quién engaño?... el insolente me agrada... -luego de esto, su cara se transformó de nuevo a una de total desprecio. -¡Que bueno que no volveré a verlo! -intentó convencerse a sí misma.)

De pronto, se le vino a la mente la idea de que tal vez podría encontrarlo por el camino, aunque obviamente él no la reconocería, pues la noche que la había rescatado, no logró descubrirla. Además, era obvio que una princesa jamás saldría sin su escolta. Y emocionada, abrió las cortinas de su litera, esperando encontrar al insolente de Rihán.

La litera avanzaba bajo el caluroso sol de la bella Arabia, cuando de pronto, vio a unos bandidos que se le acercaban rápidamente a caballo. Asustada, vio como la guardia del palacio les hacía frente, pero al distraerlos, uno de los hombres bandidos había logrado acercarse lo suficiente, y rápidamente la tomó a la fuerza bajándola cruelmente de su litera.

-¡Suélteme animal! -le gritaba Adhara mientras golpeaba fuertemente al bandido que la llevaba sobre su espalda corriendo.

Se volvió tan molesta la princesa para el bandido, que el hombre la bajó, y teniéndola de frente, le dio un fuerte puñetazo en un costado de la cabeza.

La princesa Adhara, solo pudo sentir como su cuerpo se desvanecía, perdiendo toda su fuerza.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora