LXXX. LA SANGRE NO HACE A LA FAMILIA

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Una vez que llegaron al inmenso barco persa, la fiesta comenzó.

Todos los tripulantes recibían con alegría a Rihán y a Jalid, pero en cuanto Ahmed vio que todos los tripulantes también se dirigían a abrazarlo a él, se desmayó de inmediato.

Rihán y Jalid murieron de risa de nuevo.

-Me alegra tenerte de vuelta hermano… -le dijo Jalid a Rihán, quien le correspondió con una sonrisa y una mano en el hombro. Rihán apenas y sonrió.

Todos brindaban por el regreso del capitán y su asistente. La música no cesaba, y el alcohol parecía no terminarse.

Bailaban y festejaban con mujeres que habían conseguido de la zona, las cuales, enloquecían más el ambiente.

Pero le esperaba una gran sorpresa a Rihán.

Cansado y triste, se retiró Rihán. Su ánimo no estaba para festejos.

Pero una vez que hubo llegado a su camarote, vio a una joven sentada sobre su cama.

Rihán sonrió de oreja a oreja imaginando obviamente de quién se trataba.

-¡Adhara! –exclamó excitado.

Pero la decepción fue grande, cuando la mujer se quitó la capa que le cubría el rostro.

Era una joven muy bella, hermosa, pero Rihán jamás amaría a nadie que no fuera su princesa, y mucho menos le entregaría el cuerpo a quien no le perteneciera su alma.

Sus convicciones seguían firmes.

En cuanto descubrió a la joven, sintió que el corazón se le despedazaba.

Sus ganas de llorar se hicieron exageradas. No entendía qué mala broma era esa, pero enloquecido aventó varias cosas al piso, provocando que la joven se asustara.

Las lágrimas volvieron, y enfurecido viendo llorar a la mujer, salió de inmediato de su camarote.

Razmad se encontraba hablando con Jalid, mientras le comentaba que le habían reservado una sorpresa al capitán Rihán, en su camarote.

-¡No sabes lo que tenemos para el capitán! –dijo Razmad emocionado. -Reservamos a la doncella más bella para Rihán… -le dijo Razmad a Jalid con una sonrisa de oreja a oreja, levantándole las cejas a manera de insinuación.

En ese momento, Jalid se quedó pasmado y muy serio, y supo que no le podrían haber hecho peor cosa a Rihán.

Así que rápidamente salió en búsqueda de su amigo.

Luego de buscarlo por todo el gran barco lo encontró en la proa, justamente como lo imaginaba, devastado.

-¿Por qué me hicieron esto? –le preguntó Rihán a Jalid con los ojos rojos llenos de coraje y de lágrimas, mientras se sujetaba de la orilla para no caer por la borda debido a la impresión.

-Ellos no lo hicieron con mala intención, no saben qué ocurrió en nuestra travesía… -intentó calmar las cosas Jalid y abogar por sus amigos.

-¿Sabes qué pensé cuando la vi Jalid? –preguntó Rihán encolerizado sujetándose con todas sus fuerzas de la orilla.

Jalid intentaba detenerlo, pero Rihán no lo dejaba.

-¡Pensé que era ella! ¡Adhara! –exclamó Rihán, mientras se dejaba caer para desmoronarse en el suelo.

Jalid lo levantó y lentamente lo sentó en un borde. Sintió su tristeza en el alma, y lloró con él.

Cuando las cosas se tranquilizaron un poco, Rihán se levantó, y conmovido por la hermosa luna  la cual le recordó la belleza de Adhara, volvió a llorar.

-¿Sabes Jalid? –preguntó Rihán muy triste. –Mi corazón está tan enloquecido, que la siento cerca... –dijo riéndose de sí mismo, mientras se limpiaba toscamente la nariz. -¿Te das cuenta? –preguntó de nuevo sarcástico. –Ella está tan lejos… -completó riendo falsamente.

Jalid no tenía palabras para levantar del abismo a su amigo. Así que lo único que pudo hacer, fue quedarse a su lado, para hacerle saber que siempre contaría con él.

Rihán deprimido, giró la vista pues su corazón le exigía hacerlo, y de pronto se sintió en un éxtasis de locura.

Frente a sus ojos, a varios metros, en lo más alto de una cumbre de la playa, pudo ver a una misteriosa mujer montada sobre un camello.

Una gran burca (velo totalmente negro que cubre todo el cuerpo) la ocultaba.

No entendía por qué el corazón le latía a tope, pero de pronto, su respiración comenzó a sonar agitada al ver que la Guardia Turca custodiaba a la extraña mujer.

¡No había duda. Se trataba de la princesa de Arabia!

-¡Jalid¡ -gritó eufórico Rihán. –¡Adhara está aquí! –volvió a gritar enloquecido por la felicidad, mientras tomaba fuertemente por los hombros a su amigo.

Jalid volteó y pudo ver muy a lo lejos que Rihán no había enloquecido. Realmente Adhara estaba ahí.

El corazón de Rihán no le podía mentir.

-¡Tengo que ir con ella! –le dijo Rihán extasiado.

-¡No Rihán! ¡No sabes si es una trampa! –exclamó Jalid intentando detenerlo.

-No lo sabré si no voy a averiguarlo… -repuso Rihán sin perder de vista a la mujer que aguardaba sobre la cumbre.

-Está bien, pero entonces te acompañaré… -respondió decidido Jalid.

Rihán se giró a verlo con ternura.

-Gracias por todo hermano, sé que éste es mi destino… estar con ella. –le dijo Rihán intentando despedirse.

Jalid no pudo evitar derramar unas lágrimas.

–Mi corazón me dice que esto no es una trampa, ella volvió para quedarse conmigo… lo sé. –completó sonando muy convincente.

-Pero no puedes estar seguro, ¿qué tal si solo vino a despedirse? –intentó disuadirlo Jalid.

-Muy bien, en ese caso, volveré mañana antes de que el barco zarpe. –contestó Rihán, sabiendo de antemano que no volvería.

Jalid lo miró incrédulo. Sentía que perdería a su mejor amigo, a su hermano, y no pudo evitar seguir llorando.

Ambos se abrazaron fuertemente en un abrazo que representaba una cruda despedida.

Al momento, Jalid se quitó del cuello su más preciada posesión. Su valioso medallón, y se lo extendió hacia Rihán.

-Hermano, te entrego lo único de valor que tengo. –le dijo Jalid seriamente a Rihán.

-No puedo recibirlo, con tu amistad me basta. –contestó Rihán moviendo la cabeza de un lado a otro. –¡Lo valoras mucho! –exclamó.

-Rihán por favor, si no volvemos a vernos, quiero que lo conserves y que me recuerdes como yo lo haré contigo. –repuso Jalid insistiendo, mientras se limpiaba las lágrimas bruscamente moqueando.

Rihán conmovido por el acto de su mejor amigo, se acercó y dejó que Jalid le pusiera el medallón al cuello.

-Gracias hermano… jamás te olvidaré… -dijo Rihán con los ojos aún vidriosos.

-Eso será difícil. –dijo muy serio Jalid. -Me lo dicen todas las jóvenes que he conocido. –repuso fanfarroneando con una mano golpeándose la barbilla, para después, abrazar de nuevo a su mejor amigo sabiendo que esta sería la última despedida.

-No le digas nada a nadie… -dijo Rihán susurrando. –Si mañana cuando zarpen no he vuelto, entenderás que Arabia será mi tierra. –completó poniendo un brazo sobre el hombro del destrozado Jalid, mientras le limpiaba las lágrimas.

-¡Sé feliz hermano! –le gritó Jalid destrozado, mientras veía por última vez a su mejor amigo alejarse con una gran sonrisa en el rostro.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora